Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crítica de música

No sobró nada

Noche grande, importante, para la Orquesta de Valencia protagonizando el primer concierto del Festival de Músicas contemporáneas Ensems, una idea germinada a finales de los 70 por un inquieto grupo de creadores casolanos, insatisfechos con la estancada oferta musical de aquellos tiempos, y necesitados de abrir una barricada que marcaría un antes y un después en el horizonte musical valenciano. Llorenç Baber y Paco Llacer fueron puntales en los inicios como lo fueron más tarde Joan Cerveró, Carles Santos, César Cano, Pep Ruvira y Voro García (entre muchos otros), quienes han apuntalado las ediciones de las siguientes décadas.

Director invitado, Josep Vicent (València, 1970) defendió el programa con seguridad y aplomo. Preciso y pendiente de partitura y músicos, se le apreció justo en sus maneras en el podio, sin gestualidad espaciada y hasta brillante. Además de la obra encargo del Festival, Vicent puso en el atril una interesante página del bonaerense Alberto Ginastera Iubilum Op.51, escrita en el ocaso de su vida en Ginebra, ciudad donde falleció y que tambien acogió restos de su compatriota Jorge Luis Borges. Se trata de una pieza de nutrida orquestación y buena mesura en su extensión, lo cual no siempre va unido. Ginastera explora el espacio sonoro con maestría y conocimiento de los timbres de la orquesta y gran derroche en la percusión de la que se encargan, sin descanso, cinco músicos además de las cuerdas, metales, madera, arpa, vibráfono, platillos, tambor militar, timbales, celesta, triangulo, tam-tam y seguro que alguno más.

El maestro argentino escribe esta bataglia musical para celebrar los 400 años de la fundación de Buenos Aires (en plena dictadura de Videla), donde impera la disonancia manejada magistralmente. La obra consta de 3 movimientos: Fanfarre, Chorale y Finale, que debieron ser incluidos en el programa de mano para mayor y mejor información del público. Vicent supo despejar cada compás y a la orquesta se la notó entusiasmada y a gusto, más dominante que dominada.

Como es habitual en los Ensems, hubo obra de encargo: en esta ocasión fue de Miguel Gálvez-Taroncher (València, 1974). Con el título de Cant de lloança, -para quinteto de metales y orquesta- el autor ofrece una partitura intensa y extensa para un abrumador contingente orquestal que impacta por la complejidad que ofrece el ensamblaje de los cinco solistas con el corpus sinfónico. Bien estaría volver a programarla: una primera audición, y en estreno, lo hace imprescindible. Los Spanish Brass son, justificadamente, uno de los conjuntos estrella de la música valenciana y su chispeante versión se vio refrendada sin fisuras en el Palau, recibiendo una enorme ovación final que ellos agradecieron con un impecable movimiento de Stravinsky.

Pero aún quedaba el estreno de otra novedad: City Noir, de John Adams (Massachusetts, 1947), una obra sinfónica en tres secciones bien diferenciadas donde, last but not least, la OV se supero y dio juego real en base a la dirección poliédrica del maestro Vicent. El despliegue instrumental resultó impresionante (piccolo, 3 flautas, 3 oboes, corno inglés, clarinetes, saxofón alto, 2 fagots, contrafagot, 6 trompas 6, 4 trompetas, 3 trombones, tuba, 5 percusionistas, piano, celesta, 2 arpas y, por supuesto, la cuerda. Parece mucho pero no sobraba nada. Daba gusto ver en acción, y disfrutando en cuerpo y música, a Juana Palop en la parte del saxo, así como la sutileza de Ruben Toribio al trombón y el virtuosismo de Javier Barberá, en la trompeta. Trompas, violín y viola fueron igualmente ovacionados. En resumen, gran estreno de gala, preludio de lo que esta 41ª edición va a ofrecernos. Adelante.

Compartir el artículo

stats