Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crítica musical

Lección magistral de sinceridad

Lección magistral de sinceridad

Lo único que le pido a un concierto de soul es que sea convincente, que sea «de verdad». Es una música muy especial que no admite trampas, imposturas ni sobreactuación. Para hacerla rodar con dignidad necesitas una voz adecuada dentro de una actitud contenida, volcar el alma en cada frase que cantes y, sobre todo, un respeto infinito para con el sagrado legado de gigantes como Redding, Cooke o Brown. Lo que eres, lo que tengas que decir, lo que tengas que ofrecer, va a quedar revelado a los diez segundos de salir al escenario. En cuanto abras la boca. Si en ese tiempo no convences, cállate, vete a tu casa y no nos hagas perder el tiempo con tu incompetencia o, peor todavía, con alardes innecesarios. Eli «Paperboy» Reed brindó el martes un show absolutamente sincero, auténtico y tan real como que el sol saldrá mañana, aunque por momentos daban ganas de pellizcarse para comprobarlo.

El niño prodigio de Boston presentó su sexto disco -el primero lo editó con 21 años- en una soberbia actuación con los pies hundidos en la música negra sureña de los años sesenta y acompañado de una fenomenal banda que empujaba su maravillosa voz con una potencia y con una calidad que abrumaba por lo perfecto de su equilibrio. Con un sonido mollar y rítmico, la afilada sección de vientos y el vibrante órgano Hammond calentaban el corazón de los asistentes sin dejar de arropar las melodías, las armonías y la fabulosa garganta de Reed que, sin micro y a capela, logró un momento de belleza extrema en «Said She Would». No fue el único. El recogimiento blues de «Your Sins Will Find You Out» y «Coulda Had This» estuvo cargado de una demoledora intensidad emocional. Reed expuso todo su magnífico talento compositivo y su enciclopédico conocimiento del asunto sin dejar apenas un momento de respiro.

Animal de directo, en el tablado sus temas superan con creces a sus gemelos enlatados. Quedó demostrado con el tronío de «Am I Wasting My Time?»; el uptempo explosivo de «Burn Me Up», palmeada por un enfervorecido respetable; el tribalismo veloz de «Well Alright Now», con su estribillo convertido en una llamarada de pop; o con la saltarina y festiva «Holiday», pura felicidad hecha canción. Pero fue con el bailable clasicismo aterciopelado de «Come And Get It», y la febril y desatada «Take My Love», cuando el flashpoint del bolo bajó tanto que se podía haber incendiado el aire de la sala únicamente con el aliento de sus fieles, que gritaban y bailaban dando las gracias por estar allí. Ahora, aquel chaval que vino a València por primera vez en 2008 a cantar en el mismo recinto que el martes, ha madurado definitivamente. Y regala unas actuaciones para recordar eternamente, tan llenas de pasión y honestidad que, según dicen los entendidos, lo convierten en un deslumbrante e inigualable soulman. Tan de verdad como que, si este concierto se programa un sábado, a día de hoy tendríamos que lamentar daños personales.

Compartir el artículo

stats