El catedrático de Historia del Arte y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de València Joaquín Bérchez acaba de publicar Al compás del objetivo, un libro en el que reúne dos de sus pasiones: la arquitectura y la fotografía. A lo largo de casi 200 páginas, Bérchez recopila sus escritos sobre ambas materias en las que el lector encontrará personajes como El Greco, Juan Caramuel, Antonio Gilabert, Manuel Tolsá o el poeta latino Ovidio.
A propósito de la obra, Bérchez conversa con Levante-EMV sobre su obra, arquitectura, fotografía, la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos y el Museo de Bellas Artes de València. Respecto a este último, asegura que la nueva etapa con el director Carlos Reyero la ve «positiva» y «con expectativas». Para él «es fundamental que exista armonía entre la Academia y el museo, debe haber un entendimiento basado en lo cultural y lo reflexivo», sostiene. Añade al respecto que «en etapas anteriores ha faltado entendimiento, ha habido tensiones y no ha existido esa armonía necesaria».
Bérchez destaca la importancia del museo valenciano porque «fue el primer heredero de la desamortización», pero no dudó al criticar que le falta, entre otros aspectos, «agilidad en la accesibilidad». De algún modo lo compara con El Prado: «Todo es inversión y exposiciones con tirón fuerte», señala.
Respecto a la arquitectura valenciana, Bérchez defiende que «hay que mirarla con ojos cosmopolitas». Reconoce que «no tiene una escala monumental, sino cotidiana y humana, por eso hay que tener los ojos muy abiertos», dice respecto al paisaje urbano de la ciudad. «En la lejanía me dí cuenta de su grandeza», sentencia.
Alaba, cómo no, el Gótico y Barroco valenciano, pero también su Renacimiento e Ilustración. De ahí que destaque, sobre todo, la Lonja, «edificio clave y fundamental» de la arquitectura valenciana. En cuanto a la arquitectura en su conjunto, Bérchez defiende que «hay que recuperar los valores afectivos de la arquitectura del pasado. La arquitectura hay que mirarla y ser emocional con ella. Hay que enseñar cómo se vivió en el pasado».
Cuando se le pregunta si disfruta más con la arquitectura o la fotografía asegura que «no sabría por qué decidirme porque está imbricado, me he acostumbrado a narrar la arquitectura con las armas de la fotografía e, incluso, mi narración y manera de escribir se determina por la estrategia fotográfica». Añade que «la fotografía agudiza el fragmento, aumenta el sentido de las cosas por esa ausencia de lo que no está pero hace que lo pensemos. Todos los recursos de la fotografía me han servido hasta para ironizar», dice. Y concluye: «En mis 30 años de profesor he hablado con las imágenes».
