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Bruno Lomas, el rockero añorado

Una nueva biografía del artista de Xàtiva pone en valor su papel como pionero del rock en España, intérprete excepcional y compositor a descubrir

Bruno Lomas, el rockero añorado

Dice Daniel Sales, «seguidor cabal» de Bruno Lomas, que cuando se plantea la importancia del músico de Xàtiva como auténtico pionero del rock'n'roll en España, no sale del asombro al pensar en el olvido al que le han sometido los musicólogos y «rockólogos» del país. «Es como si un antropólogo obviara la existencia de un homínido que ya fabricaba relojes antes de que el Homo sapiens zarandeara los árboles para recoger bayas».

Pero no todos los musicólogos y «rockólogos» son iguales, y seguramente ninguno puede unir el nivel de erudición, la capacidad crítica y la pasión que muestra Vicente Fabuel en Bruno Lomas. Tu me añorarás, la biografía musical del rockero valenciano que acaba de publicar la editorial Milenio (y que incluye la comparación antropológica del «cabal» Sales).

Fabuel, copropietario de la tienda de discos Oldies, ha escrito este libro para eso, para poner en su sitio a un rockero pionero, instintivo y genial que, tras alcanzar el éxito en la década de los 60, ha pasado demasiado tiempo como una figura secundaria en la historia de la música popular en castellano. «Escribes un libro así porque crees que debes de hacerlo -señala Fabuel-. Da mucho trabajo y el beneficio económico es ridículo, pero tengo una herida que comparto con muchos aficionados a la música: a este hombre no se le ha reconocido nada». «Tuvo sus años de éxito, llego a ser una figura nacional, era un buen rocker, su imagen era fantástica, en el escenario era el mejor...-añade-. Pero también era un tarambana y finalmente ha pesado más eso que todo lo demás».

El libro de Fabuel es una «biografía musical», que repasa todas las fechas y momentos claves de su vida, desde su nacimiento en Xàtiva en 1940 hasta su muerte en 1990 cuando se dirigía a un concierto en Llíria y colisionó a la altura de Albuixech contra un camión aparcado en el arcén. Fabuel habla de la epifanía musical de Bruno en una València que fue «puerto franco» para los nuevos sonidos que llegaban de Estados Unidos, habla de Los Milos, de su viaje a Francia y sus conciertos en el Olympia, de los festivales, de sus discos, de sus ideas políticas, de su decadencia, de la sordidez de sus conciertos de los 80, de sus malas compañías, de los intentos de resurrección y del olvido. Pero, sobre todo, habla de música «Lo básico para escribir el libro ha sido escuchar todos sus discos, con cariño pero con espíritu escrutador. En las cara B de Bruno dejaba auténticos mensajes de auxilio. Ojalá nos hubiera contado ahora cómo vivía y como vería este revival extraordinario que se ha dado a partir de los 90».

Sí, en los últimos años la calidad musical de Bruno, ese «ADN de cantante excepcional que igual cantaba rock, que beat, que soul, que bossa, y que además componía», está siendo cada vez más valorado. «Este revival hubiese paliado sus últimos diez años, que fueron muy tristes, en lo personal supongo, pero sobre todo en lo profesional -indica Fabuel-. Yo me negué a verlo. Lo último que vi de él fue en la Alameda, en aquel concierto con Seguridad Social. Estuvo en Oldies unos minutos, pero nunca hablé con él. Pero los discos hablan por él, y ahí en su música se nota que era un hombre bueno».

València, cuna del rock

El libro se inicia en la València de la década de los 50 que Fabuel reivindica como cuna del rock'n'roll en España. «Era una ciudad perfecta para la música porque tenía tres o cuatro elementos únicos -explica el «rockólogo» en conversación con Levante-EMV-. Uno eran las fallas, que daban de comer todo el año a decenas de grupos. Otro el puerto en el que atracaban barcos como el mítico USS Forrestal y sus 5.000 marineros que bajaban con los tocadiscos y los llevaban a los garitos de la ciudad donde sonaban discos importados. También había una cadena de tiendas de discos espectacular y, por supuesto, la Feria de Julio, donde actuaron algunos de los mejores artistas de Europa».

