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Crítica musical

Para todos los públicos

Para todos los públicos

Lleno absoluto en el Auditorio del Palau de les Arts, para un concierto que el Ayuntamiento valenciano ofrece gratuitamente a sus ciudadanos con motivo del 9 d'Octubre. Las 1.500 localidades (un 12% menos que en la sala Iturbi) no fueron suficientes (pasa todos los años) para acoger a un público fundamentalmente «senior», que escuchó muy atentamente y en silencio ejemplar todo el programa.

Con un repertorio «apto para todos los públicos», el maestro Ramón Tebar salió seguro y decidido con un programa ganador. Para la cuota valenciana se escuchó Los gnomos de la Alhambra, de Ruperto Chapí, pieza prescindible a pesar de su empaque sinfónico (con ampulosas sonoridades que remiten a compositores de moda a finales del XIX como Wagner o Verdi). Posiblemente hubiera algún descuido en los metales lo cual no impidió que todas las secciones de la Orquesta de Valencia tuvieron su momento de lucimiento. Habrá que esperar a próximas entregas en esa nueva sala, de manera que músicos y maestro encuentren el equilibrio necesario para extraer matices y texturas convenientes a la nueva arquitectura. Los metales, en especial, deberán ser objeto de un mayor control dinámico y no sobresalir, cuando no lo demande la partitura, del tutti orquestal.

La Alborada burlesca, de Vicente Asencio es un ballet que el autor conformó en base a varias de sus piezas para piano. La orquestación crea de inmediato una atmósfera propia y por momentos se desprenden ecos de su admirado Manuel de Falla. Tebar estuvo preciso en el ritmo del Tango (un 2/4 y no un 5/8 como a veces se interpreta). Asencio es un autor muy conocido en su catálogo para guitarra en todo el mundo, por lo que merecería la pena difundir a gran escala su repertorio vocal y, como no, sus magníficas Danzas valencianas para piano.

Enfocado al impacto y al aplauso inmediato, Tebar eligió para la segunda parte el primer y brillantísimo Vals Mephisto, de Liszt, el anodino poema sinfónico Una noche en el Monte Pelado, de Mussorsgki y las seductoras Danza macabra y Bacanal, de Saint Saëns, cuatro obras infalibles que fueron caldeando el ambiente y que calaron en la sala merced a la generosidad de la orquesta. Mucho aplauso reconociendo las intervenciones solistas de varios profesores y en especial para el concertino Enrique Palomares, en su intervención de la Danza Macabra, con un inoportuno sonido de un furtivo móvil.

Quizá para futuros conciertos de este tipo podrían incluirse la espectacular Obertura y la Masquerade, de La viuda valenciana, ópera de Khachaturian, la Danza valenciana, del ballet Escales, de Jacques Ibert o incluso las Seguidillas, de José Iturbi. Tienen mucho más que ver con lo nuestro.

Como es de rigor, la sesión culminó con el Himno a València, de Serrano, para el que, ante la ausencia del tenor habitual y del Coro, Tebar se dirigió al púbico en castellano (¡¡¡) para que se uniera en la parte vocal, resultando lo mas emocionante de programa junto al impecable solo de Javier Barberá, a la trompeta.

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