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Entrevista

Gustavo Gimeno: "Desde niño escuché la música de Mahler"

«La 'Novena sinfonía' es una bella y algo nostálgica mirada hacia el pasado, como algo bonito y que ha valido la pena vivir»

Gustavo Gimeno: "Desde niño escuché la música de Mahler"

Gustavo Gimeno (València, 1976) vuelve a su ciudad natal. En esta ocasión para ponerse al frente de la Orquesta de la Comunitat Valenciana y abordar en el Palau de les Arts la Novena sinfonía de Gustav Mahler, una de los creaciones más profundas, intensas y arriesgadas del repertorio sinfónico. Será el próximo sábado, 25 de mayo. De esta sinfonía de sinfonías, de su visión y de sus referencias, conversa en esta entrevista, mantenida durante un receso en los ensayos de la Cuarta sinfonía de Bruckner que dirige estos días en Holanda. Aunque confiesa que «siempre estoy deseando volver a donde nací y crecí», reconoce que lo que más feliz le hace, más allá del lugar en el que resida o esté en cada momento, es «hacer música e intentar ofrecer buenos conciertos». Habla sin tapujos de Mahler y de música, pero no se moja y echa balones fuera al escuchar preguntas referentes a su posible designación como futuro director del Palau de les Arts. Ni siquiera se pilla los dedos a la hora de referirse a una posible visita invitada al podio de la Orquesta de València. «Ya veremos cuándo».

P ¿Me permite que en esta entrevista apenas hablemos de usted y la centremos en Mahler, que es el protagonista del concierto que dirige el próximo sábado, día 25, en el Palau de les Arts, al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana? Aunque, inevitablemente, también le preguntaré por su futuro en el Palau de les Arts.

R ¡Por supuesto! Lo verdaderamente interesante e importante es la música y los genios que compusieron las obras maestras, como Mahler y su Novena sinfonía. A su lado no tenemos otra posibilidad que la de sentirnos humildes y servirlos de la mejor manera posible.

P Mahler parece formar parte esencial de su repertorio y de su naturaleza musical. El pasado noviembre dirigió en el Palau de la Música, al frente de su Filarmónica de Luxemburgo, una «Cuarta sinfonía» de fuertes acentos personales. Ahora retorna a su ciudad natal de nuevo con Mahler, nada menos que con la postrera y demoledora «Novena sinfonía». Un cambio sustantivo entre la felicidad celestial de la «Cuarta» y la ineludible inminencia de la muerte ante la que se sitúa la «Novena sinfonía»€

R Debo reconocerle que tengo muchísimos y variados intereses en términos de repertorio. Pero en efecto, Mahler -al igual que Bruckner- forman parte de mi actividad cada temporada, seguramente por mi crecimiento musical en Ámsterdam y la intensa relación de la Orquesta del Concertgebouw con ambos compositores. De hecho, en el momento que realizamos esta entrevista [16 de mayo] estoy ensayando la Cuarta sinfonía de Bruckner con la Orquesta de la Radio Holandesa.

Sobre su comparación entre la Cuarta y la Novena sinfonías de Mahler, he de decirle que no estoy totalmente de acuerdo en la apreciación de las diferencias entre ambas sinfonías. Por supuesto aparecen ya en el primer movimiento de la Novena los ecos premonitorios de lo trágico y de la muerte, pero en realidad, el tono general es casi más una oda a la vida, y una manera de expresar su amor por ella. Tomemos, como ejemplo, el primer tema tocado por los segundos violines tras pocos compases del inicio€ ¡No hay nada de trágico en su carácter!, más bien es una bella y algo nostálgica mirada hacia el pasado, como algo bonito y que ha valido la pena vivir. Incluso el final de la sinfonía, que, aunque representa la muerte, o dicho de otra manera, el cese de la vida, tiene un carácter de relajada/serena aceptación.

P ¿Guarda relación su estrecho vínculo con la música de Mahler con los muchos años que usted fue solista de una orquesta tan intensa e inmensamente mahleriana como la Concertgebouw de Ámsterdam?

R Sin duda. Aunque desde niño escuché en casa la música de Mahler gracias a mi padre, mi relación con su música se intensificó al interpretarlo regularmente como músico de orquesta en una formación de tanta tradición como la Concertgebouw, y de paso viviendo en directo el Festival Mahler que se realizó en Ámsterdam en 1995, donde por cierto vi por primera vez a Claudio Abbado ensayando la Quinta sinfonía de Mahler.

P Usted ha sido discípulo, asistente y estrecho colaborador de dos maestros mahlerianos tan señeros como Mariss Jansons y, sobre todo, Claudio Abbado. ¿En qué medida están presentes en su versión de la «Novena sinfonía»? ¿La trabajó con ellos?

R Es inevitable la influencia de ambos en mi manera de trabajar y de hacer música. Creo, de hecho, que Claudio Abbado, quizá por su personalidad, y más en la fase final de su vida, es uno de los mejores intérpretes de esta sinfonía. Aunque en este caso concreto, no es una obra que yo haya trabajado con ellos y no creo que su influencia sea especialmente directa. De particular relevancia para mí en el estudio de la sinfonía ha sido la observación detallada de la partitura utilizada por Willem Mengelberg (director de la Orquesta del Concertgebouw al inicio del siglo XX, quien colaboró regular y estrechamente con Mahler, del que además era amigo), ya que no solamente anotó muchas cuestiones técnicas, como indicaciones metronómicas, sino también infinidad de comentarios y detalles sobre el carácter de la música.

