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Entrevista

Manuel Jabois: "Escribiría una novela sobre la historia de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón"

Reconoce que en "Malaherba" hay un trasfondo autobiográfico porque como "novelista primerizo" le resulta imposible inventar otra mirada sobre la vida

Manuel Jabois: "Escribiría una novela sobre la historia de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón"

No se ha vuelto a leer su libro, ni hace click en los textos que publica diariamente. Se arrepiente constantemente. Malaherba lo escribió de carrerilla y así debe leerse, según el autor, para entrar en el universo de «Tambu» y «Elvis», dos jóvenes estrenados en la vida adulta.

En un momento donde los adolescentes están más que cuestionados, escribe en la piel de uno. ¿Por que rescatar esa voz?

Quería contar una historia de un niño que se encuentra en la frontera más importante de su vida, la de que empieza a conocer cosas que le han explicado, ha leído o ha visto pero las experimenta por sí mismo. Por mucho que te hablen del, la amistad, la muerte, los celos o el sexo, no sabes qué es hasta que lo experimentas. Ahora que se habla de los adolescentes sobreprotegidos, a esas edades, con tecnología o sin ella todo es lo mismo.

Parece que hay dos novelas en una: la que escribe con su personaje y la que se queda entre líneas. ¿Cómo se crea esa bicefalia?

Hay una escena en Actos obscenos en lugares privados en el que el niño llega a la habitación y encuentra a un amigo de papá con los pantalones bajados y a mamá con la falda subida. Le explican que están haciendo ejercicio y se va convencido de ello. Tú sabes que hay otra acción. En mi novela, «Tambu» ve la realidad que le modela el adulto. Hay un momento donde todo confluye y hay solo una realidad. Hay luz y sombras, y de repente todas las palabras tienen un significado. Ese choque es el motor del libro.

Los nombres completos cobran una relevancia especial y todos tienen un mote. ¿Por qué?

En mi clase se pasaba lista todos los días. Podría recitar el listado entero de hace 30 años. Los motes eran maravillosos y están cambiados porque los personajes son inventados y no quería molestar. Algunos son verdad como «El pijamas».

¿Qué hay de «Dani Ojitos»?

Ese sí. (ríe) Es el chico que le dio el primer beso a mi novia, y le sabía la boca a patatas campesinas. Tenían doce años y ella aún lo recuerda. Hay historias que son ciertas, las recuerdo porque mi pandilla de amigos es la del colegio y nos acordamos de todo.

¿Qué porcentaje hay de autobiografía y cuánto de ficción?

La invención es la superficie, los personajes, la familia, la acción. Autobiográfico está todo lo que late por abajo, los miedos, el sexo, la enfermedad. A la hora de describir sentimientos y emociones, me resultaría difícil como novelista primerizo inventar otra mirada. Ese rollo de «no sé si maté a papá sin querer» es mío. Puedo llorar y pensar a la vez en algo gracioso. En el libro, hay una frase sobre las drogas que me la dijo mi madre cuando le pregunté qué eran. Decía que cuando estás mal tomas pastillas para estar bien, pues si las tomas también cuando estas bien, te acaban envenenando. Hay rasgos de los hijos de amigos, el mío es pequeño. Los niños de los 90 nos parecemos más a los de los años 50 que a los de ahora.

Siempre hay una excusa para escribir sobre la actualidad. ¿No da vértigo aventurarse con un libro sin tener una excusa?

Claro, pero necesito esa excitación, aunque soy muy inseguro. Es como cuando haces una columna opinando de un tema importante, que te dices, ¿dónde vas? En lugar de quedarme en anécdotas diarias, te metes en un 'fregao' enorme. Podría no hacerlo, pero sería un periodista inane. No tengo una pulsión sensacionalista pero se cómo hacer ruido, conozco la vía fácil. Quiero estar donde está la noticia y muchas veces tienes que mancharte. Esto es lo mismo. Podría hacer una ficción, pero elegí este camino por el desconcierto que te causas a ti mismo. Escribo con total seguridad, pero con el punto final soy un dechado de inseguridades. Pensé que no valía para nada, no sabía qué necesidad tenía. La de estar vivo, supongo.

¿Ha respetado la idea original o la obra ha tomado vida propia?

Ha hecho lo que ha querido.

¿Sobre qué hecho del panorama nacional escribiría un libro?

Me gusta muchísimo la relación de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, es un novelazo. Me interesa muchísimo cómo ellos reconocen que la política puede destrozar una amistad. Para mí, no la destroza nada. Te decía que mis amigos son del colegio, las hemos tenido de todos los colores pero se ha superado todo. Me parece tremendo que un proyecto de país y un partido acaben con una amistad personal. «Lo personal es político», pues depende qué se entienda por ambas cosas. Están en el mismo barco con opiniones diferentes sobre cómo llevar el timón.

Vienes del periodismo local, de «Diario de Pontevedra», y ahora escribes en «El País». ¿Qué importa más, el debate de política general o el socavón de la calle?

El debate de política general tiene que ver mucho con el socavón. Mi abuelo era corresponsal en Sanxenxo y actuaba como el alcalde en la sombra porque cualquier queja la publicaba en el periódico y la presión política arreglaba el socavón. Pero el periodismo en el debate general son las líneas de actuación política, que está unido al problema local que tienes: quién va a tapar ese socavón y cuánto tardará.

Reivindicas el gallego en cualquier plataforma y en València, el debate sobre más o menos valenciano siempre está sobre la mesa. ¿Se necesita más nacionalismo bien entendido?

Se necesita más diversidad y reconocimiento de la lengua y cultura propia. Si España tiene esa riqueza lingüística, hay que reconocerla y hacerla parte de todos. No digo que en Andalucía aprendan gallego, pero que se considere una lengua oficial, con el derecho a hablar en gallego en las instituciones y en la Administración. No se resuelve con más nacionalismo, sino con más sentido común. Hay una idea de España que a lo mejor no tiene que ver con los toros, la sangría y el flamenco, y a mi me encantan las dos últimas, pero déjame defender otra idea de España. Escribo en castellano porque es la lengua vehicular en España y de un continente entero, pero no quiero perder la lengua de mi tierra y familia, como pasa en València o Cataluña.

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