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Crónica

De Las Arenas a Malibú

Bob Dylan llegó el lunes a València pero permaneció en su hotel hasta la tarde del concierto - Interpretó clásicos como 'Like a rolling stone', 'Blowin' in the wind' o 'Don't think twice'

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Concierto Bob Dylan en la Plaza de Toros de València

A estas horas Bob Dylan ya estará en su casa-rancho al norte de Malibú. O en cualquier otro sitio, excepto en València, la ciudad en la que actuó el martes por la noche. «Su equipo ha vuelto ya a casa, así que deducimos que él también», señalaron ayer a Levante-EMV fuentes cercanas al artista, que con su concierto en la Plaza de Toros dio por concluida su gira de nueve conciertos por España.

Según figura en su página web, Dylan no volverá a subirse a un escenario hasta el próximo 21 de junio en Bergen, Noruega, desde donde retomará su «interminable gira» europea, que le mantendrá ocupado gran parte del verano.

Las mismas fuentes consultadas ayer por este periódico explicaron que, tras su concierto del martes, Dylan regresó al hotel Las Arenas, en el que estaba alojado desde el lunes después de haber actuado en Murcia. Es decir, el histórico rockero de Duluth, permaneció un día entero de día libre en València.

¿Aprovechó Dylan su «day off» en la ciudad para salir y comerse una paella, visitar el casco histórico o mojarse los pies en la playa? Al parecer, no. Las mismas fuentes apuntan que, sin conocer al detalle qué hizo el artista el lunes en València, estaban totalmente convencidas de que no salió de su habitación. Algo que, por otra parte, es lo que suele hacer Bob Dylan cuando llega a las ciudades de su «Never ending tour».

Las mismas fuentes apuntan que, tras descansar en el hotel, el martes por la tarde se dirigió desde allí a la Plaza de la calle Xàtiva para realizar la prueba de sonido y se quedó después en el recinto hasta que terminó el concierto. En la zona del matadero del edificio estaban el martes aparcados el autobús negro que, al parecer, aloja y transporta a la banda durante la gira, un turismo de alta gama y una furgoneta.

Deconstrucción de canciones

A las nueve casi en punto de la noche Bob Dylan apareció junto a su banda sobre el escenario. Sin apenas mirar al público se parapetó tras el piano para interpretar «Things have changed». Su costumbre de deconstruir el cancionero propio se notó sobre todo en sus temas más legendarios, como la «It ain't me, babe», que llegó a continuación, y la «Highway 61, revisited». Esta tercera sonó especialmente coñona, evidenciando los orígenes blueseros y demostrando Bob que ha afrontado esta parte de la gira con más ganas de cantar (y cantar todo lo bien que pueda) que en otras visitas anteriores. Cuando terminó la canción Bob se levantó del piano, da unos pasitos cortos hasta el centro del escenario, y medio saluda o algo parecido. Después volvió al piano y la emprendió con la melancólica «Simple twist of fate». Y de ahí al rock guarrote, casi garajero, de «Cry a while» y de ahí a «When I paint my masterpiece», que empezó a solateras para que la banda se le fuera uniendo. El rock circa 1964, casi amateur, regresó con «Honest with me», pero dio otro bandazo para apaciguarnos con «Trying to get to heaven».

Cuando ya parecía que todo iba a ser más o menos así, la vida cambió porque Bob cogió el micrófono, falcó los pies al fondo del escenario e interpretó desde allí, con pinta de ajado galán romántico, una «Scarlet town». De nuevo al piano, pero de pie, con pequeños gestos que fueron marcando la tensión del concierto, vinieron «Make you feel my love» y «Pay in love». «Like a rolling stone», uno de los pocos clásicos clásicos que se permite en su repertorio, fue saludada con una salva de aplausos. Dylan jugó con ella, la va ralentizando y acelerando a su antojo (y al de su banda, a la que no se le escapa una) mientras las luces provocaban pequeños destellos en las lentejuelas de la chaqueta del artista.

«Early roman kings» sonó bluesera, con la batería y el contrabajo permitiéndose un alarde de carácter. Llega a continuación el que fue uno de los mejores momentos de la noche. Esa maravilla titulada «Don't think twice» que grabó allá por el 64 y que ayer en València parecía otra canción, a veces como un «Cumpleaños feliz» cantada a un niño, a veces una «Johnny Boy» cantada a un muerto.

Para la recta final llegaron «Love sick», «Thunder mountain», «Soon after midnigth» y finalmente una versión trotona y encíclica de «Gotta served somebody», con Dylan cantando y señalando como un cura desde el púlpito.

Los focos hollywoodienses no se apagaron pero se sí se atenuaron, Bob se reunió con la banda al fondo del escenario y los músicos se dejaron ver charrando entre ellos e incluso dedicándose algunas risas. El encuentro duró poco, cada músico volvió a su sitio para iniciar una «Blowin' in the wind» con un fantástico violín «honky tonk» sobrevolando toda la canción. El adiós llegó con «It takes a lot to laugh, it takes a train to cry», tema que estaba en el legendario Highway 61, revisited. Y Bob, tan discretamente como había llegado, se fue dejando un recuerdo muy agradable de su último concierto en València (al menos, de momento).

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