Los poetas valencianos Jaime Siles y Carlos Marzal inauguraron el pasado viernes un espacio taurino en la biblioteca municipal de Albuixech dentro de una tertulia titulada «Literatura y toros, cultura compartida». El acto, organizado por la Associació Cultural Taurina de Albuixech con el apoyo del ayuntamiento de la localidad de l'Horta Nord, pivotó sobre los ejes de la poesía, el estado actual del toreo y la novela de «Juan Belmonte, matador de toros», escrita por Manuel Chaves Nogales en 1935.

Carlos Marzal, Premio Nacional de la Crítica y Premio Nacional de Literatura, manifestó que «no hay mejor sitio para un espacio taurino que una biblioteca porque los toros son cultura y la tauromaquia necesita del relato literario de su emoción estética porque también es un arte efímero».

Jaime Siles, doctor en Filología Latina por la Universidad de Salamanca y director del Departamento de Filología Clásica de la Universitat de València, reivindicó que «la desaparición de la fiesta de los toros supondría una ruina mental y visual porque perderíamos toda esa riqueza léxica que la tauromaquia ha generado en la literatura, en el periodismo y en la crítica».

El que fuera director del Instituto Español de Cultura en Viena y Premio de Las Letras Valencianas explicó, como punto de partida, la evolución de la fotografía taurina: «La instantánea era tan rápida que no sabían como resolverla, pero los fotógrafos catalanes de los años 50 fueron tan listos que se inspiraron en la rueca que se mueve en el cuadro de «Las Hilanderas» que pintó Velázquez y, gracias a ello, siluetearon el toro dejándolo difuminado en la horizontalidad y al torero lo marcaron en su verticalidad. De esa manera resolvieron un problema técnico que siempre había existido en los toros».

Durante el evento, los ponentes desempolvaron poemas de Rafael Alberti, anécdotas del también poeta y aficionado a los toros, Francisco Brines; y versos de Gerardo Diego, recogidos en la antología de «La suerte o la muerte: poema del toreo», como la «Oda a Juan Belmonte», donde relata la admiración al Pasmo de Triana, y la «Oración por Juan Belmonte», en el que pide a Dios que salve al torero después de suicidarse porque concebía el toreo como un camino de perfección.

Asimismo, Carlos Marzal afirmó que «Gerardo Diego es el poeta que mejor ha descrito la fiesta de los toros de la Generación del 27 porque era el más aficionado y el que más tardes de toros había visto. En cambio, Rafael Alberti y García Lorca eran taurinos pero más ocasionales y con mayor gusto por el folclore». En ese sentido, el escritor valenciano recordó una anécdota sobre Juan Belmonte que le contó el propio Gerardo Diego: «Cuando el poeta llamó a la puerta del hotel para verlo vestirse de torero, el espada le abrió con paños menores y vio que en una mesa de mármol, al lado del vaso de agua, había un libro abierto titulado el «Discurso del método», escrito por Descartes». Según Marzal, el autor cántabro sintió tanta admiración por Belmonte porque estuvo aquella tarde en Las Ventas donde dio las cinco verónicas sin enmendarse que constituyeron el toreo de la quietud y la lentitud gracias a la virtud del temple.

Los dos poetas resaltaron la amistad de Juan Belmonte con los escritores Valle-Inclán y Pérez de Ayala, el crítico literario Enrique de Mesa, el pintor Julio Romero de Torres y el escultor Sebastián Miranda: «Belmonte dejó de ser un torero para convertirse en un personaje de la literatura porque sabemos su vida gracias al libro de Chaves Nogales, a los poemas de Gerardo Diego y tantos otros escritores que han cantado su leyenda», apuntó Marzal.

Belmonte, torero intelectual

A Jaime Siles le llamó la anteción que el primer dinero que ganó como matador de toros lo destinara a que su hermana aprendiera inglés: «Belmonte es un torero intelectual porque sus amigos fueron intelectuales». De hecho, el histórico espada sevillano instaló en su finca «Gómez Cardeña» una biblioteca con los títulos de Ortega y Gasset, Oscar Wilde, Dostoyevski, Guy de Maupassant o Hemingway porque cuando viajaba para torear llevaba junto a él una maleta llena de libros.

«El toreo es el único arte que mantiene el misterio porque ningún aficionado sabe lo que va a pasar en una tarde de toros y, por muy poco que dure la faena, una sola tanda de naturales ya consigue conmocionar. Esa emoción nos aumenta el mundo y la realidad sobre nosotros mismos porque los naturales antes de realizarlos no existían ni tampoco han quedado inmortalizados después, solo en nuestra memoria», finalizó Siles. En ese sentido, Marzal argumentó que el toreo debe ocupar un lugar importante en la sociedad: «Defiendo la figura del aficionado ilustrado que trata de entender el mundo de los toros en relación con su historia y que trata de profundizar en sus resonancias culturales como la música, la ópera o los libros. Debemos de seguir ilustrándonos y seguir defendiendo el universo mágico del toreo con nuestra presencia», concluyó.

Jaime Siles y Carlos Marzal, dos valientes intelectuales que se emocionan con el toreo y lo ponen de ejemplo en sus obras, dejaron constancia en Albuixech de que la literatura y los toros son una cultura compartida.