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El toreo es cuestión de pulgadas

Los jóvenes Ginés Marín y Álvaro Lorenzo pierden la oportunidad de relanzar sus prometedoras carreras con tres tardes en el ciclo madrileño

El toreo es cuestión de pulgadas

El discurso de Tony D'Amato -entrenador de los Miami Sharks que interpreta magistralmente Al Pacino en la película Un domingo cualquiera de Oliver Stone- resume casi con exactitud el principal motivo de las discretas actuaciones de Ginés Marín y Álvaro Lorenzo, que se han quedado sin el triunfo que necesitaban en la presente Feria de san Isidro: «la vida es cuestión de pulgadas (?) El margen de error es muy pequeño. Medio segundo más lento o más rápido y no llegas a pasarla. Medio segundo más lento o más rápido y no llegas a cogerla. Las pulgadas que necesitamos están a nuestro alrededor. Están en cada momento del juego, en cada minuto, en cada segundo (?) Cuando sumamos una tras otra, eso es lo que marca la diferencia entre ganar o perder, entre vivir o morir».

Esto es básicamente lo que les ha ocurrido a dos de los diestros más jóvenes del escalafón de los que más se esperaba este san Isidro. Ambos han brillado pero no con la suficiente intensidad como para convencer a los aficionados de que ha llegado el momento en que las empresas deben abrirles las puertas de los carteles más codiciados de la temporada.

El caso de Marín es palmario. En sus manos ha tenido uno de los ejemplares con mayor calidad y nobleza de cuantos se han lidiado en la feria, con el que el jerezano debería haber reverdecido los laureles que le coronaron como triunfador del ciclo madrileño en 2017, cuando bordó el toreo con «Barberillo» de Alcurrucén. Sin embargo, tanda a tanda, el respetable observaba con un punto de decepción cómo se le marchaba una oportunidad de triunfo grande. Una situación que en un diestro de sus acreditadas condiciones es pecado grave, máxime cuando con el toreo de capa -el mejor de lo que llevamos de feria después del de Emilio de Justo- había elevado las expectativas al máximo nivel. Al tiempo que se diluía el diestro, se acrecentaban las virtudes del toro y, con ellas, el favor del respetable por el astado de la ganadería de Justo Hernández, que fue ovacionado con fuerza en el arrastre.

La solitaria oreja que fue a parar a manos del torero supo a premio de consolación, que se vio ensombrecida por la falta de ambición del coletudo ante el sexto de la tarde -otro buen ejemplar de Garcigrande, se llevó el jerezano el mejor lote de la corrida- ante el que volvió a pecar de falta de estructura en una faena que no tomó los vuelos necesarios que lo redimiera de lo sucedido ante el tercero. Esto, unido al pinchazo antes de cobrar una estocada suficiente, debió pesar lo suyo en la decisión presidencial de no concederle el apéndice que le hubiera abierto la puerta grande. Cuestión numérica pero no esencial. A Marín se le fue la tarde al desolladero antes de que el usía decidiera ser algo más que un contador mecánico de pañuelos blancos, lo que parece ser un asunto intolerable para ciertos publicistas y palmeros.

Lorenzo no conecta

El problema del segundo de los toreros emergentes es conceptual. Álvaro Lorenzo hace lo que le demanda el toro aunque su labor no llega a los tendidos. La facilidad con que resuelve los problemas que plantean sus oponentes juega en su contra. Su buena labor no trasciende y queda más para profesionales y buenos aficionados que para el gran público, con el que no conecta. El toledano anduvo por encima del ejemplar que cerraba plaza la primera de sus tres tardes; se mostró en un tono menor en su segunda y cerró la trilogía con una discreta actuación ante los toros de Garcigrande. Escaso balance para un torero que está llamado a ser uno de los relevos de las actuales figuras y que debe aquilatar su concepto para ello; al igual que Ginés Marín debe repensar su actitud y sus prioridades.

El final de la arenga de Tony D'Amato a sus jugadores antes de la final de fútbol americano, que tan bien describe la tauromaquia de Roca Rey, puede ayudarles: «Os diré una cosa, en cada lucha, aquel que va a muerte, es el que gana ese terreno. Y sé que si queda vida en mí, es porque todavía quiero luchar y morir por esa pulgada. Porque vivir consiste en eso. Las seis pulgadas frente a vuestras caras. Yo no puedo convenceros de que lo hagáis (?) O nos curamos ahora como equipo, o moriremos como individuos. Eso es fútbol, chicos. Eso es todo lo que es. Y ahora, ¿qué vais a hacer?».

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