Necesitaba València un festival así. Existe en esta ciudad un colectivo de personas que, desde hace décadas, se pirran por la música negra en sus variantes más bailables. Aquello que Tamla Motown etiquetó como el sonido de la joven América y, por culpa del imperialismo cultural, de todo el mundo civilizado. Capitales con menos afición por el funk, el soul, el blues, el jazz y el hip hop cuentan desde hace años con citas como la que, a partir del fin de semana pasado, el Black Thought Collective ha decidido implementar. Para su estreno, la organización decidió apostar por dos bandas de la tierra que desde hace algunos años resuenan justamente en el panorama de estas músicas.

Pasado el mediodía, Black Waste Factory hizo temblar el suelo del Veles e Vents con ese funk flamígero que transpira negror. Su actuación, la mejor hasta la fecha, tuvo empuje, músculo y potencia, con los ritmos mutantes y la vez precisos de Jaume Soriano, cuya batería trotaba siamesa al bajo de José Ángel Carrasco, para sustentar el sonido engrasado y demoledor de una banda que se vació sobre el tablado. La sección de viento sonó ardiente y demoledora, y el guitarrista Jordi Soriano, con la mano derecha siempre al límite tanto en el ritmo como en los solos, condujo con carisma y actitud la plataforma desde donde vociferaba enérgico un inspirado y enchufadísimo Amadeo Tercero, peligrosamente comedido y cercano al señorío vocal. Lo secundó a los coros Lizzy Lee, que con su prodigiosa voz y su contundente presencia de diva del soul y del blues, nos regaló momentos sublimes en "Too many troubles" y "Full of love". Mientras el resto del mundo daba cuenta de la familiar paella sabatina, la madrugadora parroquia negra valenciana ya llevaba un rato bailando descosidamente al grito de ¡el tardeo es de cobardes! y apoyando una iniciativa hecha a su medida: refinada pero canalla, tribal y cosmopolita a la vez.

En el intermedio hubo tiempo para comprar discos de vinilo y libros, como "El hechizo del Groove", que presentó Jaime Bajo el viernes en la sesión de calentamiento, así como otros referidos a la cultura afroamericana en varias ramificaciones ya sean musicales, históricas, grafiteras o en formato cómic. Y también para comer las exquisiteces con sabor a sur norteamericano que preparó Pata Negra Restaurant, que no solo de soul se alimenta el ser humano, caray. Llegó entonces Calmoso and the Black Fang. Desde Castellón y con siete fenomenales músicos encima del escenario, C. Ramírez recitó en valenciano esa magnífica literatura cotidiana preñada de ironía, bajo elegantes capas de jazz ácido con teclado, metales y un bajo pegajoso, elástico y adherido a unas calientes percusiones. Su directo sonó más intenso, crudo y combativo que su refinado disco Fangtazztic!, que será la banda sonora perfecta para los cócteles más gamberros al borde de una piscina que ustedes se arriesguen a montar este verano.