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Tribuna

La naturalización del acoso sexual

Cada vez que voy al médico o a entrenar, me tienen que tocar. Me tocan y yo no quiero que me toquen, pero me duele el cuerpo. Es duro, intentamos superarlo pero lleva un tiempo. Lo superaré pero es difícil. Soy fuerte». Estas son las palabras de Simne Biles, una de las gimnastas que denunció a su médico deportivo en la federación de gimnasia estadounidense, condenado a casi 200 años de cárcel por abusar de más de 150 gimnastas a las que muchos se atrevieron a cuestionar sus testimonios.

Hace unos días, saltaban a la prensa las denuncias por acoso sexual de nueve mujeres al tenor Plácido Domingo y son muchos los que, directamente, se han lanzado a cuestionarlas e incluso algunos medios, a insultar a la única de ellas que se ha atrevido a dar la cara, en lugar de aceptar la palabra de estas mujeres como algo veraz.

No seré yo quien dictamine si el tenor es culpable o no. Para eso está la Justicia. Pero no deja de sorprenderme cómo se naturaliza el acoso sexual por parte de la sociedad.

Ainoa Arteta decía el miércoles en unas declaraciones que a ella «también el cantante le había hecho propuestas pero no le pasó nada cuando le dijo que no porque ella es una mujer fuerte a la que no para nadie».

¿Y por qué no nos preguntamos por qué denunciar depende de la fortaleza de las víctimas? Una vez más la responsabilidad recae en nosotras que, además de agraviadas, tenemos que convertirnos en heroínas dispuestas a superar, no solo la situación propia de una agresión violenta, sino el cuestionamiento de la propia sociedad.

Cuando se habla de este caso, muchos comentan que ya lo sabían, o sea, era conocido que Placido Domingo, presuntamente, acosaba a algunas de estas profesionales; términos que él tampoco niega, sólo parece justificarlos diciendo: «las conductas comunes de otras épocas son muy inadecuadas a día de hoy». ¿A nadie de los que, supuestamente, lo sabían se le ocurrió denunciarle? ¿En qué mundo vivimos para que hayamos normalizado este tipo de conductas y se las justifique?

Estas mujeres han tenido que terminar su carrera profesional para atreverse a denunciar y no he leído aún que nadie se plantee por qué, cuando en esta realidad subyace, una vez más, el poder de los lobbys siempre manejados por el patriarcado.

A pesar de lo que le pueda parecer a algunos políticos y políticas de la derecha, el feminismo no pretende crear ninguna tiranía ni condenar a inocentes: eso lo determinará un juez o jueza. Pero es nuestro deber no permitir el blanqueamiento de conductas machistas que agreden a la integridad y libertad de las mujeres.

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