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Nave Drexler

Nave Drexler Lorena Lo Jiménez

El cantautor uruguayo Jorge Drexler instaló en La Rambleta una nave silenciosa, que desde el escenario ascendió para quedar detenida en el aire. El intérprete invitó a la audiencia a subirse para asistir una clase magistral de música, ciencia y vida. El del miércoles era un concierto esperado en València, después de que el pasado diciembre se cancelase el concierto que iba a ofrecer en el Palau. La recompensa fueron dos conciertos en Rambleta que colgaron el cartel de «no hay entradas». Aunque el mismo músico confesó que eso no era ninguna molestia. «Dos fechas en València significan dos paellas. Una cada día».

Drexler interpretó durante dos horas temas pertenecientes a toda su discografía. Lo hizo solo. Los técnicos de escenografía iban y venían de vez en cuando como fantasmas, casi imperceptibles por una audiencia que estaba absorta con las lecciones de Drexler, cuya vida se desarrolló en paralelo a sus canciones, movidas por un impulso testimonial. El uruguayo aseguró sentirse como en el salón de su casa y compartió sus memorias. Recordó -e interpretó- «La aparecida», la primera canción que logró componer, y que después defendió frente a aquel retrato de Lenin en sus clases de composición, sazonadas con alcohol y tabaco negro. Drexler también se acordó de sus tres hermanos y de los primeros años de la transición uruguaya con «Salvapantallas», tema dedicado a su familia en un momento en el que su «casa se llenó de canciones». Después, sucedieron temas como «Eco», «Todo se transforma», «Sea», «Mi guitarra y vos», «Abracadabras»...

El nombre de la gira, «Silente», entró en contradicción en València, donde el público se mostró más que participativo. Y Drexler le correspondió una vez más. El uruguayo recordó que fue en el Café Berlín del Carmen donde ofreció su primer concierto. Previamente pasó 10 días en Quart de Poblet ensayando en un garaje. «No vi nada de la ciudad, pero yo quería quedarme a vivir en València». Ha pasado mucho tiempo desde aquel concierto. Sin embargo, el «espíritu Drexler» solo ha cambiado en forma, no en contenido. Bailar en la cueva (2014) o Salvavidas de hielo (2017) -sus últimos trabajos- cuentan con el optimismo de otros iniciales como Sea (2001) o Eco (2004), gracias a que Drexler vive su mejor etapa creativa, después de ganar tres Latin Grammy en 2018, ante el asombro de los reyes y reinas del reggaetón.

Un péndulo de Newton y muchos loops después, Drexler se acordó de Joaquín Sabina. «¿Saben cómo está el viejo?», preguntó a la audiencia. Visiblemente preocupado por la caída de su mentor, el uruguayo interpretó «Milonga del moro judío» y «Pongamos que hablo de Martínez», tema que dedicó al cantante de «Y nos dieron las diez». Una noche en Montevideo con el «rey de los excesos» sirvió para que un médico uruguayo de 30 años se plantara en Madrid con una guitarra colgando del hombro en los 90. Y hoy, todavía tiene que devolverle el favor.

Drexler decidió apagar la luz de Rambleta con «Silencio», un tema con el que nos recordó que a veces compensa subirse a la «nave Drexler» y decirle a la mente: «Detente».

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