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El irrepetible Joan Monleón

Amadeu Fabregat prepara el homenaje al «showman» de mayor éxito de la historia del audiovisual valenciano a través de su Fundació - «Aquel programa fue mucho más efectivo para 'fer país' que todos los 'progres' de manual que lo ponían verde»

El irrepetible Joan Monleón

En poco más de cinco meses se cumplirán diez años sin Joan Monleón. «El día de los Santos Inocentes, como si nos hubiera querido gastar su última broma», recuerda Amadeu Fabregat, su gran amigo que prepara su homenaje a través de la Fundació que lleva su nombre.

El documental sobre su figura que dirige Àngel Martínez, con guion de Carles Gámez, producido por Bacavia Producciones Audiovisuales, Televisió de Catalunya y TVE está a punto. La televisión pública valenciana no contesta, y eso que fue precisamente en la cadena pública donde Joan extendió su carisma.

«Monleón entendió el 'alma valenciana' mejor que ningún sociólogo de carrera», sostiene Fabregat. Su show, asegura, dio visibilidad al mapa del país de forma sencilla y directa, «como un tratado de geografía valenciana, a través de elementos simbólicos como los campanarios». El primer director de RTVV explica que Monleón interconectó a unos pueblos con otros, «haciendo que el espectador de Sant Mateu supiera donde estaba Pilar de la Horadada, y que unos y otros pudieran oírse con sus variables dialectales, enriqueciendo el arsenal de la lengua popular».

«Con aquel programa, Monleón fue mucho más efectivo, a la hora de 'fer país', que todos los 'progres' de manual que lo ponían verde», dispara Fabregat. En su opinión, la progresía valenciana criticó el programa porque siempre ha confundido «la televisión con la Revista de Occidente». «Pero me pasé las críticas por el forro, como solía hacer entonces, y el show acabó siendo el mayor éxito de la historia del audiovisual valenciano». El horchatero de la avenida del Oeste se convirtió así en el personaje valenciano vivo más famoso.

Nace un programa estrella

«A mí se me había ocurrido -cuenta Fabregat- lo de la 'paella rusa' en plan irónico, y después, en las noches del Café Lisboa o del Rialto Bar, Monleón y yo fuimos pariendo la idea de un programa desficaciat y satírico, que le diera la vuelta a los tópicos valencianos».

Las primeras emisiones eran «muy cutres», reconoce, donde salía Monleón vestido de gitana cantando La Bien Pagá y cosas similares, «pero luego resultó que la gente acabó tomándoselo en serio, y entonces nosotros tuvimos que hacer lo mismo». El éxito hizo que Monleón tuviera que cambiar el programa con decorados más lujosos, aunque siempre con elementos irónicos y de segunda lectura, como las «monleonetes» o la frase inmortal de «senyora, li ha tocat la clòtxina».

«Joan Monleón se merecería una estatua en el Mercado Central, o un ciclo de sus películas en la Filmoteca, o ponerle su nombre a alguna plaza que plante falla», propone Fabregat, que extiende su recuperación a la de algunos personajes de los setenta como Rafael Gassent, Pep Laguarda o Rafa Ferrando, «cuando la realidad era real, antes de volverse líquida como la horchata».

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