"El duende no llega si no ve posibilidad de muerte", aseguró el poeta Federico García Lorca en la conferencia "Teoría y juego del duende" en Buenos Aires el año 1933 y José Tomás, ayer en Granada, llevó al límite esta afirmación después de 11 meses y 23 días sin pisar una plaza de toros vestido de luces.

El torero de Galapagar ofreció una de sus mejores versiones delante de los 12.500 aficionados que se concentraron en la Monumental de Frascuelo, cortó seis orejas y un rabo frente a ejemplares de Núñez del Cuvillo, El Pilar, Garcigrande y Domingo Hernández y demostró cómo su tauromaquia viaja por debajo de la tierra y el tiempo y su valor, intacto e innato, transmite a las nuevas generaciones que se apuntan a la afición taurina de la misma forma que hace veinticuatro años, tiempo en el que José Tomás tomó la alternativa en México.

Prueba de la recíproca entrega, el respetable, enganchado y arrastrado por su mística personalidad, obligó José Tomás a saludar una cerrada ovación cuando se rompió el paseíllo.

García Lorca le cantó al torero y creador de la Generación del 27, Ignacio Sánchez Mejías; a Manolete le hacían homenajes en el restaurante Lhardy, en la Carretera de San Jerónimo, los poetas más ilustres de su época o recibía la admiración de Cary Grant; y Joaquín Sabina o Vicente Amigo también se han inspirado en la figura de José Tomás, ¿por qué? Por ejemplo, por el sitio que pisó en su segunda faena con ese apabullante valor, ese lugar sagrado que siempre fue suyo donde el ajuste dio rienda suelta a la grandeza y obligó a embestir al garcigrande.

Los verónicas de inicio fueron un homenaje a la majestuosidad del toreo pausado, a cámara lenta y los naturales nacieron con una pureza absoluta e indescifrable. Poder y temple, sometimiento y arte. Esta labor estuvo a la altura de la frase que Lorca dejó escrita en la mencionada conferencia mientras el cantaor Manuel Torre escuchaba el "Nocturno del Generalife" de Manuel de Falla: "Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende". Es decir, esos sonidos negros entendidos como el misterio y las raíces donde surge aquello que es sustancial en el arte. El duende es la fuerza de la música de Paganini y, según Lorca, que coincidió con Goethe en la misma definición, es ese "poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo es capaz de explicar".

La embestida y la muleta se fundieron en uno como exponente máximo de la armonía del conjunto. Con la pureza del trazo, la exactitud del temple y libertad del sentimiento, el torero de Galapagar llevó los naturales con toda la largura que el brazo le permitió. En el embroque lograba esa curva, esa ondulación que hace eterno el toreo tan majestuoso que, cuando se interpreta de verdad, es como ese inolvidable "Pequeño vals vienés" interpretado por la especial voz de Enrique Morente y escrito por Lorca.

Aquello que marca la diferencia en un buen poema de Lorca o en un buen cante las noches de flamenco en el barrio del Sacromonte es el ritmo. Ese ritmo, en el toreo, es reducir la embestida del toro para torear con la mayor lentitud posible. Esa dimensión tuvieron los delantales al sexto de Cuvillo y las chicuelinas del quite. El toro, falto de fondo, embistió con una brusquedad que no fue límite para cortar las dos orejas y el rabo, un tanto excesivo este último premio pero el presidente cedió ante la insistencia del público. En la muleta, el torero de Galapagar representó, sin ayuda, de la solemnidad del toreo en redondo con poder y temple, sometimiento y arte.

El primero de José Tomás también fue de Cuvillo y realizó un inmenso quite por delantales. En la muleta hubo sencillez, majestuosidad y sentimiento, sobre todo, por el pitón derecho y cortó las dos orejas tras una buena estocada.

La faena al toro de El Pilar fue menor, un ejemplar que hizo buena pelea en la única vara que recibió. Tras una estocada baja y golpe de descabello, fue ovacionado.

El rejoneador Sergio Galán, que acompañó al torero madrileño en el cartel, se mostró dispuesto en sus dos actos pero falló con el rejón de muerte. Asimismo, el empresario de Lances de Futuro, José María Garzón, que gestiona la plaza granadina también valoró el impacto de José Tomás en catorce millones de euros.

"Días como aquellos se protagonizan pocas veces en la vida", manifestó el poeta Juan Ramón Jiménez sobre las vacaciones que pasó en Granada junto a García Lorca y su familia en 1924. Eso también debieron pensar los aficionados que hicieron kilómetros hasta Granada para disfrutar de José Tomás porque el duende, en definitiva, es asumir la conciencia de la posible desgracia y proporcionar belleza con ese compromiso ético. El duende hace que las artes estén comunicadas y, de esa forma, la poesía, como el toreo, se convierten en algo tan trascendental como humano. Ya lo dijo Lorca: "Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo". Y ayer lo demostró José Tomás.