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El resurgimiento de Joan de Joanes

Un estudio de los profesores Albert Ferrer y Estefanía Ferrer asegura que el valenciano fue el mejor pintor español del siglo XVI

«Adoración de los Magos», retablo de la catedral de Segorbe de Joan de Joanes. a.f.

Joan de Joanes fue el mejor pintor español del siglo XVI. A esa conclusión han llegado los profesores de la Universitat de València Albert Ferrer Ors y Estefanía Ferrer del Río tras casi una década de estudios.

Sus años de investigación, recogidos en el libro Joan de Joanes en su contexto. Un ensayo transversal (Sílex ediciones, Madrid, 2019), afirman que Joan Vicent Macip Navarro -alias Joan de Joanes (Bocairent, ?1579)-, era el artista más influyente del Renacimiento español, solo superado por El Greco, que fue un pintor de otra generación, además de cretense. «Joanes no fue el mejor pintor del siglo XVI español, pero sí el mejor pintor español del siglo XVI», sostienen, ya que El Greco realizó su producción más excelente en Toledo.

Joan de Joanes en su contexto. Un ensayo transversal dispone de un abundante aparato crítico que apoya su hipótesi -con casi 80 ilustraciones-, donde circunscribe el contexto al que perteneció Joanes entre 1472 (año de la llegada a València de los italianos Francesco Pagano y Paolo da San Leocadio) y 1578 (en el que el valenciano capitula su última obra, el retablo mayor de la parroquial de Bocairent).

Durante más de una centuria se desgrana el ambiente cultural y artístico en el que se nutrió el poderoso estilo del hijo de Vicent Macip (?1551), capaz de crear un método iconográfico propio que fue imitado por sus seguidores, como Francisco Ribalta, a quien le encomendaron copiar el destruido retablo de San Eloy en Santa Catalina de València.

Los profesores de la Universitat de València, Albert Ferrer y Estefanía Ferrer, abordan los primeros pasos de Joanes a través de algunas obras de Vicent Macip, como el desaparecido retablo del Juicio Final con la Misa de San Gregorio de la parroquia de Canet lo Roig; una tabla con idéntica temática que se expuso en el Museo del Patriarca de València; y los retablos de San Vicente Ferrer y mayor de la catedral de Segorbe (Museo Catedralicio de Segorbe), en los que el joven pintor surge como miembro del activo taller paterno.

El libro finaliza con la influencias flamencas recibidas por Joanes tras la estancia en València de Mencía de Mendoza, marquesa del Cenete, condesa de Nassau-Breda y duquesa de Calabria, después de su matrimonio con Fernando de Aragón, duque de Calabria y virrey de València; con la madurez del pintor a través de algunas de sus obras maestras que demuestran que no viajó a Italia y con el estudio de la cotización de la pintura valenciana a lo largo de un siglo, donde se verifica que Joanes -a pesar de la excelencia de sus pinturas- y sus colegas contemporáneos sobrevivieron como pudieron a las graves consecuencias de las Germanías (1519-1522), conflicto que contribuyó a hundir sus emolumentos y a seguir siendo considerados como artesanos, justamente, y por contraposición, cuando el humanismo valenciano maduraba al amparo del Estudi General y de la nobleza.

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