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Literatura

La novela de los conejillos de indias del "baby boom"

El valenciano Álvaro García Hernández debuta en novela con "Enero y tú desnuda" - El escritor retrata las desventuras de la generación de los noventa, "la primera a la que engañaron"

Álvaro García Hernández, ayer en València. m.á. montesinos

Es difícil encontrar voces nuevas en el panorama narrativo español. El valenciano Álvaro García Hernández brota con fuerza con Enero y tu desnuda (Alianza), una novela que retrata el desgarro de una generación.

«Me pasé la mitad de mi vida haciendo lo correcto: -escribe García Hernández (San Antonio, 1976)-, estudié la EGB, el BUP, el COU, el selectivo, la universidad, la oposición, el Volkswagen Golf, la hipoteca con cláusula suelo, el piso residencial con piscina y para llegar a fin de mes tenía que tirar de tarjeta de crédito».

Tras el diagnóstico aplica el bisturí: «Mi generación entera está jodida. Fuimos el baby boom de los setenta; por nosotros construyeron esos colegios de caravista rojo. En verano llenábamos las calles de los pueblos. En el instituto éramos treinta y uno en clase. Cuando llegamos a la universidad, alquilamos todos los pisos. Cuando nos dio por salir de fiesta, éramos tantos que hasta creamos la maldita ruta del bakalao. Lo malo es que todo aquello acabó. Como éramos tantos, cuando nos fuimos a comprar pisos, creamos una burbuja inmobiliaria».

Y remata: «Y lo peor fue que, cuando nos mandaron a todos al paro éramos tantos que fue una crisis». Esa estampa la cuenta Enero, el protagonista de nombre peculiar, un chico de los noventa que su vida se torció y acabó recluido en un psiquiátrico. Tras el alta, su supervivencia se ve trastocada por la presencia de una okupa millenial en el piso de enfrente. Sostiene que han sido los «conejillos de indias» de esa generación, «experimentaron con nosotros».

Enero es un «héroe que ha sobrevivido a ser héroe y no lo recuerda», sostiene García, un escritor premiado en la literatura infantil y juvenil que con Enero y tu desnuda debuta en la literatura «de adultos». La novela recurre a la personalidad multipolar del protagonista. Los lunes viaja en tren a su pueblo despoblado, los martes acude a un geriátrico para estar con los ancianos, los miércoles arroja ratas muertas con una catapulta a la piscina de su ex, los jueves entrena kárate, los viernes colapsa el tráfico con un tractor, los sábados es tertuliano radiofónico y los domingos descansa porque es una planta.

Tomadura de pelo

«Enero está escrita en cuatro semanas, ni había pensado el personaje», confiesa. Asegura que «todo lo que soy», está en el libro. «Tengo 43 años, mi generación es la primera a la que engañaron, nos dijeron estudia y saca buena nota en COU que vas a tener la vida resuelta, y somos la primera generación que va a vivir peor que sus padres». Esa sensación de tomadura de pelo la refleja Enero, «con histrionismo, pero como parte de esa lucha generacional».

Por eso el choque de generaciones entre el representante del baby boom y la chica millenial. En la novela apunta que a Enero lo habían programado para memorizarlo todo, mientras que todo lo que la chica aprende está en youtube. Álvaro García conoce ese contraste como profesor.

Enero genera simpatías y antipatías. Para los que estén divorciados, las escenas sobre su ex son inolvidables, igual que sus visitas a la residencia de ancianos. En cambio, el colapso del tráfico con el tractor genera toda la aversión.

Las referencias a Mayra Gómez Kemp, Fernando Esteso o Andrés Pájares, el Equipo A, Los Héroes del Silencio buscan la disparidad generacional. El final es muy canalla. «Nos dicen que para vivir bien tenemos que estar muy endeudados, vivir en ciudades y no mantener un nivel de vida que nos prometieron. Es una huida, y también un beatos ille, un clásico de la literatura».

Lo más raro es que Enero también habla afgano. «Es algo de nuestra generación, igual que vimos la guerra de Irak, tenemos esas referencias». La mezcla de speed con diazepam también es muy cercana. «¿Por qué tenemos que avergonzarnos de la ruta del bakalao? Es nuestra, la creamos nosotros, los valencianos podemos reivindicarla. Y la mezcla de drogas ilegales de aquella época y droga legales de ahora también es una denuncia de la medicalización de la vida».

«No he vuelto a escribir nada después de Enero», confiesa, como autor satisfecho.

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