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Entrevista

Coque Malla: "En los 80 quería ser un Rolling Stone, pero era todo muy cutre"

Ya es un clásico, uno de esos artistas anacrónicos que se van moviendo con soltura a través de las épocas y las modas

Coque Malla (Madrid, 1969) llega hoy a las 21.00 horas al Auditori de Les Arts de València con la gira de ¿Revolución?, su último disco. Así, entre interrogantes, escéptico como Lennon cuando compuso en 1968 su «Revolution» para The Beatles. «Soy escéptico porque la revolución la tenemos que hacer nosotros y tenemos que querer hacerla -explica Malla-. Pero creo que no estamos muy por la labor de salir a la calle, luchar, dejar nuestra cómoda vida, nuestro teléfono inteligente y mandar todo a tomar por culo y ponernos a luchar para que esto cambie. Hemos generado una estructura tan armada que es muy complicado desarticularla. Tendría que haber un hecho único, algo parecido a una catástrofe nuclear, para que las cosas cambien».

¿ El resto del disco es una invitación a pensar, que, ya que no hacemos la revolución, hagamos cosas más sencillas y agradables?

Sí, como solución para seguir adelante, si no es posible la revolución, está la música, el amor, el sexo y la experiencia personal. Pero no me gusta arrojar tanta luz sobre el disco porque no es un libro de sociología ni un tratado de derecho. Es un disco de rock y pop que plantea levemente ciertas ideas.

No están entre las cosas agradables las nuevas tecnologías y las redes sociales, a las que les da un cañazo en «Extraterrestre».

Sí, la canción habla de cómo las nuevas tecnologías han sacado el pequeño gendarme, el pequeño juez que llevamos dentro. Y en vez de hermanarnos, nos censuran. Una censura, además, impuesta por nosotros mismos, y eso me parece muy dramático.

¿Son antirrevolucionarias las redes sociales?

Posiblemente, y contradictoriamente, sí. Tenemos los ojos puestos los unos en los otros, al poder no podría haberle salido más barato ni en sus mejores sueños. Nos ha convertido a todos en pequeñas cámaras de vigilancia. No hay manera de opinar en las redes sociales sin que te caiga encima el peso de la moral colectiva.

Suele hablar de dos referentes para este disco: «Memories» de Daft Punk y «A Moon Shaped Pool» de Radiohead. Pero también hay bastante soul de los 70 y «swinging london» de los 60.

Soy un músico al que le gusta que se le vean sus influencias. Me parece sospechoso escuchar la música de alguien y no entender de donde viene, por qué no se parece a nada. Me gusta cuando un músico se parece a otro porque eso quiere decir que disfruta de una música y la quiere reproducir. Eso es el arte y por eso me chirría cuando salen los defensores de la práctica artística y empiezan a gritar "ha plagiado, ha plagiado". No funciona así. Claro que hay gente sin talento que el único impulso de su creación es el plagio, pero son los menos. Hay canciones en la historia de la música que se parecen unas a otras y son maravillosas. «Surfin' USA» se parece a muchas canciones de Chuck Berry y bendito sea.

Josep Pla decía que para plagiar bien tienes que haber leído mucho.

Por supuesto. El arte se nutre de eso, y por eso no lo llamo plagio sino arte. Sin ponernos escatológicos, uno expulsa lo que come.

En el disco colabora Jaime Urrutia que, cómo usted, viene de los 80. Pero a usted parecen haberle sentado mejor los nuevos tiempos. ¿Por qué?

Porque este país es muy injusto y olvida a sus artistas. Jaime es muy clásico y quizá no ha hecho una apuesta por lo actual que sí he podido hacer yo. Pero en este país somos mucho de tirar lo viejo para hacer cosas nuevas. Y eso lo hacemos también con los artistas. A Johnny Cash lo veías antes de morir ganándose la vida de forma muy digna y con gente respetando su legado, y eso aquí no pasa. Jaime es un clásico y yo he tenido suerte.

¿Qué echa de menos del Coque Malla de Los Ronaldos?

Muy poco. Con el paso del tiempo y haber conseguido poner en valor mi obra en solitario, no echo de menos nada de Los Ronaldos porque ahora lo tengo también. Puede que en giras anteriores estuviese demasiado solemne y dramático y echase de menos esa energía juvenil, pero ahora la hemos recuperado.

¿Y qué añora de la industria musical de entonces?

Poca cosa también, porque aquella industria era muy cutre, salir de gira era muy duro. Era una puta mierda. Ahora no, estamos a nivel europeo y la gente paga por verte. Eso antes no ocurría, era surrealista, ibas a un sitio, ponías entrada y no iba nadie porque no estaban acostumbrados a pagar.

Pagaban los ayuntamientos.

Claro, eras como una orquesta de lujo en la plaza del pueblo. Yo quería ser un Rolling Stone y sabía que no podría serlo porque era todo muy cutre.

En Spotify cuatro de sus cinco canciones más escuchadas son diferentes versiones de «No puedo vivir sin ti»...

Tampoco te pases. Está repetida dos veces.

Bueno, lo he visto hoy y aparecen cuatro. ¿No teme acabar atado a una gran canción?

No, no creo que sea el caso. Los Stones, Dylan, sobre todos pesa una gran canción. Pero la gente que paga por ver a Dylan seguramente la que menos le importe sea «Blowin' in the wind», y yo tampoco creo que la gente venga a mis conciertos para escuchar «No puedo vivir sin ti». Es una canción que ha sufrido, o ha gozado, de una popularidad brutal porque tiene unas características muy especiales y tuvo la suerte de entrar en una campaña de publicidad.

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