El canadiense Xavier Dolan y el francés Arnaud Desplechin protagonizaron ayer la jornada más floja de la competición oficial del 72 Festival de Cannes con dos filmes recibidos con frialdad después de la visita de Tarantino, Leonardo DiCaprio, Margot Robbie y Brad Pitt, para la presentación de Érase una vez en Hollywood. Mientras Dolan cuenta una historia de amor y amistad en Matthias et Maxime que se queda casi en un ejercicio estudiantil, Desplechin presentó Roubaix, une lumière, un filme policíaco con tintes sociales que parecía el episodio piloto de una serie fallida.

Para Dolan era el regreso a Cannes tras ganar hace tres años el Gran Premio del Jurado con Solo el fin del mundo. Y ha llegado con un filme en el que ha tratado de explorar vías diferentes para su cine.

«Es un filme de transición, tengo 30 años, he llegado al final de una década que he pasado aquí en Cannes con todo tipo de sentimientos, victorias, decepciones, rechazos, triunfos, reencuentros... Ha sido rico emotiva, psicológica, intelectual y artísticamente», explicó el actor y realizador.

Por eso, este filme, «sin ser una amalgama» de todos sus trabajos anteriores, sí le ha servido, en el plano formal, para «intentar otras cosas» y explorar otra parte de sí mismo. «No puedo pasar mi vida filmando a gente que se pelea en una cocina. Es importante para mí navegar en zonas aún no exploradas y tenía ganas de hacer una película sobre la amistad», dijo Dolan, que además expresó su intención de dedicarse a partir de ahora más a la actuación que a la dirección.

En Matthias et Maxime realiza las dos tareas y se dirige a sí mismo y a un grupo de sus amigos en la vida real porque quería trasladar a la pantalla el sentimiento «de amistad en grupo» que ha experimentado por primera vez en los últimos años.

En un estilo totalmente diferente, Roubaix, une lumière, una película a la que Arnaud Desplechin llegó cuando decidió que quería grabar algo sobre su ciudad natal, en el norte de Francia, junto a la frontera belga. Se acordó entonces de un hecho real ocurrido hace una quincena de años, el asesinato de una mujer de 83 años a manos de dos mujeres jóvenes.

Léa Seydoux, Sara Forestier, Roschdy Zem y Antoine Reinartz protagonizan una historia a la que le falta suspense para ser un thriller y tensión para ser un drama. Zem es Daoud, un comisario de policía que de perfecto es irreal; Reinartz un joven agente que llega al barrio más pobre de Francia con ganas de cambiar el mundo y Seydoux y Forestier dos mujeres que viven en medio de una gran miseria, tanto económica como moral.

Un filme que el propio director reconoció que aunque tiene códigos de cine negro, no es un thriller, y que pese a que quería hacer un drama, en realidad le salió un melodrama con toques de tragedia.

Dos películas en la jornada más gris de un festival que hoy recibirá al franco-tunecino Abdellatif Kechiche, con Mektoub, My Love: Intermezzo, la segunda parte de una trilogía cuya primera entrega pasó bastante desapercibida, y al veterano italiano Marco Bellocchio, que se mete en la historia real del primer arrepentido de la mafia, Tommaso Buscetta, en Il Traditore.