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Entrevista

Laia Marrull: "Es un horror que una mujer sufra malos tratos cada día durante años"

«El machismo lo tenemos integrado, absolutamente, aunque no lo hayamos vivido», asegura la actriz

Laia Marrull: "Es un horror que una mujer sufra malos tratos cada día durante años"

Fernando es el maltratador y Margarita, la maltratada. Ellos son los protagonistas de Llueven vacas, la película de Fran Arráez sobre la violencia de género. La actriz Laia Marull, ganadora de tres premios Goya ( Fugitivas, Te doy mis ojos y Pa negre), da vida a su protagonista.

A la productora le daba reparo ofrecerle el papel de Margarita porque ya había hecho «Te doy mis ojos»', sobre malos tratos. ¿Qué vio para decir que sí?

Estaba trabajando con el director en otra película y me ofreció esto que era una adaptación de una obra de teatro. Cuando me contó la idea me pareció estupenda. Me preguntó si quería leer uno de los capítulos y le dije que no, que ya venía de hacer Te doy mis ojos y tenía la idea de que ya había hecho ese papel. Pero me pasó la obra, la leí, me encantó y le dije que sí. Pensé que le podía dar un toque muy diferente. Hay tantas violencias de género como parejas. Aunque haya cosas en común, cada una es un mundo

Ha pasado mucho tiempo entre Pilar, protagonista de «Te doy mis ojos», y Margarita.

No tanto, porque Llueven vacas se rodó hace tiempo. La idea inicial era darle forma de webserie y no tenía fecha de estreno porque no había dinero. Lo hicimos sin cobrar pensando ya veremos qué pasa. Al final lo que pasó es que se convirtió en película y tampoco cobramos porque decidimos que si había ganancias serían para la violencia de género, para una asociación de juristas. Inicialmente rodamos sólo tres de las parejas y eso fue como dos o tres años antes de que se pudiera estrenar. Se hizo por etapas, según conseguían financiar o reunir gente para hacerla. Fue gratuita y por la causa.

¿Aunque no haya pasado tanto tiempo, ve diferencias en la situación de la violencia de género?

Por desgracia, no. Sigue muy parecido. A ver, hay una gran diferencia y es que cuando estrenamos Te doy mis ojos no se hablaba del tema. Era un tabú y no se habían hecho apenas películas, Sólo mía y para de contar. Cuando cogieron la película para estrenar en la sección oficial del festival de San Sebastián en la distribuidora estaban un poco nerviosos porque no sabían cómo tratar el tema con la prensa. Daba la sensación de que nadie querría ver una película sobre malos tratos y la sorpresa fue que no, que gustó mucho y sirvió para poner el tema sobre la mesa. Después de la película, de hecho, se empezó a hablar de ello y salió la primera ley un poco integral de malos tratos. La situación era muy distinta en ese sentido.

Pero...

Pues por otro lado, si hablamos de si ha mejorado o no tengo que decir que, por desgracia, me parece que no. Se ha visualizado algo más y eso hace que sea posible atacarlo, pero nos hemos quedado a medio camino. No sabemos cómo atajarlo. Debe hacerse desde las escuelas, la educación y las familias, por supuesto, pero cada familia es un mundo. La educación básica de que somos todos iguales... Por algún sitio falla. Se pone el acento en la víctima porque es a quien quieres salvaguardar, proteger, pero se pone toda la presión sobre ella. Ella tiene que denunciar, ella debería salir de su casa, ella tiene que hacer esto, aquello... Tenemos que darle una vuelta más al tema porque parece que no está solucionándose. Creo que es un problema integral de la sociedad y se debe atacar desde la base. ¿Por qué un señor maltrata a una mujer? Ahí es donde estamos fallando.

¿Qué diferencias hay entre Pilar y Margarita?

[Ríe] ¡Uy! Ahora hace tiempo que no he visto ni a la una ni a la otra. Pilar estaba en un proceso en el que se había dado cuenta. La primera escena de Te doy mis ojos era Pilar huyendo de casa con su hijo por el miedo. Toda la película es el proceso de dejar a esa pareja. Y, de alguna forma, se mostraba lo que les pasa a la mayoría de las parejas: vuelven, hay un momento en el que te enamoras otra vez, él te hace pensar que todo será diferente y aunque no le creas quieres pensar que sí. Incluso se habla del periodo de luna de miel. Todo el proceso hasta darse cuenta de que él no quiere cambiar es muy duro. Porque no es que no pueda, esto es importante, es que no quiere. Poder, podemos. De la historia de Margarita y Fernando hacíamos sólo un pedazo. Recuerdo que le quise dar una vuelta al hecho de estar enganchada. Ella aún no se ha dado cuenta de lo que pasa, o sí, pero no quiere dejar la pareja. Está en un proceso muy feo. Es difícil de contar porque es una dependencia... Sin esa pareja ella siente que no es nadie. Quise tirar un poco por ahí porque había muchas facetas dentro de ella y cada actriz y cada pareja iba a ser diferente. Quisimos agarrarnos a la sutileza de ese momento. La gracia de esta película era que con esas seis parejas diferentes haciendo de Fernando y Margarita se visualizaba el problema y que no depende de cómo eres o cómo dejas de ser, sino que hay algo endémico que está arraigado y que le puede pasar a todo tipo de personas.

¿Cómo se prepara un personaje del que hace sólo una parte, no la historia completa?

Eso era lo bueno, que no teníamos que seguir un parámetro hecho por los demás o que fuera a seguir. La idea era que cada pareja le diera un matiz diferente. Recuerdo que el director nos hacía unas preguntas... «¿Tu Margarita ve las vacas o no las ve?» Yo decidí que sí, que las veía. Yo hacía una Margarita muy ingenua, en cierto sentido, ve lo que el otro quiere que vea. Otras Margaritas no las veían, o hacían como que las veían para que el otro no se enfadara... Para él, lo importante era que cada pareja encontrara su particularidad para, en conjunto, tener esta variedad.

¿Veían el trabajo que habían hecho las otras parejas?

Hicimos los tres primeros capítulos seguidos y yo no vi lo que hacían los demás. Creo que nadie, pero no estoy segura de si los que empezaron casi un año más tarde, para seguir el proyecto, vieron algo. No lo sé. Yo lo pillé al principio, había muy buena energía y muchas ganas de hacerlo. Con Secun de la Rosa, que hacía de Fernando, me lo pasé en grande. No había trabajado con él más que en un corto de Candela Peña y nos gustó mucho trabajar juntos. Con los demás actores no tuve contacto. Llegaba y te decían «a ver cómo te va el vestido», que era el mismo, y le hacían algún retoque. La idea es muy bonita, todos los personajes llevan el mismo vestuario, muy de los años 50. Creo que es una apuesta muy interesante por esta idea de Estados Unidos de la mujer perfecta, del ama de casa que lo tiene todo en orden y una vida maravillosa. De cara afuera todo es estupendo.

Con esta película los actores se dieron cuenta de lo integrado que tenían el machismo. ¿A usted le pasó algo parecido? ¿Verse reflejada?

Más que viendo la película, a mí siempre me pasa en el momento de actuar. Te sorprende. Hay personajes que son malos, entre comillas, que hacen cosas que no están bien, y de repente ves que eso lo has vivido de alguna forma, aunque no sea exactamente así o tan tremendo. El machismo lo tenemos integrado, absolutamente, aunque no lo hayamos vivido. Lo que se ve en la película no es un micromachismo, es machismo con mayúsculas. Qué horror pensar que alguien lo vive todos los días, cada día del año, durante años». Es una cosa que no te cabe en la cabeza.

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