Su enigmática sonrisa ha eclipsado, a lo largo de los siglos, cualquier otro detalle de su figura. La Gioconda de Leonardo da Vinci es, una vez más, objeto de estudio. Esta vez ha sido la escritora e investigadora Dolores García quien revela en su estudio Valencia y su arte de la seda en La Gioconda la relación de «la musa» del pintor renacentista con la seda valenciana, un aspecto hasta ahora, como ella apunta, nunca investigado. García, que presentó ayer su trabajo en la Facultad de Geografía e Historia de la Universitat de València, asegura a Levante-EMV que las telas y tintes que luce la también llamada Monna Lisa salieron de València.

Explica que el estudio lo inició movida por la «curiosidad». «Cuando empecé en 1999 a documentarme para mi novela El secreto de Monna Lisa me encuentro con interrogantes sobre Da Vinci y esta obra. Algo muy curioso es que estamos ante una dama florentina, casada con un poderoso hombre de negocios, Francesco Giocondo, el mercader de seda mas poderoso de Florencia, mercader de los Médici. Es el top social de Florencia y, sin embargo, esta mujer -a diferencia de otras damas de su época- no luce ni una sola joya y eso es extraño. Las damas eran el escaparate social de la época. Sus joyas marcaban el nivel social de toda la familia», explica.

«También me llama la atención -continúa- que el cuadro que conocemos todos de 1503, el que está en el Louvre, se pintó ocho años después de otra Gioconda en la que la protagonista lleva el mismo vestido. ¿Cómo es posible que la mujer de un mercader tan importante no tuviera otro vestido? Eso significa que el vestido era la joya. La Gioconda que hay en El Prado, que se pintó al mismo tiempo que la del Louvre, también lleva el mismo vestido. ¿Por qué? Los colores de las prendas -negro, berenjena y amarillo leonado- en aquella época no se podían conseguir en la seda y ella las luce. Hay que recordar que tres años antes del primer cuadro se había descubierto América y ya habían empezado a traer los españoles una plantas tintoreras totalmente novedosas y una de ellas es el palo de tinte, que sí consigue tintar la seda en esos colores. Aunque antes sí se conseguía tintar, no tenía perdurabilidad y hemos visto que estas telas tienen al menos ocho años. Esos colores eran imposible sin esa planta que traen los españoles y no sale de aquí porque era monopolio de la Corona española», explica la investigadora.

«València es el puerto de la seda de toda la península y el centro sedero por excelencia, el de los artesanos más reputados. València es el centro neurálgico de la seda tanto de producción de tejido como de tintoreros y hay que tener en cuenta que quien puso el dinero para la expedición de Cristóbal Colón fue el valenciano Luis de Santángel. Así que València, tanto por De Santángel como por su industria textil, son los que hacen posible esos tejidos. Giocondo tenía sus propios agentes aquí en València que le surtían de tejidos y novedades como la primicia de conseguir tintes». Por eso, García se muestra tajante: «A partir de ahora cuando la gente mire a La Gioconda, y son millones de personas al año, verá el esplendor de la València del siglo XV».

García, experta en la figura de Da Vinci, recuerda que para este estudio, además de analizar la obra, se desplazó a la Biblioteca Nacional, buceó en los fondos del Museo de la Seda de València y del Archivo del Reino de València. También accedió a bibliotecas italianas, el Archivo de Indias o el de Simancas.

«Leonardo -recuerda García- tardó tres años en pintar este cuadro cuando podría haberlo hecho en tres meses. Destaca su complicidad con esta mujer, no hablamos de amor o sexo, había algo más trascendente», concluye.

García imparte conferencias sobre el artista y ha escrito novelas como El secreto de Monna Lisa y ensayos como La cara oculta de Da Vinci, Las claves de la Monna Lisa o Leonardo in relievo: la perfección del alma a través de la pintura.