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Adiós a propuestas arriesgadas pero necesarias

Lázaro y Nomembers

Veles e Vents

Despedida y cierre de la promotora de conciertos Pita Sound Prom a lo grande y con un cartel para gourmets, cosa nada sorprendente para los que conocen la desafiante y, a veces, ingrata labor que durante seis años María Carbonell ha venido realizando en València: descubrirnos bandas que se alejan de patrones más o menos habituales, incluso para la escena independiente; generalmente músicos con un pie en las vanguardias sónicas, con un impacto ciertamente minoritario, pero con un valor artístico insoslayable. Carbonell afrontó el riesgo con coraje, fe y toneladas de ilusión. Perdiendo para que otros ganáramos. Por amor al arte. Así que la fiesta del viernes tenía un sabor agridulce, mezcla de cariño, agradecimiento, pena y rabia pese al menú delicatesen que la jefa nos había preparado para decirnos «ahí os quedáis, que yo ya he cumplido». Con creces. Gracias, María.

El primer plato, servido por Nomembers, consistió en un ensueño profundo y reverberante, con desarrollos largos y tranquilos que levantaron un clima denso con punzantes ecos de guitarras y voces rebozadas con capas de cálido pero tenso sosiego. Con un sonido deudor del dream pop, los alcoyanos hendieron su propia neblina melódica con una hermosa pero inquietante «No viureu en pau» y con la estupenda «Somriu», fiel reflejo de la atmósfera envolvente de su cuidado primer disco. Acabaron en alto y a todo volumen con «Cançó de nit», adornada por un fliscorno.

El plato principal de la velada llegó desde Madrid. Con tres largos en el mercado, Lázaro aúna en sus conciertos ambición, dinamismo, energía y una música plena y rica en matices, aspecto muy loable éste último, ya que sus discos muestran una producción impecable. Con una propuesta actual, aunque con visos de los ochenta más eclécticos y elegantes, desplegaron sobre el escenario sus ritmos heterodoxos y mestizos, apoyados en unos recursos abundantes pero muy bien gestionados. A través de sintetizadores, ukelele, batería acústica y electrónica, pedaleras en bajo y guitarra y variadas percusiones ofrecieron un lenguaje original y casi siempre bailable. El show se completaba con unas letras bien escritas cuyo dramatismo se veía reforzado por la presencia y gesticulación de Nieves Lázaro. La apasionada intensidad de canciones como «Planeta A», «Bestias de la guarda», «Nada nunca» y «Pigmalión» dieron brillo a un bolo rebosante de calidad, como siempre fue norma de Pita Sound.

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