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Exposición

Testigos silentes de la historia de València

El Museo de Bellas Artes reúne una veintena de esculturas que la Real Academia ha prestado a la Universitat Politècnica

Dos de las 18 réplicas de esculturas clásicas que forman la exposición «Gypsum, formant artistes» en el Museo de Bellas Artes. fernando bustamante

El Museo de Bellas Artes de València reúne hasta el próximo mes de octubre cerca de una veintena de piezas escultóricas que, desde el siglo XVIII, han sido testigos mudos de la historia de la ciudad.

El torso de Belvedere, de Apolonio de Atenas; el Discóbolo de Mirón; el Esclavo moribundo, de Miguel Ángel o la Venus de Milo son algunas de las 18 réplicas de esculturas clásicas que forman la exposición «Gypsum, formant artistes» en la Sala Ribalta de la pinacoteca de la calle San Pío V.

Organizada por la Universitat Politècnica de València (UPV), la muestra exhibe estas obras que pertenecen a la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de València, aunque cedidas por esta entidad a la Facultad de Bellas Artes desde sus orígenes para el estudio de los alumnos. Fueron realizadas, no obstante, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) o adquiridas en el extranjero.

En algunas de ellas, como el Esclavo moribundo o la Venus de Milo todavía se pueden observar restos de pintura de colores procedentes de las revueltas universitarias de los 70, explicaron ayer durante su presentación los comisarios de las muestra Susana Martí y Ricardo Forriols. Estuvieron acompañados por el vicerrector de Cultura de la UPV, José Luis Cueto, y la gerente del museo, Adoración Rufino, ante la ausencia de director, plaza que se encuentra en concurso público. Otras, añadieron, sufrieron en su momento, las dañinas consecuencias de la riada del 14 de octubre de 1957.

Estas piezas habitualmente se encuentran en las aulas de la Facultad de Bellas Artes y con ellas trabajan los alumnos. Esta es la primera vez en cerca de 50 años que todas ellas salen juntas de las clases para «poner en valor el patrimonio escultórico de la ciudad», dijo Forriols. Además, estas piezas «han servido para formar a los artistas» de distintas generaciones de la universidad valenciana. Los comisarios explicaron que la intención de esta exposición es, también, que los estudiantes vayan al museo a dibujar estas figuras. «Cuando los alumnos viajan visitan los museos, pero no lo hacen en su propia ciudad», lamentaron, al tiempo que hicieron un llamamiento para que los jóvenes acudan al museo valenciano.

Martí explicó que el material de las obras es yeso (en latín, gypsum) y destacó de él su «delicadeza» y porosidad. De ahí los restos de esos actos vandálicos, restos de suciedad -pese a que se limpian y restauran con asiduidad- o pérdida de partes del cuerpo. Cada año, recordó Cueto, más de 500 alumnos de la UPV dibujan sus formas, escorzos, gestos y miradas «intimidantes».

Los responsables de la muestra avanzaron que para octubre están previstas unas jornadas en la que investigadores de toda España tratarán de ampliar los datos sobre esta colección estatutaria, su historia y particularidades, así como sus exigencias de conservación y restauración.

«Convicción política»

Respecto a la ausencia actual de director, Cueto, aunque no quiso dar «consejos» a quien acceda al puesto, sí apuntó aspectos que consideró básicos a tener en cuenta. Entre ellos, el miembro del patronato del museo y también del Consejo Rector del IVAM, priorizó la «necesidad de una convicción política» de convertir el museo en «actor principal de la cultura valenciana» así como tener un presupuesto «ajustado a su grandeza». Destacó también la «urgencia de autonomía del museo», concluyó.

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