Pero al escribir sobre los inicios de la carrera de quién aún por entonces se llamaba Emilio Baldoví, Fabuel reivindica sobre todo la València nocturna y canalla de los 50. «Era la hostia, estaba repleta de garitos, muchas veces bordeando la legalidad. Y aunque Bruno era más joven, cuando pasaba ante ellos, por el Bataclán, el Venecia, el Ideal Room, el Olimpia, el Ohasis, el Tabú, el Saratoga, el Negresco o el Mogambo, donde sonaba swing y había orquestas de jazz... sabía que ahí ya había algo que acabaría siendo rock'n'roll».

Fabuel reivindica de forma científica (comparando la fecha de grabación de su primer EP, en 1960, con el de otras bandas de la época) el papel pionero que tuvieron Los Milos, el grupo que en 1959 Emilio montó con Salvador Blesa y Vicente Castelló. «Antes aquí no se había hecho rock'n'roll. Solo el Duó Dinámico, que era más pop, y Los Pájaros Locos, que tampoco llegaba a ser rock. Lo de los Milos es increíble. Nadie ha hecho un 'Be Bop A Lula' como el que grabaron ellos en su primer EP de 1960».

El siguiente paso clave en la biografía musical de Bruno se da fuera de España, en la Riviera italiana, en Suecia y, sobre todo, en Francia. La leyenda que el propio artista difundió asegura que fueron invitados por el mánager de Johnny Halliday tras asistir a un concierto de Los Milos en València. «Pero realmente allí pasaron las de Caín -asegura Fabuel-. Se fueron a la aventura porque estaban felizmente locos. ¿Dónde vas sin conocer a nadie? Iban arrastrando los amplis, presentándose en los clubs y pidiendo que los escuchasen. Y así es como llegaron hasta el mítico Olympia, donde les contratan para que canten boleros, hasta que Bruno se encara ante el dueño y le dice que él solo canta rock'n'roll».

A la vuelta, sin Los Milos y acompañado por Los Rockeros, Bruno emprende el camino definitivo hacia el éxito. Son los años en los que camina entre el rock, el beat, y el baladón estremecedor, donde hace versiones de los Beatles, los Animals o Chuck Berry e interpreta varias composiciones propias que hoy destacan entre lo mejor de su discografía. Triunfa en los festivales de la canción, protagoniza su primera película ( Codo con codo) y vuelve a demostrar que es un pionero cuando graba en el Calderón de Barcelona el primer LP de rock en directo en España.

Pero los tiempos cambian muy rápido y Bruno pierde el pie a partir de 1967 cuando los vientos psicodélicos que vienen de Estados Unidos e Inglaterra pasan por España. «A él, que siempre fue fiel a su propia personalidad musical, se le apagan las luces cuando el rock llega a la mayoría de edad en el 67, con el Sgt Peppers y tal. Eso le pone en un brete», explica Fabuel. Bruno responde a los nuevos tiempos con el disco Cara y cruz, «un fracaso en su época aunque es buenísimo», asegura Fabuel.

Pese a todo, el biógrafo de Lomas reivindica la música que hace el cantante a finales de los 60 y principios de los 70, «un soul evolucionado, un rollo pimpante, canciones como esa 'Ya llega el verano', que este verano se ha puesto de moda gracias al anuncio de la ONCE». Temas de estos años como «Chico, Chica, Boom», «Otra vez en la calle» o «El rock de Tony Carrera» hoy son un motivo de deleite musical para sus seguidores.

Pero la decadencia de Bruno, sobre todo en los 80, es imparable. Y lo es por varias razones como las dudosas decisiones artísticas, cierta indolencia, un círculo de amigos que no son buenos consejeros, e incluso la política. «En el momento que se tenía que haber hecho la relectura de su música, que fue en plena transición, todo el mundo tenía que situarse políticamente. Y Bruno por sencillez, por inconsciencia o por llevar la contraria, se situó completamente a la derecha, llegando incluso a actuar en festivales de Fuerza Nueva».

A finales de su carrera, y poco antes de morir, tuvo dos oportunidades para volver a la primera línea musical. Una fue «Todo por el aire», un traje a medida que compuso José Manuel Casañ para que lo cantara junto a Seguridad Social. La otra, el «comeback» en la Sala Jácara al que acudió el todo Madrid y dio uno de los mejores conciertos de su vida. Hoy, como insiste Fabuel, cada vez son más quienes otorgan a Bruno el valor -y no solo musical- que merece. «En Oldies, hablando con la gente, compruebo casi cada día la huella sentimental que ha dejado es impresionante».

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