En cuestión de días agotaron las entradas para el concierto que darán el viernes 29 de noviembre en la sala Moon, así que decidieron organizar una segunda actuación el jueves 28 que también va camino del «no hay billetes». «Saber que llenamos fue un subidón, y pensamos hacer otra fecha porque se había quedado gente fuera», explica Vera, cantante Mafalda. «Últimamente no solemos tocar mucho en València, así que estos van a ser dos conciertos muy familiares y va a haber un montón de sorpresas», añade Mireia, saxofonista.
Son una banda que se mueve muy bien en los festivales, pero esta semana nos van a demostrar que las salas no se les dan mal.
vera: A veces es difícil meter a nuestro público en una sala por cuestión de edad y de economía. No ponemos entradas caras, pero la vida es precaria y a la gente le cuesta. Y además, nos hemos malacostumbrado a no valorar el trabajo del artista. Hay entradas que nos pueden parecer caras, pero hay que valorar todo el trabajo que hay detrás.
¿Cómo ha cambiado musicalmente Mafalda en estos 10 años? Me da la impresión que ha endurecido el sonido y que se ha vuelto menos jaranero.
v.: Con los años hemos aprendido mucho, hemos unificado el estilo y es más pulido. Y las letras, también. Igual antes eran más panfletarias y ahora están hechas más desde lo personal. Para crecer sirve mucho rodar y sirve cagarla.
mireia: Ha habido una evolución brutal rítmica y harmónica. Antes había más mezcla de estilos, pero ahora todo tiene más sentido
Hay letras como «R.O.C.K» que creo, por la cantidad de autocrítica que tiene, que no podrían haber hecho hace 10 años.
v.: Nos sentimos muy identificadas con la autocrítica y es algo que solemos practicar, nos podemos pasar horas y horas debatiendo si algo es coherente o no y qué es lo importante. Esa letra también habla de matar al ídolo, de decirle a nuestro público que somos gente con contradicciones y cagadas.
¿Entienden el fenómeno fan?
v.: El fenómeno fan es agradecido porque la gente lo vive muchísimo. Venimos de Buenos Aire y era muy bestia. Pero al final lo único que hice fue hacerme fotos y no hablar con la gente. Y ese es el problema, te ponen en un pedestal y tú piensas: si tú supieras lo que la lío yo en la vida, no soy ejemplo de nada.
Son ejemplo de feminismo, entre otras cosas por la presencia de varias mujeres en la banda. Pero son solo tres frente a seis hombres. ¿Nos conformamos con poco?
v.: En feminismo siempre nos conformamos con poco, siempre hay que tirar más alto. Es positivo que haya tres chicas en el grupo, pero me gustaría que no fuesen todo hombres en el equipo técnico, por ejemplo. Pero no es fácil porque casi todo lo que ves son tíos. Y si para nosotras que ya tenemos la conciencia, nos cuesta incluir a mujeres en nuestro equipo, a otros eso les vendrá supergrande.
m.: Y hay pocos referentes de feminismo en la música. O hay grupos solo de chicas o grupos donde la chica es la cantante. Bandas con una chica como instrumentista al mismo nivel que los hombres, por ejemplo como nosotras, se ven muy pocas.
¿Mafalda sería Mafalda si no hiciera letras políticas?
v.: No. Va superligado. Más que el estilo a nosotras nos caracterizan nuestras letras políticas, es nuestro hilo conductor.
¿Y hacen letras políticas para cambiar las cosas o para canalizar cabreos?
v.: La música, como el arte en general, es una herramienta de transmisión. Tu arte habla de ti y conecta con otra gente con vivencias parecidas. La música acompaña el proceso político, pero sola no cambia nada, entre otras cosas porque para que tu música se escuche ha de entrar en un circuito capitalista, con dinámicas patriarcales, en la que te encuentras con fascistas en los equipos de seguridad...
¿Cómo conviven con esa contrariedad?
m.: Es una contradicción, pero tenemos claro que hay cosas que van más allá de lo que podemos exigir.
v.: Al principio no sabes como funciona ese juego, eres muy ingenuo. Pero te das cuenta que es como currar en cualquier otra empresa, convives con gente que te gusta y con gente que no te gusta. Lo importante es que tu música llegue a otras personas aunque tengas que apechugar con algunas cosas.
¿A qué creen que se debe el vigor que tiene la actual escena valenciana de rock político?
v.: Creo que es la reacción a lo que ha pasado aquí durante mucho tiempo. Como ocurrió en Euskal Herria en los 80, la música canaliza la rabia y auna a ideas y gente. Aquí hemos vivido mucho el fascismo, y también el tema de la lengua ha hecho mucho por crear una escena y una cantera. Nosotras no cantamos en valenciano y quizá nuestras influencias son diferentes, pero sí hemos canalizado la rabia de los 25 años de Rita o que la gente siguiera votando al facherío.
¿Es ahora más «tiempo de batallas» (como dice una de sus canciones) que hace 10 años?
v.: Siempre es tiempo de canciones y de batallas. Avanzamos en algunas cosas pero por detrás te la cuelan con Vox.
¿Qué ha sido más determinante en la evolución de Mafalda, las ganas de transmitir ideas o la de evolucionar musicalmente?
m.: Creo que una de las características de Mafalda es que esos dos aspectos han ido juntos siempre. Hay bandas que tienen música fantástica pero letras que no valen nada, y al revés.
¿Cómo ven el paso a la profesionalidad?
m.: Hay mucho debate dentro de la banda sobre eso. Es muy complicado porque requiere entrar cada vez más en las instituciones capitalistas. Lo guay seguir con la esencia punk pero es difícil mantenerla si quieres sonar bien y llegar a mucha gente.
¿Le falta a la escena valenciana atrevimiento para invertir y profesionalizarse?
v.: El atrevimiento no es el problema, el problema es la pasta. No todo el mundo puede permitirse el tiempo y el dinero para llevar adelante una banda.
