La divisa de Valdellán lidió, por segundo año consecutivo, un gran toro en Madrid. Esta vez fue en la vigesimonovena corrida de la Feria de San Isidro, un ciclo donde los triunfos adquieren rango de autenticidad y solera. En 2018 fue «Navarro», al que Fernando Robleño cortó una oreja.

Los casi 14.000 espectadores que asistieron al festejo no se olvidarán del tercer ejemplar de la tarde, de nombre «Carasucia», número 14, cinqueño, de 587 kilos. Su lidia perteneció a Cristian Escribano y el torero de Getafe dejó marchar el triunfo de una embestida que tuvo el empuje de los riñones, la potencia de la cara humillada y la fuerza de la casta. Un obús de bravura en Madrid. Otro sueño cumplido para la única ganadería de lidia asentada en la provincia de León, en una dehesa comprendida entre los municipios de Santa María del Río, Villamizar y Villacalabueyen y arropada por las riberas de los ríos Cea y Esla.

«Ese tercer toro fue muy completo porque tuvo vibración, repetición y duración pero no fue el único que me gustó de la corrida. El cuarto también humilló y repitió, aunque tenía más dificultad en la muleta, y el quinto fue el ejemplar de más clase de toda la corrida porque hacía el avión en su embestida», asegura el ganadero de Valdellán, Fernando Álvarez, desde los corrales de la finca, donde embarcaba la corrida que se lidió ayer en Sahagún, en la que salieron en hombros Fernando Robleño y Gómez del Pilar. «La bravura de 'Carasucia' merecía el premio de la vuelta al ruedo porque su clase marcó la diferencia con ese conjunto de virtudes como la humillación, la profundidad, la prontitud o la fijeza». El toro cumplió en el tercio de varas y apretó en banderillas y, sobre la actuación de Cristian Escribano, el criador explica que «es muy difícil que alguien que ha toreado tan poco pueda estar a la altura de este toro».

Los padres de «Carasucia» ya no viven. Su madre, la vaca número 110, de quien heredó el nombre, murió de vieja pero «tenemos una hermana que ya está con los sementales». Su padre, «Pajarito», número 12, apareció muerto una mañana con dos cornadas.

El encaste de Valdellán, creado en 2002, procede de Santa Coloma, en la línea Graciliano Pérez-Tabernero y Buendía.