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Andy Cartagena sale por la puerta grande de Requena con cuatro orejas

Julio Benítez, El Cordobés da una vuelta al ruedo tras la lidia del quinto, el mejor astado de la tarde

El nombre propio de la tarde de ayer en Requena fue el del rejoneador valenciano Andy Cartagena tras cortar cuatro orejas. No abrió plaza, como sí que estaba previsto, porque los torileros se confundieron de toro en el primer acto pero en la lidia del segundo de la tarde, un animal despuntado reglamentariamente para rejones, levantó el ánimo del respetable. Un puyazo de castigo fue suficiente para cambiar el primer tercio. En banderillas cabalgó a dos pistas con entrega y dejó piruetas de altura. La pureza con la que el caballo citó al toro también fue una bandera que enarboló durante toda la tarde. El penco mallorquín, de nombre «Humano», realizó piruetas extraordinarias que acabaron de convencer a la parroquia y con el lusitano «Picasso» puso banderillas cortas y dejó un rejón trasero y caído para pasear las dos orejas.

El cuarto de la tarde devolvió el orden al festejo. Salió un anovillado toro para rejones y se movió con facilidad. Cartagena templó a su oponente con las ideas claras y la entrega como armas principales de su quehacer. El jinete de Benidorm fue todo corazón a lomos de «Banderas», un albino de procedencia lusitana que se levantó en dos ocasiones con dos patas y despertó la emoción del público. Un par a dos manos y sin cabezada sobre la montura «Jinocente» fue otro punto álgido de su faena. Un buen rejonazo final puso, de nuevo, las orejas en sus manos.

El quinto de la tarde fue el mejor astado del festejo porque fue un animal con una clase a raudales y las virtudes de la profundidad y el ritmo. Julio Benítez, «El Cordobés», que se anuncia en los carteles como su padre y que debutaba en Requena, realizó una labor a la altura de esa condición. Empezó de rodillas y terminó con el «salto de la rana» que inmortalizó para la historia su progenitor. El Cordobés llevó largo y templado al animal pero no utilizó bien el verduguillo. El sobresaliente de la tarde, Enrique Martínez, «Chapurra», realizó en este toro un quite a la verónica.

Benítez, en su primero, quiso más que pudo en una faena donde el toro no ayudó en ningún momento. Al natural dejó lo más lucido de su labor porque supo engancharlo bien y sujetarlo para que no claudicara de manos. Pinchó hasta tres veces y tuvo que hacer uso del descabello. Sonaron hasta dos avisos y su puntillero ralló el bochorno.

Duque volvió a su plaza después del triunfo en la Feria de Julio. El espada valenciano muleteó al primero de la tarde tras un quite elegante por chicuelinas. El animal, muy falto de fuerzas porque claudicaba de manos cuando le exigía, no respondió a una faena armónica y limpia. Duque supo administrar con inteligencia al animal y dejó un final de rodillas con sentimiento y arrebato. Pinchó hasta tres veces y escuchó una ovación cariñosa de su pueblo.

El sexto fue el animal más serio del encierro, aunque feo y destartalado, pero también el más manso de comportamiento. Jesús Duque brindó su faena a José Pacheco «El Califa», y lo pasó por ambos pitones. Dejó una gran estocada.

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