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Crítica musical

Parrafadas de razón y rabia

Parrafadas de razón y rabia

Los Chikos del Maíz, Sala Moon

Perdonen la aliteración, no suelo ser tan lírico, pero imagino que algo se me pegó del concierto de Los Chikos del Maíz del jueves por la noche. Un evento musical e ideológico que se repitió ayer y volverá a hacerlo esta noche, con todo el papel vendido en una de las salas más grandes de la ciudad. Los valencianos presentan su último disco Comanchería, en un fin de semana que promete ser apoteósico. Ante una audiencia joven y concienciada, Toni El Sucio y Nega soltaban sus parrafadas como una máquina perfectamente engrasada, escupiendo y mascullando, imparables y emocionados, manteniendo un intenso intercambio de energía con la audiencia. El raca-raca fresco e impertinente de la pareja, ataviada con gafas de sol, una camiseta del Levante UD y otra que combinaba una cuatribarrada con la hoz y el martillo, proferían una especie de crónica política, económica, social y cultural de estos últimos años, respaldados por Plan B a los platos. Un análisis del mundo occidental capitalista que algunos obtienen de la seriedad y la ponderación Le Monde Diplomatique, pero que el grupo te lo brinda en bruto, poético, agresivo e igualmente razonado. Ya saben, el viejo debate entre reformismo y revolución.

Con rabia desbordada arriba y abajo del escenario, se sucedían los ataques contra otros raperos, humoristas, tenistas, escritores, blogueros, youtubers y políticos bajo la acusación de tibios, reaccionarios, contrarrevolucionarios o, directamente, fascistas, en una especie de causa general contra la estupidez. Y todo el asunto iba empaquetado dentro de una música rítmica y suave, rematada con un precioso pero cruel lazo literario que pueda que pierda definición en directo, pero que en casa se transforma en un artefacto adictivo.

Durante la actuación, la peña acogía con orgullo un inteligente discurso, aunque monolítico en su ortodoxia marxista, contra la represión, la homofobia, el machismo, la monarquía, la burguesía, la iglesia, los traidores a la clase obrera, la responsabilidad de los medios de comunicación en el auge de la ultraderecha o las casas de apuestas. Todos cimbreaban sus brazos, bailaban, cantaban con exactitud endiablada largos fragmentos de las canciones o las finalizaban a voz en cuello cuando el dúo lo exigía. En este ambiente se sucedieron «Extraño viaje», «Valerie Solanas», «La estanquera de Saigón» y su furia desatada para relatar los años 60, «Comanchería», la descarnada pero certera «Barrionalista» y un sarcástico y afilado paseo por los ochenta del GAL, la heroína y la reconversión industrial al ritmo deformado de «Hoy no me puedo levantar». También hubo tiempo para reírse de las pelucas «correctas y amables» con la segunda parte de «Libreros», o de disfrutar de la solidez lírica y filosófica de «Pasión de talibanes» y «Anatomía de un asesinato», dos obras maestras, esta última con la colaboración a los coros de Monty Peiró. Una cosa divertida, pero de nivel, ya les digo, que acabó con la juventud puño en alto, acudiendo al puesto de camisetas, discos y libros en el que podrían haber repartido también cuernos de chivo para rematar la faena como se merecía.

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