Los thrillers escandinavos mantienen la misma tensión que los estadounidenses pero con la singular narrativa europea, además de esa luz nublosa tan típica de los nórdicos. Desde el éxito literario de la trilogía sueca de Millennium, también llevada a la pantalla, la industria audiovisual del norte de Europa se ha convertido en un gran proveedor de las plataformas «on line», creando el género «nordic noir» con buenas sagas de historias de crímenes y suspense.

«Los asesinatos de Valhalla» es la última propuesta que llega del extremo norte, Islandia. Una serie que en algunos pasajes recuerda a «Atrapados» pero que tiene vida propia. El cóctel es conocido, asesinatos, policias, drogas, familias desestructuradas y mucho frío. Lo mejor de las series escandinavas es la normalidad de las separados con hijos, tanto que es infrecuente encontrarse en su ficción con familias tradicionales. Como el caso de la inspectora Kata Eligsson, una de las mejores policias de Reikiavik que por asuntos internos de su comisaria debe compartir el caso de asesinatos en serie con Arnar, un perfilador de criminales de origen islandés que trabaja en Oslo y que además de resolver el caso se reencuentra con todo su oscuro pasado familiar.

A través de las series «nordic noir» hemos descubierto que el modelo escandinavo del bienestar tampoco es el paraíso que nos vendieron los intelectuales socialdemócratas del siglo pasado. Como por ejemplo en la atención y cuidado de menores huérfanos, porque el origen de los crímenes de «Los asesinatos de Valhalla» está en un antiguo orfanato perdido entre las nieves de la isla.

Algunas de las costumbristas escenas frías, más bien heladas, de «Los asesinatos de Valhalla» son tan efectistas que están diseñadas no tanto para resolver las muertes, que también, sino para ahondar en el origen de tanta venganza, en definitiva de un fracaso colectivo.