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Festejos taurinos

"El toreo adopta la dimensión del arte gracias al alma"

Diego Urdiales asegura, tras una jornada de campo en Pedro Jovani, que 2019 ha sido la mejor temporada de su vida por la evolución en su forma de torear: «Es el año que más he disfrutado»

El ganadero Pedro Jovani y el diestro Diego Urdiales tras el tentadero. pascual roch

El último sábado de noviembre fue especial para la ganadería castellonense de Pedro Jovani. Diego Urdiales, torero de Arnedo que celebró esta temporada veinte años como matador de toros, tentó dos vacas y dos machos. El espada riojano, bajo el recuerdo de las faenas de Bilbao o la inolvidable tarde de Madrid en la Feria de Otoño de 2018, llegó puntual a la cita en «La Fonteta», la finca de Sant Mateu, junto a su círculo familiar más cercano y demostró cómo la fe incombustible en sí mismo y el privilegio de la torería le habían permitido sobrevivir a la dureza del ostracismo en estos cuatro lustros de profesión y desplegar la belleza de su tauromaquia como un pensamiento, primero líquido en la coqueta plaza de tientas y luego verbalizado en la entrevista.

Un chaleco granate sobre la camisa a cuadros y unos zahones que abrigaban la calzona campera daban aire de torero añejo a Diego Urdiales, la misma imagen que ofrece con los diseños de sus vestidos de torear tan densos en oro como clásicos en el bordado.

Su forma de torear, la manera de colocarse y andar por la plaza marcaron la diferencia y ese asombro dejó paso al toreo: el segundo toro, de procedencia Jandilla, trajo un torbellino emotivo de exigencia en su embestida a la que se impuso con el látigo del temple, todo rematado con la personalidad y la fragilidad del misterio que también exhibió en los otros tres animales.

Después de los cuatro actos, con una voz firme, el rostro concentrado y nostálgico, los ojos penetrantes y las manos huesudas y expresivas como si en cada detalle iluminara la lucha de 20 años de profesión, aseguró a Levante-EMV que este 2019 ha sido la mejor temporada de su vida porque «he disfrutado en la plaza como nunca lo había hecho y creo que la dimensión de mi toreo va por el camino que deseo. Cada temporada sueño con ser mejor torero y creo que lo he logrado». Sobre las claves que han mejorado su tauromaquia en 2019, Urdiales aclaró que ha evolucionado en solidez para poder a más tipo de toros: «Esa solidez ha matizado mi forma de torear, tras mejorar la colocación o la técnica con las muñecas, y ese compromiso de ser capaz de pisar los terrenos difíciles y pegarle veinte pases a un toro para emocionar a la gente».

Asimismo, el espada de la Rioja explicó que ahora es mejor torero que la tarde de las tres orejas de Madrid en la Feria de Otoño «por la profundidad del muletazo y, por ello, la faena tiene mayor rotundidad, hondura y poso». En ese sentido, también argumentó que cuanto más madurez adquiere su concepto, más despacio puede torear: «Es cuestión de conocimiento e intención interior porque con la quietud se le puede al toro, pero el toreo adopta la dimensión del arte gracias al alma, al sentimiento que se le imprime en el muletazo».

Según Urdiales, las tardes que han hecho de este 2019 el mejor año de su trayectoria han sido: «En San Sebastián hubo momentos de los de Madrid o de Bilbao porque con la mano izquierda pegué siete muletazos muy despacio. En mi debut en Salamanca, con un toro importante de Montalvo y un vendaval muy fuerte, sentí a la gente entregada. Mi paso por Sevilla, sobre todo por el capote, o el san Isidro, en especial la tarde de la Beneficencia, también han sido dos de las actuaciones más redondas de mi vida».A la pregunta de cómo puede mejorar como matador de toros después de veinte años de alternativa, el diestro de Arnedo manifestó que «aunque al sentimiento es muy difícil ponerle palabras, el objetivo es que la sensación que tengo por dentro cuando estoy delante del toro dure más y, por tanto, sea más intensa y emocione más al público».

Urdiales también recordó un natural en la Feria de Otoño con el que pensaba que se paraba el mundo y le dejó en un estado de fuerte vacío interior: «Una faena entera no se puede vivir con esa intensidad porque, si lo extrapolamos al mundo del flamenco, el cantaor da más de sí mismo cuando siente la fatiga, es decir, en el momento que se entrega en cuerpo y alma a una soleá o una seguiriya y se rompe, pero al siguiente cante baja de intensidad para volver a alimentarse y coger energías».

Una reserva de bravo en Castelló

Mientras una bandada de torcaces sobrevolaba los cercados, Pedro Jovani, ganadero que creó en 1999 una reserva de bravo que anuncia con el nombre de su hija Aida, se unió a la charla. Para formar su hierro, que limita a lidiar novilladas con picadores y clases prácticas, eligió Guateles en la rama de Madroñiz vía Antonio Arribas porque «es la embestida más exigente dentro del origen Domecq, pero en la línea de Madroñiz también compré un semental de Teófilo Segura vía Jandilla y esas son las dos familias que se han mezclado en la ganadería».

La filosofía de Jovani es aunar la clase y la casta en la embestida para que tenga transmisión y emocione al tendido: «Creo que la clase es muy difícil de encontrar en los novillos encastados porque la clase es la nobleza en la forma de coger la muleta y la bravura es la duración de su condición, es decir, que cada vez que lo cites siempre quiera seguir embistiendo». La belleza, tanto en el toreo de Diego Urdiales como en las 35 hectáreas de naturaleza de la ganadería de Jovani, goza de esa clase de privilegios: el sentimiento y la pasión por la tauromaquia.

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