El escritor Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) aseguró ayer en València que «es la ignorancia lo que me lleva a escribir, para entender lo que ocurre; cuando acabo una novela y no llego a ninguna conclusión, empiezo la siguiente».

Así lo explicó el autor de La verdad sobre el caso Savolta (1975) -su primera novela publicada- que ayer fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional de València (VIU). El acto tuvo lugar en el Palacio de la Exposición y contó con la presencia del presidente del Grupo Planeta, José Creuheras; la directora general de Cultura, Carmen Amoraga; el concejal Giussepe Grezzi o la portavoz del Grupo Municipal Popular de València, María José Català, entre otros.

Durante su discurso -que no quedó exento, pese a la solemnidad el acto, del sentido del humor que caracteriza al escritor- Mendoza alertó de los peligros a los que se expone cualquier escritor: vanidad, engreimiento, pereza y desidia. Frente a la vanidad, explicó que cualquier narrador debería desear que sus personajes tengan vida propia y que no se le vea a él, algo que buscaron tanto Cervantes como Pío Baroja en sus novelas, y que él mismo ha pretendido hacer en su última obra publicada, El rey recibe.

Sin embargo, recibir la distinción de la VIU supone para él cierta «contradicción» con ese deseo de invisibilidad, pero dijo sin tapujos que en esta ocasión iba a «gozar de todas las vanidades y jactancias» de las que ha intentado privarse. Además, aseguró que los reconocimientos son «muy buenos para el escritor de ficción», que trabaja «a solas y casi a oscuras» y «siempre con la incógnita de si lo que hace tiene algún sentido o no tiene ninguno».

Mendoza -cuyo padrino en el acto fue su amigo y poeta Pere Gimferrer- recordó que el libro Tarzán de los monos - «de una incorrección política extraordinaria hoy en día, influyó muchísimo en mi carrera por ser el despertar de la literatura y la fantasía». Explicó al respecto que «no lo leí yo, sino que me lo leyó mi padre. Creo que esa de las pocas funciones que corresponden a un padre: leer un poquito a los hijos hasta que les llegue el vicio de la lectura».

Sobre este sentido educativo, y pese a estar en un acto académico superior, el autor de Sin noticias de Gurb, consideró que la universidad española «se ha convertido en una máquina que funciona un poco por inercia, que no siempre está a la altura de las necesidades» y por tanto, debería ser objeto de una reforma, aunque admitió que no tiene «la menor idea de cómo se soluciona eso».

Tampoco escatimó en dar su opinión sobre temas políticos. «No se puede meter a todos en el mismo saco» pese a que hay motivos «de decepción y desilusión» respecto a la clase política. «Pero eso no quiere decir que todos sean iguales, que da lo mismo quien mande, que va a ser igualmente un inútil y un sinvergüenza. No es verdad y vamos a hacer el juego a los inútiles y sinvergüenzas si pensamos así», señaló.

Sobre el característico fino sentido del humor y la ironía que caracteriza su narrativa, el autor catalán reflexionó que «las cosas nunca están para muchas risas porque siempre pasan cosas trágicas y a cada uno le toca aguantar su vela, pero el humor está ahí y es una manera de estar en el mundo». Y añadió: «No hay que estar todo el día riéndose a carcajadas porque eso lo hacen los tontos, pero sí poner un poco de humor de vez en cuando no sobra».

«El negociado del yin y el yan»

Mendoza, que ha recibido premios como el Cervantes o el Planeta, avanzó que la semana que viene saldrá su última novela, El negociado del yin y el yang, título que continúa la serie iniciada por El rey recibe (2018).