Iba para estrella del pop, pero su ingreso en el Conservatorio Nacional de Música en su Lima natal a los diecisiete años provocó que Juan Diego Flórez se adentrara por los caminos de la lírica. Hoy es uno de los mejores tenores del mundo y llena los grandes teatros de ópera de los cinco continentes. Actúa este domingo en el Palau de la Música de València.

Rememora Flórez sus inicios en los años 90, cuando su madre -María Teresa- mostraba su preocupación porque «pensaba que lo iba a pasar mal, que iba a pasar hambre con la música», así como su debut en La Scala de Milán a los 23 años.

A la vez, reflexiona, con la experiencia del tiempo pasado y las más de dos décadas que lleva en los escenarios, sobre lo que define a un buen cantante. En su opinión, «la voz no es lo principal. Parece increíble decirlo, pero hay muchos cantantes que han hecho grandes carreras teniendo pocas posibilidades vocales y técnicas, pero tienen carisma, tienen presencia escénica, te sacan una lágrima cuando los escuchas». Para el artista, es necesario conjuntar varios elementos como la personalidad y la capacidad de emocionar, porque «puedes tener voz, pero ser aburrido».

Flórez destaca que ahora hay muchos jóvenes, principalmente del Este de Europa, que «vienen muy preparados, que saben mucha música, saben leerla, tocar el piano, cantar y actuar muy bien, con muy buena presencia».

Otro de los proyectos en los que está muy centrado es «Sinfonía por el Perú», un programa que toma la música como factor de inclusión social y que comporta que actualmente haya 8.000 niños desfavorecidos, «muy pobres, que mediante la música mejoran sus vidas».

A nivel musical han avanzado «mucho» -explica- y algunos de los que empezaron con seis años hoy están en la Orquesta Academia Sinfonía por el Perú, que «ya es una orquesta a nivel nacional, que empieza a hacer tours por el mundo» y este año irá a Lucerna, Salzburgo o Dubái «llevando el mensaje de la inclusión social a través de la música». El objetivo es que en dos años los niños implicados ya sean 25.000.

«En mi casa no había ópera»

Como ya se ha convertido en una tradición, no esconde que después de interpretar las arias de ópera en sus recitales sacará su guitarra «y ofreceré al público temas latinoamericanos». «Me siento muy feliz de hacerlo, porque crecí con esta música, en mi casa no se escuchaba ópera», señala.

Sobre nuevos proyectos, bromea con que «normalmente son secretos», pero agrega que cantará un «Fausto», estará en una producción de «La Boheme» el próximo año en Zúrich y también en una versión de «Werther» en el Royal Opera House en septiembre.

A finales de año debutará en China, donde le consta que existe una gran afición por la ópera, como ocurre en Japón, «donde es increíble, porque te persiguen por la calle, como si fueras The Beatles». A su juicio, tanto en esa parte de Asia como en otros lugares como Dubái o Abu Dabi «es un buen momento para la ópera».

En cambio, cree que en Europa «hay que hacer un esfuerzo para que la juventud siga los pasos de los adultos que aún van a la ópera, porque si no va a haber un bache generacional». «Depende de los teatros y de cómo atraigan a los jóvenes para que vayan a la ópera», concluye.