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Almudena Grandes: "La psiquiatría española modeló el ideario del nacionalcatolicismo"

Publica "La madre de Frankenstein" el quinto episodio de la serie de una "Guerra Interminable" donde narra la historia de la parricida Aurora Rodríguez Carballeira

Almudena Grandes presenta su última novela, 'La madre de Frankestein'

Almudena Grandes presenta su última novela, 'La madre de Frankestein'

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Almudena Grandes presenta su última novela, 'La madre de Frankestein' Joan Carles Martí

Ha vuelto a escribir un novelón. Los miles de lectores de Almudena Grandes van a encontrar en La madre de Frankenstein una historia redonda, equilibrada, bien estructurada y conmovedora. Como todas las suyas. Han pasado tres años de Los pacientes del doctor García y la quinta entrega de los «episodios de una guerra interminable» narra la historia de la parricida Aurora Rodríguez Carballeira, la conocida feminista que el 9 de junio de 1933 descerrajó cuatro tiros en la cabeza de su hija Hildegart porque no cumplía los parámetros de la mujer del futuro para la que había sido engendrada. Paranoica y extremadamente inteligente fue juzgada, condenada y encarcelada en el manicomio de Ciempozuelos hasta su muerte en 1955.

Incuestionable en su buen momento literario que dura más de una década, Almudena Grandes (Madrid, 1960) también está en forma para la larga promoción que le espera del libro que llegó ayer a las librerías. «Mi amigo Sabina dice que después de un concierto está un día callado», ironiza mientras deshace el envoltorio de otro caramelo mentolado en un hotel tranquilo frente al madrileño Parque de El Retiro.

Lleva más de treinta años enganchada con la historio de Aurora, desde que descubrió El manuscrito encontrado en Ciempozuelos de Guillermo Rendueles, cuando iba por las librerías a poner su primer libro encima del de los demás. «La historia clínica de Aurora me fascinó muchísimo», confiesa. Primero escribió una obra de teatro sobre la parricida más famosa de España («el teatro es mi gran frustración, lo he intentado muchas veces y no me ha salido bien nunca, porque pongo personajes en un escenario a contar cosas y no para que hagan cosas»), y cuando pensó en la serie de seis novelas sobre la «guerra interminable», que abrió hace diez años Inés y la alegría, decidió que Aurora debería tener una.

Hay otros dos protagonistas de ficción, el psiquiatra Germán Velázquez Martín y la auxiliar de enfermería María Castejón Pomeda. Los tres hablan en primera persona en La madre de Frankenstein. «Me apetecía contar estar historia en primeras, con una voz distinta, aunque como Aurora es una paranoica, sus piezas narrativas son cortitas, porque ella en realidad no habla, piensa».

Proceso diferente

Asegura que es una novela centrípeta. « Los pacientes era centrífuga irradiaba desde el centro hacia afuera, mientras que esta va cerrándose cada vez más sobre si misma, sobre el argumento y los personajes».

Si la historia de Aurora Rodríguez atrapa por si sola, La madre de Frankenstein contiene escenas muy visuales. Como la destrucción de los muñecos de la paranoica o los cursillos de Cristo Rey, dos episodios reales. «En esta novela lo más fuerte, violento e incomprensible es real y todo lo demás es ficción».

La historia de los muñecos de Aurora da título al libro. «Esta mujer tuvo una hija para ofrecer la mujer nueva que redimiera a la Humanidad, la encierran en un manicomio, la olvidan, y ella piensa que necesita seguir adelante con su proyecto y como no tiene otra posibilidad se dedica a coser unos muñecos de tela enormes, a los que mira durante horas para transmitirles su pensamiento». Pero un buen día se lo rompen todo entre los celadores y el jardinero. «En la historia clínica de Aurora eso lo cuentan en cinco líneas», y eso que los peleles deberían ser tremendamente impactantes porque los creaba con unos penes enormes, ya que había llegado a la conclusión que su error con Hildegart era haber confiado en una mujer, por eso decide que sus nuevas criaturas iban a ser masculinas. «La imagen de la gente destrozando los muñecos me recordaba mucho a las manadas de hienas cuando despedazan un cadáver».

La pista de los cursos de cristiandad la encontró en el neurólogo, psiquiatra y escritor Carlos Castilla del Pino. «La psiquiatría española fue muy importante para el régimen, para modelar el ideario nacionalcatólico», sostiene. Y pone a Antonio Vallejo Nájera como uno de los principales ideólogos del nacionalcatolicismo.

«Era un eugenista católico que teorizó que el marxismo era una ideología intrínsecamente asociada a la debilidad mental. Dado que solos los imbéciles llegaban a ser marxistas, para mejorar el futuro de la raza era fundamental extirpar a los marxistas». Explica que había dos modelos para erradicarlos: «fusilarlos o arrebatarles a sus hijos para dárselos en adopción a familias intachables, católicas y españolas que los educaran en los valores del Movimiento Nacional».

«En España existió la antipsiquiatría. Los psiquiatras fueron la profesión más represaliada en la primera etapa de la Dictadura».

Eugenista nazi

«Lo único que diferencia a Vallejo Nájera de un eugenista nazi era que él era católico, apostólico y romano. Por tanto no era partidario de las esterilizaciones». Almudena Grandes describe ese terror aparentemente silencioso de los años cincuenta, cuando la sociedad española asume que hay Franco para rato. «Ya no hay terror físico, ni económico, pero hay lo que podríamos llama un terror moral».

El juicio de Aurora se hizo coincidir con el de la masacre de Casas Viejas y fue un choque de trenes entre el perito de la acusación, Antonio Vallejo Nájera, y el de la defensa, Gonzalo Rodríguez Lafora, el patriarca de la psiquiatría progresista. «Aurora apoya la tesis del perito del fiscal porque cree que ha nacido para redimir a la Humanidad, y si está loca no puede hacer nada». Su espectacular aparición en el juicio para demostrar que no era culpable es otro más de los muchos pasajes fundamentales de La madre de Frankenstein.

«'Que pena que mi madre existiera para que yo naciera', dice Aurora, que es el deliro máximo de los eugenistas supremacistas».

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