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Camilo Sexto, el hombre que cantaba como Dios

No hubo otro "Superstar" como el artista alicantino, con esa voz y esa presencia física, capaz de componer tantos hits en una larga carrera

De izquierda a derecha, Nacho Artime, Ángela Carrasco, Camilo Sesto y Marta G. Sanabria, en la escuela de Ángela Carrasco, en Madrid.

Intentaré ser objetivo. Otra cosa muy diferente es que lo consiga.

Suelo quejarme amargamente de esa maliciosa frase lapidaria de 'Rasputín' Rubalcaba con aquello de que "España entierra bien". Qué va, en absoluto. España habla divinamente de sus muertos. Pero los entierra fatal.

Con el malvado Rubalcaba sí hubo una excepción, tal vez para lavar conciencias. Y lo pasearon por el pasillo de los pasos perdidos del Congreso antes de que descansara en paz.

Creo que, por lo demás, que lo que sí hacemos con gran naturalidad es tirar de diccionarios a la busca de virtudes y aptitudes desconocidas del difunto.

Por el contrario, los franceses sí saben enterrar a sus mitos e ídolos como nadie. Recordemos el funeral de estado de Johnny Haliday hace no tanto. Duelo nacional. Plañideras por todo el país. Luto de no sé cuántos días. Pérdida de un personaje muy discutible como si fuera el puro símbolo de la imbatible cultura francesa.

Pero no hace falta ser muy objetivo para llegar a la conclusión de que Johnny no le llegaba ni a la suela de los zapatos de nuestro gran Camilo. No hizo nada memorable si lo comparamos así, a cara de perro, con nuestro ídolo.

Ahora explicaré sus logros.

¿Y qué hacen nuestras fuerzas políticas? Unos twitters ramplones a más no poder, llenos de tópicos, escritos seguramente por ineptas secretarias y sin el más mínimo sentido del decoro de quien nos ha dejado.

¿Y qué hacen con su cadáver? Exponerlo durante unas horas en la SGAE, una casa que ya no es de casi nadie, para que algún alma caritativa y piadosa pueda decir que hubo un último adiós.

Camilo Sesto se merecía y merece mucho más.

Para empezar, cantaba como Dios. Ese duelo de la oración del huerto de Getsemaní entre Dios y Dios, o sea Jesucristo, pasará a la historia. Esa es la esencia pura de este Superstar que humaniza en 6 minutos a Jesucristo en un ajuste de cuentas con su Padre Dios que nos crea una divina sensación seas creyente o no.

Fue ese duelo lo que más atrajo a Camilo Sesto a una aventura casi imposible y tan poco aconsejable por su grupo de gurús y asesores discográficos. ¿Camilo Jesucristo? Pero si no tiene voz ni presencia. Sólo es un tío guapo, eso sí, para fans en busca de ídolos.

Y no me costó tanto convencerle de que fuera Jesucristo porque él mismo creyó que podía hacerlo. Y como nadie creía en él, él sí tenía otra peligrosa condición: tenía que pagar un precio por esa osadía. Un pastón en la producción, amén de no ponerse sueldo en 5 meses de trabajo en el teatro. Y con 10 funciones semanales, una brutalidad comparadas con las 7 u 8 que hacen en el mundo.

Y pudo con todo.

Hablo preferentemente de este Superstar porque fue un hecho clave para muchas cosas. El teatro musical que tanto amamos y ahora tan en boca de todos, tuvo en "Jesucristo Superstar" un momento clave. O un después. Fue el primer musical rock que vimos, sin copiar a ninguna producción mundial como nos obligan a hacer ahora, y con un rotundo triunfo.

La inversión de Camilo fue mínima comparada con lo que ganó a partir de ese triunfo. Y el respeto. Y la seguridad en sí mismo. Y lo que aprendió como cantante, como showman, como ídolo, como pisar un escenario, como manejar su prodigiosa voz.

Camilo cantaba como Dios, insisto, y él mismo lo ignoraba. Ni se lo imaginaba. Yo fui también, aparte de compartir con Jaime Azpilicueta la traducción y autoría de la versión española, el productor ejecutivo del famoso LP doble grabado durante 4 meses en Madrid.

Tarea de titanes para semejante producción con estudios sin apenas medios y con prisas acuciados por el estreno del espectáculo en el teatro Alcalá. Camilo graba su famoso Getsemaní y la decepción fue absoluta. ¿Quién se atrevería a decirle que aquella página gloriosa iba a quedar así? Nadie, por supuesto.

Pero Camilo llegó al teatro a ensayar mientras yo continuaba con las mezclas del disco para que saliese al mercado en cuanto se estrenara el show. Y fue descubriendo su voz. Fue ampliando los registros. Se sorprendió de un falsete que jamás se imaginó poseer.

Y cuando llegó la noche del estreno y cae de rodillas al final de esa oración del huerto y el teatro brama y se pone en pie, nació un dios del pop que llegó muy lejos. Pero que pudo llegar a donde quisiera porque era un superdotado. Y en todos los sentidos.

Se fue de Alcoi siendo un chaval a ganarse la vida en Madrid. Que yo recuerde, apenas sin estudios. Ni musicales, ni vocales, ni literarios. Y, sin embargo, es un estimable, o muy estimable, letrista y compositor. Hay muy escasos ejemplos, no me viene a la memoria ninguno, de un superstar con esa voz y esa presencia física capaz de componer tantos hits en una larga carrera. Hits que aún siguen en las listas de Youtube compitiendo con los hits de hoy. Un milagro de supervivencia que habla de su star quality.

Los clics para visitar "Getsemaní" pasan de 50 millones. Insólita cifra para una canción de hace casi 50 años y aparentemente no tan comercial.

Sus ventas de discos, sus conciertos, sus actuaciones en televisión que tan bien quedaban por su telegenia y su entrega, marcan época. Memorable su parecido con la idea que nos transmitieron de Jesucristo. Y memorable cuando vestía impecable un smoking negro convertido en el crooner más chulo del mundo.

Camilo fue un Superstar digamos latino. Si hubiera caído en manos de un manager inteligente o de nivel internacional, y aprendiese inglés, creo que sería un Superstar de fama mundial al nivel de cualquiera que se nos ocurra. Lo tenía todo.

Menos palabra. No puedo perdonarle su deshonestidad con el grupo que hizo de él otro artista con Superstar. Se estrenaba "Evita" y habíamos quedado, de palabra, cierto, en que el día 1 de septiembre de 1980 empezaríamos a ensayar el otro gran musical de moda en el mundo con Paloma San Basilio.

No se presentó. Y ni él ni su nefasto manager quisieron darnos explicaciones. Menos mal que mi amistad de años con Patxi Andión nos llevó a que hiciera de su Che Guevara una creación memorable.

¿Qué hubiera hecho Camilo con ese Che que Antonio Banderas hizo en el cine con Madonna?

Camilo no volvió al teatro, aunque sí quiso intentar por su cuenta y riesgo una aventura con "El Fantasma de la Ópera". Incluso grabó el disco completo sin ninguna garantía. Cuando fui llamado para tratar de arreglar el desastre, ya era tarde.

Y en una escena imposible, por supuesto, sí que me hubiera gustado presenciar ese duelo de Dios a Dios donde fuera. Ese chico que lo tuvo todo para ser Dios y cantar como él, qué le diría al pedirse cuentas. ¿Quién hizo más?

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