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Análisis

El IVAM y el amor al arte

El Consell Rector que activará la máquina para la sustitución de Cortés tendrá lugar el 5 de junio

El IVAM y el amor al arte

La tregua apenas duró una noche. El director del IVAM hasta el 23 de septiembre, José Miguel G. Cortés aseguró al conseller Marzà que no montaría ningún numerito tras conocer que su contrato tenía caducidad. Pero como la lealtad no es sumisión, Cortés no solo cuestiona su cese anticipado -«falta de respeto», «humillación», «desvalorización»-, sino que presentará batalla.

La coronacrisis también ha contagiado de lenguaje bélico a las artes. La guerra fría entre el líder del Bloc y el profesor de Bellas Artes de la UPV se había fraguado en los últimos meses. Cortés quería ligar su renovación en enero, temas personales aparte, porque necesitaba tiempo para seguir programando exposiciones, pero Marzà tenía decidido un cambio de rumbo que pasaba por agotar el contracto actual del director y ceñirse a la nueva Ley del IVAM impulsada por el Botànic que entró en vigor hace dos años.

Desde los despachos de Campanar se pretendía evitar otro caso Livermore, el intendente de Les Arts que dimitió cuando supo que si quería seguir debía presentarse a un concurso. Hay que recordar que tanto Livermore como Cortés eran los únicos altos cargos de la Generalitat que seguieron en la era botánica pese a ser nombrados en la etapa popular.

Como en cualquier divorcio, los dos tienen motivos de sobra para la ruptura y ahora se decide quien convence a más amigos. Cortés sale con ventaja, hace tiempo que movilizó a críticos de arte, comisarios y directores de museos. Además está muy enfadado con Marzà porque duda que la razón jurídica esgrimida sea la causa última. Por eso tiene dos semanas para calentar el Consell Rector del IVAM, pues el máximo gobierno del museo que pondrá en marcha el mecanismo de sustitución será el próximo viernes 5 de junio.

El poder de Marzà

Marzà tiene el poder y el presupuesto, algo que nunca pasa desapercibido en un panorama artístico acostumbrado al «¿qué hay de lo mío?». Pero además cuenta con el respaldo legislativo. «El IVAM es una institución de derecho público de la Generalitat», reza el primer artículo de la ley del centro de arte. «Constituye el objeto propio del IVAM el desarrollo de la política cultural de la Generalitat Valenciana», subraya el segundo, y el responsable máximo de la gestión cultural valenciana es Vicent Marzà mientras sea conseller.

«La Dirección será nombrada y cesada por decreto del Consell a propuesta de la persona titular de la Presidencia del IVAM, oído el Consejo Rector», deja claro el artículo 11. Marzà es el presidente del Consell Rector del IVAM, un órgano de gobierno de diecisiete miembros con mayoría de representantes institucionales y profesores universitarios. Una composición que hace imposible una revuelta conta el conseller.

El IVAM llegó a ser, por sus propuestas artísticas innovadoras, el buque insignia de las instituciones culturales valencianas se destaca en el preámbulo de su normativa aprobada por la mayoría progresista del parlamento autonómico. Nadie pone en duda el espectacular despegue que adquirió el IVAM desde su inauguración hace 31 años, con Carmen Alborch de directora, pero con un trabajo previo de Tomás Llorens. Cada uno de sus cinco gestores iniciales -Llorens, Alborch, Yvars, Bonet, Barañano-, aportó su granito de arena para hacer del IVAM un referente europeo de arte contemporáneo. Incluso la primera etapa de Consuelo Císcar fue inclusiva. Luego cuando se perdió el respeto a las instituciones públicas en una borrachera de poder, el museo se vino abajo.

Hay un proverbio chino que avisa que es muy fácil derribar un edificio construido con tiempo y decencia. Y en esas apareció José Miguel García Cortés, el séptimo director en la historia del IVAM y el primero elegido por un cómite de expertos.

Infalible

Cortés defiende su gestión «después de 6 años de duro trabajo». Está en su derecho, pero fruto del disgusto cuestiona «una decisión política», que es la misma que le llevó a él a la cumbre del mejor museo valenciano. También llevado por su enojo lanza un mensaje apocalíptico: «abre una profunda crisis en el IVAM».

Después de lo que han visto y sufrido las paredes del singular edificio de Guillem de Castro en estos años, seguro que no es para tanto. Cortés anhelaba seguir y Marzà decidió cambio. Unos deseos contradictorios que deben ser modulados en la transparencia, porque el director pasará a ser parte de la historia del instituto artístico y el conseller dejará el gobierno cuando la ciudadanía o el presidente decidan. El IVAM sigue, por fortuna.

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