Tener una estrella Michelin, más que un fin, es un reconocimiento con el que corroborar «que algo bueno has hecho bien», sentirse reforzado y, aún más fuerte, emprender nuevas aventuras. Así se lo tomó Begoña Rodrigo el pasado mes de noviembre. Con ese ímpetu, la propietaria de La Salita, inició un nuevo proyecto que verá la luz el próximo mes de abril. Concretamente, el día 29.

En El Huerto, que así se llamará el nuevo restaurante, Rodrigo cambia el concepto y apuesta por un local «al que la gente pueda ir cuatro o cinco veces en un mes». La estrella de la carta, en ese caso, serán las verduras ya que a la cocinera lo que más le motiva ahora es «enseñar a la gente a qué saben las verduras». «Creo que es un tema apasionante», avanza. «En La Salita conseguimos educar a la gente a comer de una determinada manera y eso siempre me hizo sentir muy bien. Ahora me gustaría enseñar a la gente a qué saben las verduras. Parece que solo se comen vegetales cuando uno está enfermo, por adelgazar o como un castigo, pero el que coma allí no echará de menos en ningún momento que no le ponemos un chuletón o un pedazo de tal en el plato. Queremos ofrecer la proteína como algo opcional pero vamos a prestar toda nuestra atención a enseñar a qué saben las verduras», explica Rodrigo, quién apuesta por este modelo porque considera que la gente «evoluciona» y el comensal no busca «comer siempre» un menú degustación ya que, cada vez más, la gente lo reserva más para «una celebración especial o para un momento determinado».

En El Huerto, adelanta Rodrigo, se servirá «un primero y un segundo con cocina muy gustosa». «Además de ofrecer mucha verdura, a la gente se le ofrecerá elegir cómo quiere cocinar la proteína. Cada uno elegirá si quiere brasa, plancha, vapor o lo que le dé la gana», defiende.

«Si la gente supiese a qué sabe una carlota... es indecente pensar cómo la gente puede gastar 120 pavos por 500 gramos de gambas sin pensarlo y que le cueste pagar 5 euros por un kilo de carlotas en condiciones. Me gustaría por lo menos intentar que la gente sepa a qué sabe», explica la cocinera.

La apertura del nuevo local obligará a Begoña Rodrigo a congelar su agenda. Los viajes, eventos, convenciones y promociones, pasan a un segundo plano. «Es momento de parar», apunta. «Me toca salir más de lo que quiero, pero es necesario. Ahora ha llegado el momento de parar y estar aquí. Estoy en un momento de calma y quiero estar con los chicos porque es necesario que ellos vean que yo estoy en el espacio», reconoce. Y es que, a pesar de contar con un equipo muy amplio, sobre la chef valenciana recae el peso de sus locales. «Todo lo que es la parte creativa de La Salita, a día de hoy, todavía está en mis manos completamente. Tengo una forma muy personal de hacer las cosas. Y eso que ahora ya he aprendido a delegar y a saber que yo sola ni hago ni valgo nada», confiesa. Sin embargo, reconoce, está presente en todo el proceso. «Pruebo todos mis platos y todos mis platos tienen mi punto, quizás sea por el ácido o las hierbas. Los proveedores los elijo también yo, les vamos llamando y elegimos. A la hora confeccionar un menú, lo primero es saber qué hay en la temporada y ponernos en contacto con los proveedores, luego miramos la combinaciones que queremos hacer y planeamos cómo hacer la cocciones, qué vamos a poner y finalmente elegimos la vajilla en la que va y la presentación de los platos», desgrana.

En ese proceso anda ahora metida la cocinera. Consolidados La Salita y Nómada, a Begoña Rodrigo, abrir su nuevo local en Russafa la trae de cabeza pero irradia felicidad porque está convencida que todo esfuerzo tiene su recompensa.