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Rock masivo para milenials

Leiva

Jardines de Viveros

Los entendidos dicen que el espectáculo fue técnicamente perfecto. El sugerente juego de luces, el dinámico diseño de lo que emanaba de la pantalla gigante y el sonido impecablemente calibrado dicen mucho a favor de Leiva, geniecillo perfeccionista que se mira muy mucho el resultado final de un show que no deja de ser una prolongación de su ego. Su banda está repleta de enormes profesionales que se entregaron con exquisito gusto y sinceridad en la labor de defender la música del jefe, que demuestra tener un enorme respeto por su público pese a tenerlo cautivo y postrado semanas antes de la cita, cuando se agotaron las entradas. Reconozco todo esto, pero les digo que a mí no me emocionó en ningún momento. Percibí el sonido amortiguado, romo, posiblemente por el continuo griterío y la masa humana que me separaba del escenario, y todo despedía un aroma a pastiche sin riesgo artístico, a artefacto inofensivo y desactivado.

Comenzó con tres trallazos estonianos, «Expertos», «Lluvia en los zapatos» y «Animales». Hizo especial hincapié en su nuevo elepé, Nuclear, del que me encantaron «A ti te ocurre algo», que sonó restallante y fue acogida como un himno, y la estupenda «Lobos», que pusieron a rodar con potencia e intensidad. Hubo tiempo para sus nuevos clásicos, como la contemporánea «Guerra mundial», de poderoso estribillo, «Los cantantes», rocanrol tradicional y vibrante y «Miedo», que quedó chula con su sección de viento y su ritmo pegajoso y festivo. Rondando la primera hora, después de la tierna «Sincericidio», el repertorio comenzó a flaquear y yo me aburrí soberanamente. Se acumularon medios tiempos y baladas y me sentí por un momento fuera de lugar, como una presencia incómoda que sólo estaba allí para entorpecer las grabaciones en vídeo de los incontables teléfonos que relucían en alto. «Godzilla», «Electricidad» y «No te preocupes por mí» me dejaron frío. Y para canciones sobre el talego con cartas, sangre y desesperación prefiero «Desde el jergón» a «Vis a vis». Intentó remontar con las eficientes «Como lo tienes tú" y "Terriblemente cruel», para terminar conmoviendo con dos de Pereza, «Estrella Polar» y «Lady Madrid».

No disfruté, pero entiendo que conectara emocionalmente con las cinco mil personas que abarrotaban el recinto, sobre todo con aquellas que por su corta edad carecen de referentes y miran cualquier cosa con ojos nuevos. Había cientos de jóvenes que, sin haber cumplido los veinte se enfrentaban a su primera velada de rock con ilusión y se divirtieron de una manera colosal, cantando y sintiendo con hondura todas las canciones del artista madrileño durante las dos horas que duró el espectáculo. Coplas con maña, pero procesadas para ser digeridas por cualquier estómago, sin esfuerzo, sin espinas, sin desafío ni provocación. Con el móvil en la mano y una sonrisa en la cara. Y siendo esto una tozuda muestra de cómo está el patio, igual que hizo Leiva, yo les gradezco que eligieran un concierto de rock entre toda la oferta de ocio que hay hoy por hoy en València. Y que ojalá lo hagan muchas más veces.

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