Las crisis de lucidez son repentinas y en algunos casos persistentes. Cada uno se las arregla como puede, es natural, pero Javier Sahuquillo en vez de aprovecharla para sacar lo mejor de sí, nos cuenta un laberinto personal que no interesa a nadie. Da igual que supuestamente le haya vuelto el talento en Palermo después de una orgía mezclada con visitas al Museo del Risorgimento Vittorio Emanuele Orlando y las Catacumbas de los Capuchinos, pero lo que es imperdonable es que se sume a la esquizofrénica teoría de la conspiración de los crímenes de las chicas de Alcàsser después de visionar el documental de Netflix. Se espera más de un dramaturgo formado y con varios montajes a la espalda como la memorable El origen de las especies 2.0. No pasará a la historia La capilla de los niños, que tras un recorrido iniciado en el festival Cabanyal Íntim feneció sin honores el pasado fin de semana en La Mutant. Los asesinatos de las tres adolescentes valencianas presentan mucho juego escénico, también fallido en aquella producción pública de infausto recuerdo que se llamó Valenciana (la realitat no és suficient), pero hay que parecerse un poco a Quentin Tarantino para tratar sucesos tan mediáticos como los de Charles Mason y salir ileso.
No todo es malo, la interpretación de Laura Sanchis merece un notable alto, pese al infumable texto y el inicio un poco precipitado de su interpretación en la sesión del sábado pasado. Sin embargo según transcurría la función fue capaz de defender la obra con una merecida madurez, lo que compensó la candidez de su compañero en el escenario Roberto Hoyo.
Las compañías se quejan de la carestía de textos contemporáneos buenos. Tienen razón. Puede ser el caso que nos ocupa, y por eso se quedó en el limbo de varias nominaciones de postín, pero que fue superada por la justicia escénica. Con todo, animar a Sahuquillo para que supere cuanto antes su manifiesto parón creativo para ofrecernos otra obra con un argumento coherente. Rectificar es de sabios.
