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Toros

"La bravura de 'Clavellino' ha sido mi modelo a seguir"

Un toro lidiado por Pepín Jiménez en Madrid fue proclamado el más bravo de la feria de San Isidro de 1993

"La bravura de 'Clavellino' ha sido mi modelo a seguir"

¿Por qué cede el manejo de su ganadería?

Porque hay que dar paso a los nuevos ganaderos de la familia. La representación del hierro y su documentación la seguiré llevando pero lo que hemos cedido a mis sobrinos y a mi hijo ha sido la selección, el manejo, la alimentación, la sanidad y el personal del campo. Lo he hecho así porque el cambio en una ganadería se debe hacer poco a poco para que los jóvenes criadores sigan los mismos criterios que creó mi padre Celestino.

¿Cuáles son esos criterios?

Lo fundamental es intentar buscar un toro con la base de la casta. Basamos las tientas en el caballo como condición necesaria para dejar una becerra. Además de cumplir en la suerte de varas, la vaca debe tener buena condición en la muleta, es decir, que la casta se manifieste en la fijeza, la prontitud, el recorrido o la humillación.

¿Los nuevos ganaderos tienen claro esa idea de toro?

Sin duda, dejo el legado de la reivindicación de la casta a mi hijo y mis sobrinos. Ellos ya han estado cinco años junto a nosotros en las tientas pero creo que la forma de intentar garantizar esa idea de toro es estar con ellos otros cuatro años más para asegurarme de que siguen ese camino. A partir de ahora, las decisiones de aprobar una becerra u otra las van a tomarlas ellos. Cuando pase ese tiempo de práctica, seguiré en el campo, con menos responsabilidad, pero siempre me sentiré ganadero.

¿Cómo describiría a los jóvenes criadores?

Por encima de todo, son muy aficionados al toro. Luis y Fernando son los que más están en el campo. Son innovadores y trabajadores. Si hay que vacunar vacas, intentan hacerlo del tirón en un día cuando yo lo dividía en tres jornadas. También están reformando cerrados, cambiando el sistema de los bebederos, renovando el producto antiparasitario y buscando a los mejores veterinarios. Luis acabó la carrera de Derecho pero empezó con la agricultura en la ganadería junto a Fernando y ahí siguen los dos con mucha ilusión.

¿Y a su hijo Celestino?

Es ingeniero industrial y trabaja en una empresa. También está Antonio, otro sobrino, que da clase en la universidad porque es ingeniero químico. Estos dos no están tanto en el campo pero como manejan conocimientos de empresa creo que se complementan muy bien con sus otros dos primos. Confío en ellos porque han formado muy buen equipo.

¿Qué consejos les ha dado?

El mismo que me dio mi padre: «Lo mejor es enemigo de lo bueno», es decir, que cuando estemos bien no tenemos por qué intentar mejorar. Quiero decir que la camada de Cuadri no debe pasar de cinco corridas de toros y 170 vacas porque cuando han venido los baches, son más fácil superarlos. Este año, por ejemplo, tenemos dos corridas que irán Madrid y Huelva.

¿En qué ha evolucionado el hierro de Cuadri?

En el comportamiento hemos intentado mantener la casta, pero sí que ha evolucionado en la morfología y en el tamaño. Hay más toros castaños y con más caja.

¿De qué está más orgulloso en esos 46 años de ganadero?

De un toro que salió en Madrid el año 1993. Se llamaba «Clavellino», número 7, y lo toreó Pepín Jiménez. Su bravura me ha merecido dedicar toda la vida a la crianza. Me voy de la ganadería y no consigo dominarla en su totalidad porque ahora tengo más dudas que cuando empecé. Una vida no basta para conocer al toro bravo porque la bravura depende del instinto y el instinto depende de las condiciones ambientales.

¿Qué recuerda de ese «Clavellino», número 7?

Respondió muy bien al caballo con cuatro puyazos. De hecho, al día siguiente, me llamó el banderillero que lo lidió y me dijo que, en el momento de sacarlo del caballo en el cuarto puyazo, se le pusieron los pelos de punta por cómo metía la cara. Ese toro ha sido mi modelo a seguir en la ganadería porque a lo largo de la vida no creo que haya lidiado más de 14 toros que se ajusten a ese modelo. Ahí están, entro otros, «Trastero» en València, «Aragonés» o «Poleo» en Madrid y «Comino» en Castelló.

En la actualidad, ¿sale el toro más bravo de la historia?

Hoy en día se lidia el toro que más se mueve de la historia pero no el más bravo. Pasan sin crear problemas y la bravura requiere hacer un esfuerzo porque el toro coge la muleta por abajo con fuerza. El animal que sale ahora pasa las veces que quiera y le da igual que el torero esté en el tercio, que se cruce, que le enganche o que no.

¿Por qué se tiende a criar esos animales?

Los toros, lógicamente, nunca dejan de tener peligro pero la principal razón es porque molestan menos a los toreros. El toro encastado es complicado porque hay que torearlo muy firme, un hecho muy diferente a pegarle solo pases y, si el animal no es bravo, hay que lidiarlo con poder por abajo.

Entonces, ¿qué es la bravura?

Es una reunión de virtudes. Existe la casta como afán de lucha, la bravura como manifestar ese afán de lucha embistiendo y la nobleza como la entrega a las cosas bien hechas por parte de los toreros. Para tener casta hay que tener fijeza y, a partir de ahí, el encastado aprende para bien cuando se entrega y, para mal, cuando se orienta con el torero.

¿Esos animales más «fáciles» como influyen en la fiesta?

En la pérdida de la emoción porque a ese tipo de toros se le hacen faenas que no transmiten. El animal tiene que tener emoción para dar seriedad a la tauromaquia. Las ganaderías que quieren las figuras son más suaves y menos problemáticas, es decir, de menor bravura. ¿Cuántas faenas existen, en la actualidad, en las que se cortan dos orejas pero no trasmiten nada y se olvidan al minuto de salir de la plaza? Pues eso es todo.

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