Fundación Bancaja ha presentado este jueves la exposición Picasso. Modelos del deseo, que propone un recorrido por la obra tardía del pintor malagueño y por todo su imaginario creativo con el deseo como motivación de su creación artística. El conjunto de obras expuestas permite asomarse a los modelos del deseo picassiano que, incluso en su vejez, llevan al encuentro erótico y a la idea de que el arte es un vehículo para el placer.

La exposición, que cuenta con la colaboración de Bankia, reúne una selección de 228 obras, datadas entre 1961 y 1972, de la colección de obra gráfica de Picasso perteneciente a la Fundación Bancaja, que se muestran junto a 35 fotografías tomadas al artista entre 1944 y 1969 procedentes de los fondos del Museu Picasso de Barcelona.

En la presentación de la exposición, han participado el presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón; la coordinadora de la Dirección de Comunicación y Relaciones Externas de Bankia en la Comunidad Valenciana y Murcia, Isabel Rubio; el director del Museu Picasso de Barcelona, Emmanuel Guigon; y el comisario de la muestra, Fernando Castro.

Junto a una selección de linóleos y las series completas de Retrato de familia (1961-62) y Los fumadores (1964), la exposición descansa principalmente en la producción sobre papel desarrollada por Picasso en la Suite 347 (1968) y la Suite 156 (1970-72) que, en palabras de Fernando Castro, constituyen “una de sus más intensas obras, un ciclo verdaderamente frenético en el que retoma toda su imaginería, desde el tema central del ‘pintor y la modelo’ hasta la reconsideración de la historia del arte, introduciendo tonos humorísticos que, en ocasiones, se deslizan hacia lo grotesco. Las obras de estos años, realizadas con la misma obsesión que cuando era joven, conforman un ´autorretrato´ en forma de diario erótico, registrando sus fantasías y desengaños”.

Las obras reunidas permiten contemplar el vigor que mantiene un Picasso octogenario que, distante de las corrientes artísticas contemporáneas afloradas tras la Segunda Guerra Mundial, aborda con el mismo vigor y maestría temas recurrentes en su trayectoria como Adán y Eva, el circo, la escena erótica y el burdel, las odaliscas, el pintor y la modelo, mosqueteros, el entierro del Conde de Orgaz, retratos de mujer, fumadores, retratos de familia, La Celestina, la historia del arte, Rafael, Degas en el burdel o el voyeurismo.

Esta aproximación al Picasso más maduro se completa con la exposición de las fotografías de algunos de los fotógrafos más relevantes que han dejado testimonio del entorno personal y creativo del artista. Las fotografías expuestas están firmadas por David Douglas Duncan, André Villers, Jacqueline Roque, Robert Capa, Edward Quinn, Michel Sima, Lucien Clergue y Roberto Otero. En las imágenes aparece Pablo Picasso trabajando en sus últimos años en algunos de sus estudios.

La exposición también permite ver extractos de tres filmaciones con Picasso como protagonista y en las que también se puede ver a Picasso trabajando en sus estudios y enfrascado en el proceso de creación: Pablo Picasso a Vallauris (1954), de Luciano Emmer; Guerre, paix et amour (1972), de Lucien Clergue; y El Misterio Picasso (1956), de Henri-Georges Clouzot.

Estructura de la exposición

Modelos del deseo ofrece una relectura de las series Suite 347 y Suite 156 de Pablo Picasso, realizadas en sus cinco últimos años de vida y, al mismo tiempo, en la cima de su capacidad creativa.

Entre el 16 de marzo y el 5 de octubre de 1968, Picasso realizó (asistido por el estampador Piero Crommelynck) 347 grabados en los que se encuentran desde escenas circenses a imágenes de intenso tono erótico. La Suite 347 se presentó ese mismo año en la galería parisina de Louise Leiris para viajar posteriormente al Art Institute de Chicago. La serie que forma parte de los fondos artísticos de la Fundación Bancaja es una de las cinco pruebas de artista realizadas por Picasso y firmada directamente por él a lápiz.

Picasso realizó los grabados de la Suite 156 entre enero de 1970 y marzo de 1972 y también fueron expuestos en la galería Louise Leiris cuando todavía el artista estaba vivo en 1973. Solo hay tres series completas de los grabados de la Suite 156, y la de Fundación Bancaja es una de ellas.

El recorrido por la exposición arranca con un grabado de Adán y Eva, que refleja el potencial de la imaginación del artista con respecto al sexo y el placer. Esta obra pone sobre la mesa el tema del placer sexual como pecado original junto a una visión de Picasso convertido en un turista que regresa imaginariamente a Barcelona. En este primer bloque se incluye también una selección de la serie del circo, que se pone en diálogo con las series de Rafael y la Fornarina, y el perfil de Degas que entra al burdel como un voyeur. Además, se recogen obras que tienen como tema central el pintor y la modelo, así como la revisión de la historia del arte, versionando a Manet o realizando una reinterpretación de Las Meninas. Juego, acrobacia y placer, pero también impotencia y nostalgia marcan así el punto de partida de la exposición.

Una serie de grabados de odaliscas y mujeres desnudas funcionan como cuerpo central de la muestra, que añade pasajes sobre los retratos y las representaciones grotescas del ser humano, piezas en las que reformula imágenes de la historia del arte, retratos de familia o las imágenes a color de Los Fumadores, que tienen también que ver con la evocación del placer perdido. Completan esta parte central una serie de linograbados que muestran la voluntad de experimentación formal picassiana junto a su compresión lúcida de una técnica que no permite correcciones.

La imagen de La Celestina en unos pequeños grabados culmina el recorrido. Picasso vuelve sobre la vieja alcahueta con la que vendría a identificarse. Con noventa años, Picasso no deja de imaginar pintores y mosqueteros, mujeres que se contorsionan reclamando placer, voyeurs y una historia de la pintura que no quiere olvidar.

Fragmentos audiovisuales

En la exposición se incluye la proyección de extractos de tres películas, que permiten ver a Picasso trabajando en sus estudios. Pablo Picasso a Vallauris (1954), de Luciano Emmer, es una producción en la que aparece Picasso trabajando en su taller de Vallauris, que se convirtió en uno de los grandes hitos en la relación entre Picasso y el cine, cuatro años después de la Visite à Picasso (1950) de Paul Haesaerts.

Guerre, paix et amour (1972), de Lucien Clergue. El 5 de abril de 1953, Clergue coincidió con Picasso en una corrida de toros en Arles y aprovechó la ocasión para fotografiarlo y enseñarle otras instantáneas. Dos años más tarde se reencontrarían en La Californie, la casa del artista en Cannes. Empezaba así una relación de amistad que duró hasta la muerte de Picasso, en 1973. El afecto y la sintonía entre ambos propiciaron el registro fotográfico de pequeños episodios de la vida de Picasso, de escenas que se sucedían en el tiempo y que terminarían por narrar una parte de la existencia del artista desde la óptica del amigo fotógrafo.

El Misterio Picasso (1956), del director Henri-Georges Clouzot, captura el revolucionario proceso creativo del pintor. A través de una combinación de grabaciones y fotografías, el trabajo de Picasso cobra vida en la pantalla. Trazos de pintura y toques de color aparecen como si fuera magia, al tiempo que los lienzos se transforman en plataformas para una serie de dibujos atrevidos y originales que sólo existen en los confines del filme.