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Literatura

Jaime Siles, el nihilista gozoso

El escritor valenciano publica "Arquitectura oblicua", un poemario meditativo y humanista sobre el tiempo, la identidad y la muerte

Jaime Siles, el nihilista gozoso

La poesía es para Jaime Siles (València, 1951) una reflexión sobre la permeabilidad del espacio y el tiempo, la misteriosa percepción del instante y sobre cómo el lenguaje conforma la propia identidad. Tiempo, identidad y muerte son para Siles en un triple motivo para sentarse y escribir. Y de ahí ha surgido Arquitectura oblicua, el último libro que el autor ha publicado esta vez en la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara.

Arquitectura oblicua es un libro que engarza y desarrolla, sintetizándolas y ampliándolas a la vez, propuestas de escritura que presento en los libros míos anteriores como Himnos tardíos, Pasos en la nieve, Actos de habla y Horas extra», explica el autor, último Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2019 en la modalidad de Poesía por su anterior entrega, Galería de rara Antigüedad, «un homenaje a los estudios clásicos a los que dedique mi vida desde la adolescencia».

El título de su último poemario, explica Siles, está inspirado en el célebre tratado Architectura civil recta y obliqua de Juan Caramuel Lobkowitz (1606-1682). «El término de 'arquitectura oblicua' me interesó

fue gestando en paralelo a aquellos poemarios anteriores, de modo que se mantiene fiel a la poesía meditativa y existencial propia de la última etapa de este filólogo, políglota, crítico literario y traductor que en 1969 debutó en el mundo de la literatura con Génesis de la luz.

En esa primera etapa, Siles era un «novísimo» interesado en la poesía pura y en la economía del lenguaje. El lenguaje se ha mantenido como una obsesión que apenas se oculta en sus versos, pero los motivos han cambiado con los años. «Ahora el momento vital en el que me encuentro ya no es -claro- el de la juventud, sino el del inicio de un curso final en el que el tiempo, la identidad y la muerte se imponen como temas y se convierten, junto con la reflexión sobre el lenguaje, en ejes que rigen todo o casi todo el discurso».

«La muerte -subraya-, apareció en mis poemas juveniles, desapareció en mis poemas de madurez y en esta última etapa empiezo a percibir, más que a tratar, su inminencia, como algo que está unido a nuestra temporalidad». Por supuesto, la visión de la muerte de aquel Siles joven no es la misma que la del Siles que ha escrito Arquitectura oblicua. «Cuando era joven la muerte me impresionaba, me daba miedo. Ahora me parece que incita más al misterio y a la curiosidad. La muerte es un cambio de estado y conciencia pero también forma parte de nuestro conocimiento».

«A mí edad -explica-, el ser se ve, no como un todo, sino como fragmentos que la memoria intenta descifrar buscando en determinados instantes de conciencia, vivido como revelación». «Me he definido a veces como un nihilista gozoso y creo que lo soy -añade-. De ahí que uno de los rasgos distintivos de este libro sea considerar la irrealidad de la memoria como uno de los modos de existir».

Consciente de desaparecer

El «nihilista gozoso», precisa Siles, es «alguien que no tiene esperanza pero que no se desespera por ello». La esperanza contra la tragedia que queda reflejada en los poemas de alguien consciente de que, algún día y como todos, desaparecerá. «Más que temas, yo diría que en mis versos hay motivos y que estos, confundidos con los temas, objetivan una unitaria percepción: la de un yo que sabe que va a desaparecer, que tiende a desaparecer y que por ello se enfrenta a una identidad múltiple que no es otra que la del complejo yo que habla en el poema».

Siles es doctor en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca y Catedrático de Filología Latina en la de València. En 1983 recibió el Premio de la Crítica Nacional, en 2008 el Nacional José Hierro y en 2004 el de las Letras Valencianas, entre muchos otros. Desde la publicación de Semáforos, semáforos (1989), con el que obtuvo el premio de la Fundación Loewe, su poesía ha ido discurriendo formalmente entre lo que Philippe Jaccottet define como poema-instante y poema-discurso. «La primera define mis poemas breves y la segunda los largos -reconoce el autor-. Ambas formas constituyen y conforman mi sistema de dicción». «En Arquitectura oblicua -continúa-, ambas alternan con desarrollos distintos a los antes empleados. Como poeta nunca he dejado de investigar y de experimentar en y con el lenguaje. Soy un producto del lenguaje porque el yo es un producto de él».

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