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Entrevista

Benito Zambrano: "Hay una violencia sutil en la precariedad laboral y en el abuso del empresario"

«He trabajo en cortijos y de niño ni se me ocurría acercarme a la casa de los señoritos. El capataz mandaba y nosotros obedecíamos»

Benito Zambrano: "Hay una violencia sutil en la precariedad laboral y en el abuso del empresario"

Benito Zambrano ha cogido Intemperie, la novela que en 2013 publicó Jesús Carrasco, y el guión que han hecho los hermanos Daniel y Pablo Remón, y le ha salido un western ibérico de libro, una película clásica de buenos (Luis Tosar y el niño Jaime López) y malos (Luis Callejo), que como Raíces profundas o Sin perdón, nos habla de injusticias, abusos y poder desmedido en un terreno hostil. «Los referentes llegaron poco a poco conforme íbamos localizando y planteando la película -asegura el director sevillano, que regresa al largometraje ocho años después de La voz dormida-. En el guión ya estaban muy presentes, como parte importante de la película, los paisajes, la naturaleza, el clima, la sequedad. También había una persecución en una época en la que la gente se movía a caballo, así que cuando empezamos a rodar nos dimos cuenta de que estábamos entrando en los terrenos del cine rural de aventuras por excelencia, que es el western». «Pero en el cine o en la literatura casi nada es puro, así que para mí lo importante no era buscar el género -aclara a continuación-. Yo solo aspiro a contar una historia de forma natural, nada más».

P Sí, pero esos primeros planos llenos de sudor y polvo no paran de recordarnos a aquellos «spaghetti» que se rodaban en España.

R Sí, claro. He tenido en cuenta a esta gente porque muchísimos de nosotros, y más los que estamos por encima de los 50, de niños vimos mucho western. Y los que somos de pueblo, al cine iban casi todas las de «serie B» y había mucho spaghetti. Así que eso está metido en la memoria, sale de forma recurrente. Pero no hemos querido adaptarnos a un género, sino que sin querer hemos copiado a los maestros.

P ¿Entonces no se planteó al leer la novela que podía salir algo parecido a una película de pistoleros y forajidos?

R No, veía una película rural, árida, dura por el contenido y por dónde transcurría. Pero fue mientras rodábamos cuando vimos que, hostia, aquello se parecía a un western.

P Para un fan del western rodar a unos tíos armados y cabalgando debe ser lo más chulo del mundo.

R Ya te digo. Estaba rodando y de repente me di cuenta: «hostia, estoy haciendo una película como las que me encantaba ver de crío».

P En la novela no se indica cuándo transcurre la historia pero la película sí establece que es siete años después de la Guerra Civil. ¿Por qué?

R El novelista puede jugar a no decir un tiempo exacto. Él escribe y el espectador pone las imágenes. En cambio en una película el director no puede decirle al espectador que le ponga a los personajes la ropa que quiera. La imagen deja poco espacio a la imaginación. Tuvimos que centrar la película en una época que nos permitía trabajar con coherencia.

P ¿Y no ha sido porque es una época viva en la memoria de los espectadores?

R Pero no ha habido ninguna intención más allá de situarnos en una España miserable. Porque depende de la zona del país, la posguerra terminó antes o después. En mi pueblo, en Andalucía, duró hasta los 80, porque aún entonces vivíamos la pobreza del país. Después de haber visto la película, te diría que podría haberse situado en los 30, en los 60, o en los 80 y en cualquier otro país. Allá donde el señor se sienta no solo dueño de la tierra sino de sus habitantes, allá donde estén los abusos sexuales a niños y niñas, allá donde haya una lucha por la dignidad o por la venganza, esta película sería actual. Lo más importante no es la fecha sino el contexto social y humano.

P Usted ha comentado alguna vez que aún vivió esa Andalucía de terratenientes y jornaleros.

R Vengo de un pueblo, Lebrija, fundamentalmente agrícola, con varios terratenientes con mucho poder. Andalucía, con la conquista castellana, se repartió en cientos de latifundios con dueños que hasta hace nada aún ponían y quitaban alcaldes. Yo he trabajado en cortijos y de niño ni se me ocurría acercarme a la casa de los señoritos. El capataz mandaba y nosotros obedecíamos.

P ¿Le preocupa que ahora haya hijos de jornaleros voten las mismas opciones que los terratenientes y caciques como los que salen en la película?

R Claro, pero no tanto por una conciencia de clase sino por una conciencia humana. Que haya gente como Vox que quiera ganar votos a base de sembrar odio y buscar enemigos y que la gente le compre el discurso y se apunte a este movimiento conservador, fascista o reaccionario o no sé como llamarlo, me preocupa.

P ¿Sigue existiendo la España violenta y seca que refleja «Intemperie»?

R En eso creo que hemos mejorado. No hay esa violencia del poderoso hacia el humilde como se cuenta en la película, se ha superado la violencia del señor del pueblo. Pero hay una violencia más sutil, la del mundo de las empresas, la de la precariedad laboral, la de trabajar aceptando lo inaceptable y donde es difícil evitar que el dueño no haga una labor de abuso del poder.

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