P ¿Considera como tantos críticos y musicólogos que el «Rondo-Burleske» que Mahler sitúa como tercer movimiento es un anticlímax en el contexto de la sinfonía?

R Sinceramente, no era consciente de ello, y nunca lo he pensado. Sí creo que, al igual que en otras sinfonías de Mahler, el segundo y tercer movimiento desempeñan una función definida y contrastante dentro del conjunto de la sinfonía, con un marco sólidamente definido por los movimientos inicial y final, es decir el primero y el cuarto.

P El «agonizante» (ersterbend) final de la «Novena sinfonía», con esa última página limitada solo a la cuerda, coronada por ese «adagissimo» final que supone un dramático despedirse de la vida en apenas 27 compases, requiere una calidad instrumental de primerísimo y selecto orden. Algo así como la «Metamorfosis» de Strauss. ¿Piensa encontrar esa calidad excelsa e imprescindible en la cuerda de la Orquestra de la Comunitat Valenciana?, una formación que usted conoce bien, ya que la ha dirigido en varios ocasiones, tanto en repertorio lírico («Norma», con la diva Mariella Devia como protagonista, en marzo de 2015) como propiamente sinfónico, con dos bien recordadas versiones de las sinfonías «Cuarta» y «Sexta» de Beethoven, en abril de 2014.

R Por supuesto sé de la calidad de los músicos de la OCV, pero lo que realmente necesitamos es ensayar, trabajar bien para obtener el color y la atmósfera que tal momento requiere. En música nada se puede dar por descontado.

P ¿Es Mahler un compositor correctamente comprendido en los países mediterráneos? Sorprende que tantos directores sureños -Guilini, Mitropoulos, Abbado, Sinopoli, López Cobos, usted mismo€- se hayan sentido tan apasionadamente seducidos por su música...

R Es que en realidad es difícil encontrar a directores a quienes no seduzca la música de Mahler. Y hablar de él es hablar también de muchas cosas: del inicio del siglo XX en Viena, de la música judía, de los músicos de las calles, del sonido de una banda en un funeral, de la naturaleza en Austria€ Varios de los directores nombrados han salido de sus lugares de nacimiento y conocido bien otras culturas, especialmente Austria y Alemania. Nunca le he dado especial relevancia a la procedencia de un intérprete a la hora de interpretar un compositor€ Más bien a sus experiencias, vivencias...

P ¿Se puede distinguir algún rasgo común en el Mahler entendido y llegado desde el luminoso Sur?

R No lo creo. Pienso que las diferencias entre intérpretes son puramente personales...

P ¿Se sumergirá su versión de la «Novena» en las mórbidas lentitudes de un Bernstein o, en sintonía con su visión de la «Cuarta», optará por una versión más objetiva y acorde a las tradiciones que ha heredado tanto como músico de orquesta como discípulo de sus grandes maestros mahlerianos?

R No lo sé€ No me gusta, ni soy capaz, ni siquiera creo que tenga interés verbalizar sobre cómo sonaría una sinfonía dirigida por mí. Por suerte podré expresarme dirigiéndola y prefiero por tanto no hablar de ello, ya que -insisto- es irrelevante.

P Cambio de tercio. ¿Cómo está el tema de su futuro en el Palau de les Arts? Supongo que después de asumir la dirección de la Sinfónica de Toronto y mantener, además, su puesto como director musical de la Filarmónica de Luxemburgo, le será muy difícil plantearse la titularidad del Palau de les Arts de su ciudad natal. ¿O no?

R Es que uno solamente se plantea algo cuando sucede, y en ese caso, y al igual que en la toma de otras decisiones profesionales, es obvio que no lo comentaría públicamente.

P ¿Y qué imagina que va a suceder?

R Es que ni pienso ni especulo en ello.

P Si, como presumo, no tiene fechas para aceptar la titularidad a corto plazo, ¿no podría al menos convertirse en principal director invitado como periodo transitorio hasta poder asumir la titularidad? En este sentido, reemplazaría a su paisano Ramón Tebar, del que ya se ha anunciado que no puede compaginar la titularidad de la Orquesta de València con su trabajo en Les Arts.

R Me remito a mi anterior respuesta.

P Desplacémonos un poquillo siempre dentro del Cauce del Túria para ubicarnos en el Palau de la Música. Me consta que sus responsables tienen enorme interés en que usted vuelva al podio de la Orquesta de València, después del formidable trabajo que hizo en septiembre de 2013, cuando dirigió una inolvidable versión de «El pájaro de fuego» de Stravinski que supuso uno de los mejores conciertos de la OV en muchos años. ¿Volverá?

R Le agradezco sus comentarios positivos, ¡aunque creo que exagera y sospecho que debe ser el único que recuerde tal concierto! Me encanta dirigir en el Palau de la Música, así que espero que suceda con regularidad toda mi vida. Ya veremos para cuándo la próxima€

P «València tierra de músicos», se dice, repite y hasta se canturrea. ¿Es efectivamente València buen lugar para la música? ¿Y para vivir? ¿Se ha planteado en algún momento dejar su residencia en Ámsterdam para volver al calor del hogar mediterráneo? Hoy en Ámsterdam tienen 13 grados y nublado. Sol, brisa marina y 28 grados en la terreta€

R Para ser sincero, casi cada semana estoy en un sitio diferente y casi todo el tiempo con partituras, sea estudiando o en el escenario con orquestas. Es así que soy feliz independientemente del tiempo que haga€ Obviamente actuar en València, que es donde nací y crecí, es siempre muy especial para mí, y lo estoy deseando€Pero en lo que realmente pienso es en intentar hacer un buen concierto.

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