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Crítica de teatro

Querer a pesar de todo

Querer a pesar de todo

En el sótano del Museo del Teatro de Barcelona se guardan muchos secretos. Allí, entre maletas, baúles, armarios y percheros, Carmen Tórtola, la bailarina que revolucionó la danza de principios del siglo XX, revisa su vida. Una vida llena de secretos y enigmas. La irreverente y altiva Tórtola (Triana, 1882-Barcelona 1955), es en realidad, una mujer a la que las dudas y los miedos atemorizan y empequeñecen. Porque una de las mujeres más deseadas por los poderosos de la época (Alfonso XIII, artistas, escritores y aristócratas) no puede, ni quiere, corresponderles. Le gusta jugar al despiste. El misterio impregna su vida. Y sus secretos solo los sabe Ángeles Magret, su pareja hasta la muerte y a ojos de la sociedad, su hija, ya que tras morir su marido, el marqués de Vinent, la adoptó tras la Guerra Civil para acallar habladurías y para poder convivir con ella sin problemas. Un papel maravillosamente representado por Resu Belmonte. Ella es la que bajo llave guarda los secretos de la también cupletista Tórtola, papel que interpreta Mª José Peris. Peris, sin artificios, da vida a una mujer indómita, hedonista y plenamente consciente de su magnetismo. A una mujer que se mueve por el escenario del Rialto con una personalidad única. Se le queda pequeño.

La obra de Begoña Tena es un canto a la libertad, a la independencia de toda una activista. Con un argumento de tal peso, en el que se combina junto al texto canciones en directo, poco escenario hace falta. Lo único movible, para que ustedes se hagan una idea, es una mesa. Pero es que la pareja lo llena todo. O casi todo. De improvisto, en el sótano de la memoria, aparece pisando fuerte Marta Chiner que se transforma en la árida Pilar Millán Astray . El trío, por su credibilidad, lo borda. Por poner un pero a la obra, el papel que desempeñan las trescupletistas. En algunos momentos, no se sabe bien, o al menos yo no lo entendí, qué nos quieren decir Anna Casas, Anaïs Duperrein y Alejandra García. La obra, una oda a la libertad, merece muy mucho la pena. Y sí, hay que agradecerle a Begoña Tena que haya rescatado del olvido la figura de la inmortalizada por Rubén Darío como la «bailarina de los pies desnudos», es todo un hallazgo.

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