La sucesión de microtramas inspiradas en la obra de Saviano ( CeroCeroCero. Cómo la cocaína gobierna el mundo) abstrae de la neutralidad desde el primer momento. Con una visión más global que «Narcos», hace referencia a esa cocaína sin impurezas, la de más calidad para clientes exigentes y pudientes. La droga fondea en el puerto de Nueva Orleans para destapar las tras patas del negocio: el cartel mexicano productor, la mafia italiana compradora y una naviera estadounidense que hace de intermediaria. En la familia armadora figuran los nombres reconocibles del reparto. Gabriel Byrne da vida a Edward Lynwood, el padre y fundador de la empresa, donde él y sus hijos (Andrea Riseborough y Dane DeHaan) se ven en medio de la guerra «comercial» entre mexicanos (un clan de Monterrey) e italianos (mafia calabresa). Un triangulo criminal con mucha acción previsible de tiroteos y veloces persecuciones, pero que aporta el escenario de ese poder intocable de los traficantes («somos ingenieros de la economía mundial», dice Lynwood), el mismo que Saviano viene persiguiendo para desenmascararlo desde Gomorra.
