Para los que vieran las dos primeras temporadas, HBO ofrece ahora los seis primeros capítulos de la tercera. Pero es un buen momento para empezar desde el principio «Baron Noir», uno de los mejores thriller políticos europeos, más actualizado que la saga danesa «Borgen». Mientras los primeros capítulos repasan el origen popular del ya desaparecido PSF, según avanza la serie se observa como la burocratización y el espíritu de supervivencia del aparato socialista provocó la corrupción que hundieron una de las formaciones históricas de la izquierda europea y su división originó nuevas plataformas. También atiende a las formaciones centristas, gaullistas y verdes.
«Baron Noir» es un repaso inteligente a la política actual francesa, con un elenco de actores que dan crédito a sus personajes, donde destaca el papel de Kad Merad como el incombustible Philippe Rickwaert, un protagonista que si en las dos primeras entregas recuerda a Luis Roldán, en la tercera adquiere un aire más de Alfredo Pérez Rubalcaba.
La capacidad de resistencia de Rickwaert va paralelo a su olfato demoscópico, así como que el fin permite saltarse todas las reglas de corrección política. El «Baron Noir» llega al súmmum de su acción cuando el incombustible protagonista convierte la fiesta de sus segundas nupcias (con su principal asesora) en la negociación imposible para unir toda la izquierda en una única plataforma que desaloje del Elíseo a la presidenta Amélie Dorendeu (Anna Mouglalis), antigua colaboradora de Rickwaert en el PSF
Ver «Baron Noir» es como matricularse en un máster de Ciencias Políticas, además hace muy transparente todas las intrigas existentes en los partidos políticos de todo signo, aunque incide en espacial en la incapacidad de la izquierda para unirse en una sola marca electoral.
«Baron Noir» es como una mezcla perfecta de «House of Cards» y «The Sopranos», porque la política muchas veces parece como una adhesión inquebrantable a una familia.
