El chaparrón otoñal de talento ha sido poco celebrado. Premios en cocina, diseño, ilustración, literatura y cómic confirman el buen momento de la factoría valenciana. Nada nuevo para los que hace tiempo mantenemos que los profesionales del arte son la auténtica maquinaria cultural del país, mientras que las administraciones va a rebufo. Como cantó Raimon la lluvia no sabe llover aquí, por eso tanto reconocido ingenio desagua rápido por los bancales ante la falta de un estanque que temple tanta creatividad. En circunstancias normales, el referente, garante e impulsor de la industria cultural debería ser la radio-televisión pública, pero lamentablemente por razones conocidas, y otras más esotéricas, ha sido imposible. Una auténtica pena, porque en vez de corregir el rumbo parece que los responsables botánicos no saben dirigir la nave.

No hay conversación privada y alguna pública -la última en la gala de los premios de Avetid el lunes-, que exprese la gran frustración por la inexistente política cultural autonómica. Quizás los vaticinios fueron sobrevalorados, pero tras una primera legislatura mojigata, poca confianza hay entre los afectados para que se revierta la situación. La prueba está en esa anunciada continuidad en la incompetente gestión en la empresa pública con mayor presupuesto y trabajadores, hay que recordarlo siempre.

La rescatada televisión pública incumple la mayoría de los parámetros de su función primogénita, como la audiencia e influencia en el decisivo sector audivisual. Se ha quedado fuera de juego en el pastel de las nuevas plataformas. Netflix primero, y después Amazon, HBO, Apple o Disney, se van a Madrid, mientras los estudios de la Ciudad de la Luz de Alicante languidecen sin tener la más mínima conexión con los despachos de Burjassot. Ninguna de las grandes corporaciones del sector han puesto la vista en esta orilla del Mediterráneo, pese a las excelentes condiciones climáticas de rodaje y la solvencia de sus profesionales.

Otro dato, el 28 de diciembre se cumplen diez años del fallecimiento de Joan Monleón, una figura clave en el ecosistema audiovisual valenciano que ayudó sobremanera en el despegue de Canal 9, una cadena que vista en perspectiva de treinta años ha sido la mejor empresa colectiva que construimos nosotros, los valencianos. Un valor que constituyó el positivo estándar lingüístico, ofreció la autoestima necesaria y valorizó el peso específico como pueblo contemporáneo. Àngel Martínez ha recogido en un preciso documental la intensa vida y obra de Monleón, pero no se verá en À Punt por culpa del sectarismo de su dirección. Da igual, porque afortunadamente el pluralismo informativo funciona y Levante TV lo llevará a todas las pantallas valencianas.

Ricard Camerana y Quique Dacosta son el ejemplo de la inventiva propia. Nacieron sin necesidad de subvenciones ni de lo que cuelga. Han crecido fuera del Cap i casal con todo el sufrimiento de los verdaderos cocineros. Ahora además de auténticas referencias culinarias son nuestros mejores embajadores. Han creado escuela y ahí están Begoña Rodrigo, Borja Susilla, Clara Puig, de La Salita y Tula (Xàbia) que anoche entraron en el universo Michelin con su primera estrella, y Lluís Valls que consigue la segunda para El Poblet en València.

Marisa Gallén ha sido reconocida con el Premio Nacional de Diseño después de muchos años de un trabajo honesto por la modernidad que empezó en el colectivo La Nave. Igualmente ha sido una de las personas claves para que València sea la capital mundial del diseño en 2022, una oportunidad real para demostrar el talento histórico de estas tierras.

Paco Giménez se ha llevado el Premio Nacional de la Ilustración después de muchos lustros dedicados a la literatura infantil y juvenil, así como la publicidad, siendo uno de los pioneros en dar el salto al mundo digital.

El mayor galardón estatal del cómic se lo han llevado justamente Cristina Durán, Miguel Ángel Giner y Laura Ballester por El día, ese magnífica narración gráfica del accidente del metro que conjuga el absoluto respecto del peor drama social con una de las mejores metáforas visuales de la literatura actual.

Elisa Ferrer ha ganado el prestigio Premio Tusquets con su primera novela, Temporada de avispas, un magnífico ejercicio de realismo mágico pero muy cercano. Pero aún hay más. Paula Bonet, Gustavo Gimeno, Ferran Torrent, Martí Domínguez, Santiago Posteguillo, Vicent Todolí, Artur Heras, Carmen Calvo, Rodolf Sirera, Manuel Molins, Ximo Solano, La Habitación Roja, Tardor, Teatre El Micalet, Espacio Inestable y unas docenas más de creadores. Todos con un denominador común, ninguno de ellos ha necesitado refugiarse en las ayudas públicas para triunfar, por tanto han deshecho ese patrón tan manido entre culturetas de «qué hay de lo mío». También hay que señalar Bombas Gens, y el próximo CaixaForum.

Un plural grupo talentoso que contrasta con la mayoría de cuestionables gestores públicos. Con un prestigioso Palau de la Música venido a menos por ineficacia y un jardín de las esculturas del IVAM sin inaugurar por burocracia, sin ser más extenso. Pero con todo, la ausencia de una política cultural distinta radica en la incapacidad de cambiar el paradigma, con perdón. Ahí reside el caos botánico, sobre todo con la que se avecina. Son tan inconscientes que rechazan el sentido crítico esencial para que todo funcione mejor. Así que sin aliados siguen a la intemperie.

Tras tantos años de autogestión, o sea de buscarse la vida, lo mejor que pueden hacer ayuntamientos, diputaciones y conselleria es no molestar. Dejar que fluya ese ingenio contrastado que tantos reconocimientos recibe. El martes una ejecutiva de una gran editorial con sede en Barcelona me confirmó la proyección cultural valenciana, aunque matizo que las ciudades con más empuje son València y Málaga. Ya había leído la gran apuesta de la ciudad andaluza, que ha ganado mucho con la reorganización del Museo Picasso y con su emergente Soho, al que Antonio Banderas con su teatro le ha dado el impulso internacional definitivo. Aunque nada que envidiar a nuestra Marina, allá todos reman en la misma dirección y tienen un potente Canal Sur como perfecto escaparate.