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Crítica musical

Con el viento a favor

Con el viento a favor

Por alguna razón -y comparado con las cuerdas o el teclado-, la aceptación de los instrumentos de viento (en sus calidades de madera o metal) se ha mantenido a menor escala, posiblemente por ser elementos de conjunto en orquestas y bandas, lo cual no desmerece en absoluto la labor de sus interpretes.

Por ello, cuando un grupo de jóvenes músicos españoles, como los que integran el Ensemble Azahar se unen en un trabajo riguroso en base a un repertorio poco difundido, el aplauso y reconocimiento del auditorio está mas que merecido. Ellos ennoblecen cada partitura por la calidad de sonido y un especial sentido de la armonía y el fraseo, todo gracias al estudio y experiencia que aunque corta, no ha dejado de sumar dividendos desde que se fundaron hace ahora 10 años.

Es la segunda vez que se presentan ante la SFV (febrero 2018) y ya en aquella ocasión no hubo dudas de que algún día volverían. De las dos docenas de quintetos del checo Anton Reicha, eligieron el primero del Op.88, el cual resolvieron con sorprendente desenvoltura, sobre todo en el Allegro vivo del Minuetto lleno de pasadizos endiablados, que ellos atravesaron con autoridad y dominio. La música de Ravel siempre ha sido una tentación para querer llevar sus originales a otras combinaciones instrumentales. El norteamericano Mason Jones transcribió cuatro de las seis piezas de La tombeau de Couperin, para quinteto de viento (él mismo tocaba la trompa) en un loable esfuerzo de abundar en el repertorio para estos grupos. Pero la paleta de Ravel es mucho mas exigente y los colores de la versión para piano o la de orquesta no son extrapolables, incluso ante las excelencias de los músicos del Azahar.

Consecuentes y comprometidos con las músicas de su tiempo, dieron una lección de prestidigitación musical con el Quinteto Op.2, del rumano-magyar György Kurtág, que aunque escrita hace mas de 60 años, permanece en su contemporaneidad en cada uno de sus cortos movimientos, constituyendo todo un desafío formal para los intérpretes. Como en la visita anterior, no faltaron los pentagramas de Joaquín Turina. Su nieto José Luis elaboró un efectivo arreglo de la suite Sevilla, Op. 2 desglosando con lucidez los motivos andalucistas de la obra. Gustaron mucho estos músicos treintañeros que «estrenaban» el imponente espacio del Almudín, repleto de un público atento y respetuoso. Finalizó la actuación con el siempre cautivador Oblivion, de Piazzolla, hábilmente arreglado por Miquel Ramos, con participación puntual de todos sus compañeros. Todo un detalle.

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