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Entrevista

Noemí López Trujillo: "Para el sistema, el cuerpo de la mujer es un servicio al Estado"

«Nuestras abuelas traían hijos al mundo para que fueran mano de obra. Nosotras ya no queremos eso»

Noemí López Trujillo: "Para el sistema, el cuerpo de la mujer es un servicio al Estado"

El vientre vacio, de Noemí López Trujillo (Bilbao, 1988) habla de la maternidad, del pánico que provoca la posibilidad de tener hijos, pero también el no tenerlos cuando se desea profundamente. Por eso, el libro publicado el pasado año por Capitán Swing, es también una especie de tratado sobre la precariedad y el poder que tiene sobre nuestros cuerpos. «Nuestro ritmo de vida, nuestro sistema, degradan nuestra salud y marcan los tiempos de la maternidad -explica la periodista, que hoy a las 18.30 horas protagoniza el primer Debat al Magnànim en la Nau-. Por culpa de la precarización, remamos en dirección contraria a nuestros deseos».

P ¿Si se acaba la crisis se reducirá el número de vientres vacíos?

R Antes de la crisis las tasas de emancipación y de maternidad ya eran bajas, y no tengo nada claro que la situación vaya a cambiar. Las expertas dicen que el futuro a largo plazo no es esperanzador y que no podemos pensar que con arreglar dos o tres condicionantes, se vaya a solucionar. Además del económico, hay un factor cultural. Muchas mujeres no queremos tener hijos en una sociedad en la que sabemos que no vamos a conciliar bien, y otras ni siquiera tienen la oportunidad de decidir porque no tienen una estructura material asegurada.

P ¿El desplome de la natalidad en España es un hecho cultural?

R Es un hecho cultural pero condicionado por lo material y lo económico. Antes de las crisis las mujeres ya no queríamos traer hijos al mundo solo para ser mano de obra, que es por lo que principalmente los traían nuestras abuelas. Y ahora, además, te ves obligada a reestructurar tus expectativas porque no puedes estar esperando a tener un trabajo estable y un casa a los 45 años para ser madre.

P ¿Que tendría que hacer el nuevo gobierno para mejorar la situación?

R Soy escéptica a qué pueda haber grandes cambios, pero me parece una buena noticia un gobierno que tenga como prioridad los asuntos sociales. Pero los cambios son mucho más paulatinos de lo que deberían, y los políticos -porque suelen ser hombres los que deciden estas cosas-, son menos valientes de lo que nos gustaría.

P Un testimonio de «El vientre vacío» explica su decisión de retrasar la maternidad porque es en la treintena cuando está empezando a disfrutar de las cosas que no pudo en la veintena.

R Me siento muy identificad porque he vivido esa situación. He tenido trabajos temporales, he estado en paro, he sido freelance... He pasado por muchos estados de incertidumbre, pero ahora tengo un contrato indefinido y quiero empezar a disfrutar de ese tiempo que por fin poseo y que en teoría tendría que haber disfrutado. Es lo que en el libro llamo la «juventud a deshoras», nos dijeron que si queríamos emanciparnos y tener un buen trabajo, teníamos que acabar la carrera, hacer un master, buscar trabajo fuera... Nos quitaron el control de nuestras vidas y ahora queremos recuperarlo.

P ¿Qué parte de esa «juventud a deshoras» es culpa de que nos inciten a consumir y a comportarnos como jóvenes aunque pasemos de los 40?

R Las otras generaciones dicen que la nuestra es una generación hedonista. Pero lo que ocurre es que, cuando ves una ausencia de futuro, es el propio sistema capitalista el que te da opciones bonitas y bondadosas para que no dejes de consumir. Al final es una trampa porque así somos más esclavos del hoy. Te incitan a ser eternamente joven a cambio de, por ejemplo, aplazar la maternidad.

P ¿No le interesa al sistema que tengamos hijos?

R Le interesa que tengamos hijos para tener mano de obra, pero no que haya igualdad. Quieren someter a una parte de la sociedad a unas condiciones para que el engranaje siga funcionando.

P ¿Pero entonces por qué nos empuja a tener hijos tarde o, directamente, a no tenerlos?

R Es contradictorio. Para el sistema somos cuerpos reproductivos pero a las empresas eso no les interesa. Por eso te venden alternativas como la congelación de óvulos o las técnicas de reproducción asistida para que puedas tener hijos más tarde. Quieren que tengamos hijos porque, al final, para el sistema el cuerpo de la mujer es un servicio al Estado. Lo que no les interesa es que para nosotras el trabajo sea menos prioritario que la conciliación y que nuestros hijos.

P Escribe que a más renta, más hijos. ¿Cómo contribuye eso a el desequilibrio social?

R Las familias de clase alta siempre han tenido más posibilidades de conciliar y de disfrutar la maternidad. Pero al final todas somos cuerpos productivos, lo que pasa es que si las mujeres de clase alta quieren favorecer sus carreras retrasando la maternidad pasados los 40, pueden costearse una congelación de óvulos o un tratamiento de fertilidad. Pero no todas tienen la capacidad económica para eso. De ahí que el retraso en la edad de maternidad sea sintomático de que la brecha de clases existe.

P Escribe sobre el choque entre la «conquista feminista» que supone que la mujer decida cuándo tener hijos, y el hecho biológico de que «los ovarios no atienden a batallas ganadas». ¿Hay un punto medio?

R Que la mujer que se dedicaba al cuidado de los hijos se incorpore al mercado de trabajo es una conquista. El problema es que la mujer se incorpora al mercado de trabajo no como trabajadora sino como mujer. Está bien que podamos retrasar la edad de maternidad, pero no que se nos obligue a retrasarla. El punto medio sería que tuviésemos las condiciones idóneas y los derechos básicos asegurados para que pudiéramos decidir sobre nuestra maternidad sin condicionantes económicos y materiales

P ¿Y eso es una utopía?

R Yo soy muy quejica, pero porque confío en un mundo mejor. Si no pensara que las cosas se pueden mejorar, no me quejaría. La queja es el primer paso para conseguir que las cosas cambien, pero antes hay que reconocer y diagnosticar los errores.

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