Algemesí recuperó ayer sus novilladas picadas después de las dos clases prácticas del inicio de semana. Un encierro salmantino del Puerto de San Lorenzo fue el elegido para la ocasión, pero no estuvo a la altura de una feria como la Setmana de Bous.

El primero del festejo salió un tanto afligido y descoordinado de chiqueros. Tomás Rufo, que sustituía a Victor Hernández y que llegaba al palenque de la Ribera con buen ambiente tras triunfar en Madrid este verano, tiró de oficio para aprovechar la media embestida de su oponente, un tanto descompuesta y floja en los primeros compases de faena pero que acabó afianzando el novillero a base de temple, suficiencia y firmeza. Lo más lúcido llegó por el pitón derecho, por donde gobernó al ejemplar y logró cierta profundidad en el trazo del muletazo. Al natural también hubo ajuste y seguridad para redondear una labor que finalmente emborronó con el estoque y fue silenciado tras recibir un aviso.

El cuarto de la tarde era un toro por su remate. Su embestida fue áspera y por el pitón izquierdo protestaba todavía más. Rufo volvió a meterlo en el canasto a base de oficio y dejó constancia de que es un novillero maduro por la claridad de ideas y la solidez en sus formas. Unas luquesinas parecieron un buen epílogo para lograr un apéndice pero se volvió a liar con la espada y mató al tercer intento tras un recado presidencial. El novillero fue silenciado y el novillo, pitado.

Alejandro Mora se echó agua en las muñecas antes de que salieran sus novillos como si engrasase las mejores armas para torear bien, aunque tuvo pocas opciones en su lote. Al natural se sobrepuso a un ejemplar complicado que tuvo poco virtudes. Con un toque fijador en la muleta, muy corto y cruzado el cite, Marcos aprovechó lo poco que tenía dentro el astado y, tras media estocada en el sitio, fue silenciado.

El cuarto de la tarde le gustó al novillero extremeño por su calidad a pasar de su evidente falta de fortaleza. Muy decidido, con un toreo a media altura y aprovechando la inercia de la querencia del animal en tablas, hilvanó naturales de mérito y, tras una labor inteligente en la que no hubo violencias ni crispaciones, paseó una merecida oreja.