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Calandín y Don Paco

Homenaje a Francisco

Llácer Pla

palau de la música

Obras de Mahler («Adagietto de la Quinta sinfonía»), Calandín («Resonancias, tres murales sonantes para guitarra amplificada, cuerda y percusión»), Llácer Pla («Ricercare concertante para dos pianos y orquesta») y Stravinski («El pájaro de fuego»). Orquesta de València. Director: Sergio Alapont. Solistas: José Luis Ruiz del Puerto (guitarra), Xavier Torres y Marina Delicado (pianos). Lu­gar: Palau de la Música (Sala Iturbi). Entrada: Alrededor de 400 personas. Fecha: Viernes, 28 junio 2019.

El Palau de la Música no ha querido dejar escapar el centenario del nacimiento del compositor valenciano Francisco Llácer Pla (1918-2002). Cuando ya han transcurrido algunos meses del mismo, ha programado un concierto en el que su gran música, representada por el Ricercare concertante para dos pianos y orquesta que estrenó en octubre de 1988 Manuel Galduf en el mismo escenario que se ha escuchado el viernes, llegó fraternalmente acompañada por el estreno absoluto de Resonancias, tres murales sonantes para guitarra amplificada, cuerda y percusión de su discípulo y biógrafo Emilio Calandín, reconocido «hijo espiritual y artístico» del inolvidable creador del Rondó Mirmidón.

Llácer Pla, «Don Paco» para quienes le trataron y quisieron, es figura única y diferenciada de la música valenciana de su tiempo complicado. Rechazó la vena neonacionalista imperante en su entorno, y desde su «espíritu inquieto y pensamiento libre» (Josep Lluís Galiana) inventó un lenguaje propio más acorde y enraizado en las vanguardias que se cocían en la Europa de su tiempo. Cuando València y sus músicos miraban al folclore y al París post-impresionista, la mirada despierta y avanzada de Llácer Pla se tornaba a todo lo que sucedió a la Segunda Escuela de Viena. Su admirado Lutos?awski y Shostakóvich por supuesto incluidos.

Todo asoma en su Ricercare para dos pianos y orquesta, concierto correspondiente a su última fase creadora y que fue excepcionalmente servido en la dual parte solista por ese coloso del piano valenciano y español de nuestro tiempo que es Xavier Torres y por el prometedor valor en alza que es la también valenciana Marina Delicado. Uno y otra supieron catalizar sus individualidades para ponerlas al servicio de la escritura virtuosa, rica en registros y sensaciones de Llácer Pla, cuyo dominio de la escritura pianística delata su propia condición de intérprete. Al talento del bien avenido dúo Torres-Delicado se sumó el dispuesto oficio concertante del maestro castellonense Sergio Alapont y una involucrada Orquesta de València enriquecida con la excepcional intervención solista de su violonchelista Mariano García, que se lució e hizo lucir la intensidad expresiva de la extensa e inesperada cadencia que tan magistralmente introduce Llácer Pla como punto de contraste en medio del rico tejido orquestal. Brilló también con luz singular la flauta de María Dolores Vivó.

La otra guinda de la velada llegó con el estreno absoluto de esa figura inquieta e inagotable de la música valenciana que es Emilio Calandín (1958), quien tantas cualidades, influencias, rectitudes y saberes ha heredado de su maestro jamás ausente. Resonancias delata no solo una paleta creadora de experto dominio técnico, sino, sobre todo, una imaginación expresiva y musical de penetrantes matices y registros. Dedicada a Llácer Pla, los tres «murales sonantes» que la integran evocan, recuerdan y reivindican su memoria y maneras compositivas. Incluso el tema de la fuga que es el tercer y último tiempo - «Homenaje a Bach, Berg y The Beatles» lo titula su autor- arranca del propio nombre de Francisco Llácer Pla, según su libre transliteración a la nomenclatura musical alemana.

La nueva obra recorre y recrea paisajes físicos y de la imaginación afectiva de Calandín, con un arriesgado y valiente protagonismo de la guitarra, que es amplificada sin complejos y con rotunda presencia. José Luis Ruiz del Puerto, guitarrista de larga proyección y también alumno devoto de Don Paco, desgranó con solvencia solista la nueva partitura, rica en vericuetos y sensaciones acústicas. De nuevo, el violonchelo de Mariano García, ahora junto al cosolista de María José Santapau, atendió con bien interiorizada convicción el gran dúo del segundo movimiento. Homenaje y programa se cerraron con una impulsiva versión de la suite de 1919 de El pájaro de fuego, de Stravinski, en la que Alapont, maestro de activa carrera internacional, extremó dinámicas, acentos y expresión: acaso para compensar la no excelsa pero sí excesiva lentitud del Adagietto de la Quinta de Mahler que había inaugurado la sofocante tarde. El público, escaso y poblado de caras conocidas del mundillo musical valenciano y del entorno profesional, aplaudió con entendido calor lo uno y lo otro.

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