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Crítica musical

Precisión suiza

Precisión suiza

Recta final de temporada en la SFV con generosa oferta camerística y un programa que, junto a estándares como Haydn o Brahms, aportaba una interesante página de Alexander Zemlinsky (el «von» se lo adjudico él mismo), un músico judío-masón nacido en Viena y que la Alemania nazi forzó a emigrar a los Estados Unidos en 1933, donde fallecería en plena II Guerra Mundial. Su Trío en re menor, op.3, pieza fin-de-siècle originalmente escrito para clarinete, fue obra de juventud y en él se aprecian ecos tardorromanticos propios de quien aún estaba por cuajar su estilo y de ahí su carácter «brahmsiano».

El Trío Feininger expuso la obra con empeño y solvencia, mostrando un sonido amplio en el volumen y siempre preciso en el fraseo. El violín extrovertido de Streuli (Berna, 1964) fundió con el noble cello de Riniker (Basilea, 1970) siempre supervisados con el piano decidido de Oetiker (St. Gallen, 1968), quien acompañó diáfanamente y sin atropellos, con amplia riqueza de matices y adecuado uso de ambos pedales. Su entrada en el segundo tiempo del trío lo confirmó como músico de talla.

Haydn se ponía a componer y no tenía límites. Escribió 108 sinfonías, 68 cuartetos con piano y 45 tríos con piano. Por no contar las sonatas para piano, lieder, óperas, misas y oratorios. El Trío en Mi b mayor nº 45, es una obra brillante la cual permitió a los Feininger calibrar la acústica de la sala. Desde el primer momento se pudo apreciar la alta fidelidad de su interpretación así como su total implicación en la partitura. Y si violín y cello fueron siempre emparejados, el apoyo del piano fundió en aleación impecable.

De mayor calado, fue el Trío en Do mayor, Op. 87 de Brahms, precisamente maestro de Zemlinsky en Viena. Con las variaciones del Andante, defendidas con exquisita imaginación, los músicos suizos encontraron el momento álgido de la noche para seguir con el dinamismo del Scherzo y el Rondó final, pleno de ese humor que tanto gustaba al autor. Los aplausos de los socios filarmónicos no acabaron de obtener el siempre bienvenido bis. Otra vez será.

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